El amante infernal (libro 2)

Un sentimiento amargo

Aquel temido día por fin había llegado, Valeska y Emir habían cumplido los cinco años,

ni Alejandro ni Ginebra pudieron conciliar el sueño, la pena los acompañó en la

madrugada y la tristeza amaneció con ellos, Ginebra tenía la esperanza de que aquella

mañana estuviera soleada, quería que el sol la ayudara a retener a sus hijos más

tiempo, pero no fue así, la mañana era fría, húmeda y nublada, Alejandro había

hablado con los príncipes que, llegada la fecha, ellos tendrían que partir, los niños

parecían entender su propósito y no había ninguna objeción de su parte, uno de los

sabios había llegado, Perion Blankesien había ido a corroborar que todo se hiciese de

acuerdo a lo acordado, él era un vampiro de elite, muy respetado y con mucha

influencia entre el pueblo vampírico, los sabios y sus hermanos estaban complacidos

con el desempeño de Leonardo, un regente eficaz y entregado a los asuntos de su

pueblo y sabían que nadie podría criar a los príncipes mejor que él.

—Saludos a los príncipes de la noche, futuros gobernantes de las sombras, que la

eternidad siempre esté con ustedes. —Perion hace una reverencia ante los niños los

cuales aceptan el saludo con frialdad.

El corazón de Ginebra se encoge y aunque quiere tomar las manos de sus hijos,

sabe que no puede, hoy han dejado de ser suyos.

—Como saben, una vez que los príncipes estén en custodia de los vampiros, ustedes

como humanos no podrán tener ningún contacto con ellos, aunque les hemos

prometido protección de nuestra parte, los humanos y los vampiros no pueden convivir

pacíficamente, esta será la última vez que verán a los príncipes, será la última vez que

los llamen hijos y si algún día tienen el honor de presenciar a alguno de ellos deberán

arrodillarse y rendirles homenaje como inferiores a ellos, aun que dudo que eso llegue

a pasar.

—Entendemos perfectamente. —Alejandro tiene el rostro nublado por la tristeza, mira a

Valeska con añoranza y aunque quiere rodearlo con sus brazos, sabe que este acto

podría costarle la vida.

Ginebra esta enmudecida, temblando de impotencia porque jamás podrá concebir que

sus hijos le sean arrebatados, Emir la mira de reojo sabe que su madre está sufriendo y

contiene sus ganas de ir a consolarla.

Alejandro toma la mano de Ginebra y entonces ella se da cuenta que el también esta

temblando, Leonardo y Beatriz están a su lado, apoyándolos, no pueden imaginarse lo

que sus amigos están sintiendo en este momento, pero son empáticos, no sabrían

como actuarían si les pasara lo mismo con Lía.

—A partir de hoy veré a los príncipes como mis propios hijos, les enseñaré todo lo que

sé para convertirse en los mejores gobernantes, me dedicaré completamente en su

formación, seguramente de los árboles escucharan sus hazañas, sobre lo diestros que

son con la espada, serán honorables, guerreros fuertes he imponentes, no habrá un

solo día en el que no les diga quien fue su padre y tú serás su mayor ejemplo y su meta

a alcanzar, sabrán que hubo un rey extraordinario que hacía temblar al mundo con solo

escuchar su nombre, sabrán que su madre fue especial y que los amó profundamente,

soñarán con vincularse algún día y no aceptarán a una mujer menos digna que su

madre, les prometo que haré de los príncipes seres extraordinarios.

Leonardo les hace un juramento a sus amigos, nadie podría cuidar de sus hijos como

él, la devoción y la lealtad que le tiene a Alejandro es inmensa y esto pasará a sus hijos

también, pues ahora vivirá para ellos.

—Gracias amigo mío. —Alejandro y Leonardo estrechan la mano en forma de pacto.

—Entonces eso es todo, llegó el momento de irnos. —dice Perion con seriedad.

Perion y Leonardo escoltan a los príncipes quienes avanzan sin poner resistencia,

tenían que cumplir con el protocolo, debían portarse a la altura, no mostrar dolor, no

reflejar angustia, solo el amor podía doler de esa forma, tener que dejar sus

sentimientos de lado para cumplir con su deber era algo sumamente difícil pero el amor

de una madre nunca entiende de razones.

—¡Nunca olviden cuanto los amamos! ¡ustedes son amados por sus padres! —grita

Ginebra con todas sus fuerzas mientras Alejandro se sorprende y trata de contenerla.

—¡Emir, Valeska los amo para siempre! Siempre los amaré… —expresa Ginebra

mientras se rompe en llanto.

—Ginebra… —Beatriz siente pena por su amiga quien se deja caer al suelo de rodillas

tapándose la boca para que sus hijos no la escuchen llorar.

Emir y Valeska no pudieron evitar mirar atrás, sus ojos se entre abrieron al escuchar

las palabras de su madre, pero Valeska volteo el rostro a su hermano para entonces

continuar con su camino y desaparecer entre la espesa niebla.

—Un príncipe nunca mira hacia atrás, no importa lo doloroso que sea. —le dice

Valeska a su hermano quien aprieta sus pequeños puños aceptando su destino.

Ginebra no es la única que les hace saber su amor, Lía hizo un encantamiento en sus

muñecas, marcándolas como una promesa, un símbolo en forma de luna, ella les había

dicho la noche anterior que la luna les recordaría que volverían a estar juntos, que

volverían a verse y entonces aquella marca brilló con intensidad haciendo que los

príncipes sintieran un calor extraño en el corazón, la bruja lloraba, sus príncipes se

habían marchado.

—Algún día me reencontrare con ustedes, me fortaleceré tanto que nadie podrá

lastimarlos. —esa fue la promesa que les hizo antes de la llegada de Perion.

 

—Esa bruja se atrevió a marcarnos, ja. —Valeska hace una pequeña mueca mientras




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