El amante infernal (libro 2)

Un bebé en camino

Aquella tarde era fresca, por primera vez Ginebra interactuaba con aquellas ex

vampiras, aunque al principio fue incómodo para ellas, en el fondo sabían que debían

llevarse bien por el bien de la comunidad que estaban formando, Ginebra tenía una

necesidad profunda de llenar el vacío que Beatriz había dejado al irse, la ausencia de

su amiga le marchitaba el corazón y probablemente ese deseo de sentirse

acompañada la llevó a acercarse a estas peculiares mujeres.

Todo estaba listo para la cena y Alejandro y sus amigos estaban de regreso, llevaban

consigo un montón de leña y algo de fruta, al verlo Ginebra sintió un vértigo en su

interior.

—¡Alejandro! —Ginebra se siente nerviosa.

—¡Ya están de regreso! La cena está servida, Ginebra nos permitió ayudarle y así

pudimos hablar un poco. —expresa Yubel con alegría.

—La comida se ve deliciosa, comer así de bien es una de las mejores cosas de ser

humanos otra vez jaja. —dice Tairen con gusto.

—Buenas noches esposa mía. —Alejandro le da un beso en la frente a Ginebra y los

ojos de Dafne se llenan de tristeza.

—Te extrañé en mucho. —susurra Ginebra haciendo un puchero involuntario.

—Tus ojos brillan diferente esta noche, estás más bella. —le dice su esposo con una

sonrisa. —Alejandro era realmente atractivo, su forma humana era varonil y

encantadora, sus ojos azules estaban llenos de vida, Ginebra prefería su color

natural a los carmesí de los que se enamoró.

—¿Enserio? Ah… supongo que están así por el bebé.

—¿El bebé? —Alejandro se queda en shock y su corazón late con locura.

Ginebra al verlo paralizado se pone temerosa y piensa que Alejandro está enojado al

escuchar la noticia.

—Lo siento mi amor, sé que no estaba planeado y… —Alejandro la enmudece

abrazándola efusivamente.

—Gracias…. —Alejandro susurra lleno de dicha mientras la estruja entre sus brazos.

—No estás enojado…

—Me has hecho el hombre más feliz del mundo. —Ginebra siente un gran alivio y se

cuelga de su esposo, todos en la mesa los miran conmovidos.

—¿Es una buena noticia no? — dice Sasha con una sonrisa.

—Me alegro por ellos, después de todo se merecen ser felices. —expone Blander

mientras intenta abrazar a Yubel.

—Ni se te ocurra ponerme el brazo encima. —le dice la mujer con una mirada

amenazante.

—Será en otra ocasión entonces jeje. —responde Blander apenado.

—¡Brindemos por nuestros amigos y su pequeño bebé! —manifiesta Osmar con

alegría.

—¡Salud!

Los amigos de Alejandro los rodean para felicitarlos y esa noche todos cenaron hasta

saciarse, Alejandro trajo uno de sus últimos vinos para celebrar con ellos y se dio la

una de la mañana y ellos seguían hablando, se le notaba a Alejandro la felicidad en el

rostro luminoso y radiante.

Por otra parte, Ginebra estaba cerca de la fogata cubierta con un chal, apoco tiempo de

irse a acostar y entonces Sasha se le acerca con un té de frutos rojos.

—¿Qué haces?

—Aun no tengo mucho sueño, pero pronto me iré a descansar.

—¿Cuántos meses tienes de embarazo?

—Dos meses, aún es muy pequeño, bueno aún no sé cuál será su sexo, pero algo me

dice que será niño, no sé, es una corazonada. —dice Ginebra con una tierna sonrisa.

—Nunca te había visto sonreír, ahora entiendo porque le gustas tanto al amo, digo, a

Alejandro, aun no me acostumbro a llamarlo por su nombre. —expresa Sasha con una

sonrisa nerviosa.

—No te preocupes, gracias por el té, está muy rico.

—¿Enserio? Me alegro, es la primera vez que hago uno.

Sasha era una mujer alta de tez blanca y cuerpo delgado, su cabello era largo y

castaño, solía ser una duquesa, una mujer adinerada y llena de todo tipo de lujos,

estaba casada con hombre obeso que la tenía como un trofeo, era tan depravado que

solo la veía como un objeto para sus bajos instintos, ella lo soportaba todo con tal de

no perder su título de nobleza, en sus tiempos el divorcio era tan mal visto que aquellas

mujeres que se separaban de sus esposos lo hacían a escondidas, pero eran

repudiadas y discriminadas de tal forma que su vida quedaba prácticamente arruinada

y qué decir de volverse a casar, su única opción si eran jóvenes era trabajar en un

burdel como prostitutas, ningún hombre las tomaba en serio, así que Sasha vivía una

vida lujosa a cambio de satisfacer a un hombre malvado. Un día su marido se pasó de

la raya, experimentaba todo tipo de cosas con ella, su dignidad se había esfumado y

había llegado la desesperanza, aquel monstruo ya no se complacía con nada así que

decidió azotarla hasta dejarla sin vida, bueno, eso es lo que el creyó al verla inmóvil,

tirada en su propia sangre y entonces optó por meterla en un costal y tirarla en un

callejón húmedo, obscuro y solitario, lo que no sabía era que en ese pasillo le esperaba

la muerte, un vampiro yacía cubierto por la oscuridad, hambriento y con deseos de

matar, entonces aquel demonio le quitó la vida de la peor manera, una vez que terminó

la curiosidad y el olor de tanta sangre lo llevó a revisar a aquel sucio costal y entonces

vio a Sasha, desnuda y a punto de morir desangrada, él estaba dispuesto a devorarla

cuando un susurro débil y casi imperceptible le dijo: Muérdeme y en ese momento los

ojos de aquel vampiro se iluminaron y convirtió a esta mujer en una vampira, aquel

vampiro era nada más y nada menos que Osmar.

—Gracias, realmente lo estoy disfrutando mucho.

—Por cierto, Sasha, ¿Cuál es tu comida favorita? —le pregunta Ginebra curiosa.

—Bueno, antes mi comida favorita era la sangre de los jóvenes jeje, pero… diría que




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