Un año había pasado desde que Emir y Valeska habían llegado al castillo principal,
eran adorados por los vampiros quienes los veían como unas deidades, habían dejado
de extrañar a Alejandro y los que antes creían que su abandono al trono había sido un
error hoy están agradecidos, pues consideran que la ascensión de los vampiros está
más cerca que nunca, aunque había otros que celosos, dudaban de la capacidad de
esos niños para dirigir a un pueblo tan majestuoso.
Por otro lado, el entrenamiento de Lía había comenzado, en ese año peleó contra su
madre para desarrollar una buena defensa y un combate cuerpo a cuerpo impecable,
estar en el mundo espiritual requería más esfuerzo de lo normal, la densidad y la
gravedad en ese plano era más pesada así que en el mundo de los vivos Lía sería
mucho más ágil, en solo un año ella se había desarrollado de manera satisfactoria
según los ojos de Beatriz quien con el corazón en la mano se estaba despidiendo de su
amada hija.
—¿Apenas pasó un año? Se sintió como si hubieran pasado dos… —expresa Lía con
seriedad.
—Para mí ha sido un tiempo muy corto. —expone Beatriz con tristeza.
—Entonces este es el adiós…—Lía retiene las lágrimas en sus ojos, no quiere
preocupar a su mamá de nada.
Beatriz se acerca a Lía y con sus manos sostiene su pequeño rostro y junta su frente
con la suya.
—Estoy orgullosa de ti mi amor, tienes lo mejor de mí y lo mejor de tus padres, eres
valiente y disciplinada, madura y entregada a tu deber, has sido una buena aprendiz y
ver lo que has logrado en este año me da la tranquilidad de pensar que podrás valerte
por ti misma en este mundo.
—Tú me has enseñado bien mamá.
—¿Me odias por dejarte aquí? —le pregunta Beatriz angustiada.
—Nunca podría odiarte mamá.
—¿Entonces por qué estás tan seria?
—Porque si pienso en que no te veré más siento que voy a romperme y no quiero que
tu ultimo recuerdo de mí sea llorando, quiero que sepas que estoy firme en esta
decisión que hemos tomado.
—Lía… aun en estos momentos eres tan considerada.
—Prométeme que lo primero que harás estando en la tierra de los vivos será darle esto
a Leonardo.
Lía le entrega a Beatriz una caja y ella la mira con atención.
—Te lo prometo.
—Y una cosa más, si es que no te molesta lo que te haré prometerme.
—No, pídeme lo que sea por favor.
—Deja de darle largas a Leonardo, sé que los dos se aman con todas sus fuerzas, deja
de tener ese anillo como un adorno y cásate con él, sé que piensas que debes hacerte
más fuerte, pero, tú eres más fuerte con él, no te resistas al amor y se feliz, por favor,
hazlo por mí, me dará más tranquilidad saber que están juntos después de tanto
tiempo. —Lía toma a su mamá de las manos y le sonríe mientras añade. —no te
preocupes por mí, o por el hecho de que no asista a la boda, ese día les hare notar mi
presencia, lo prometo.
—A estas alturas no sé si Leonardo seguirá deseándome como su esposa, debe estar
rodeado de vampiras hermosas, si fuera a si no se lo echaría en cara, lo he
abandonado demasiado, soy muy egoísta.
—Creo que aun estas a tiempo de resolverlo. —Lía le sonríe con dulzura.
Hasta pronto mi niña hermosa… déjame contemplarte y grabar tu rostro en mi
memoria, la próxima vez que te vea ya serás una mujer… —las lágrimas ruedan por el
rostro de Beatriz y le da un beso a su hija.
—Por suerte yo seguiré viéndote igual de joven y bella.
—Te estaré esperando hija mía.
Beatriz y Lía se despiden con un fuerte abrazo y entonces la bruja de Misfa desaparece
frente a sus ojos haciendo que Lía caiga de rodillas y se ponga a llorar a voz en cuello.
De pronto Lilith es invocada por Lía y esta adopta su forma humana y acuesta a la niña
en su regazo.
—Yo no me iré a ningún lado, me quedaré contigo hasta el final pequeña ama.
—Mi mamá se ha ido Lili… me ha dejado… —Llora Lía a mares mientras aquel
demonio le acaricia el cabello con empatía.
Quien diría que la mujer de los lamentos terminaría siendo parte de aquella joven bruja,
de pasar a querer comerla y devorar su alma pasó a desarrollar un instinto de lealtad
hacia la niña, desde la vez que Lía hizo su primera invocación cuando su madre estaba
en peligro no volvió a invocar a aquellas criaturas míticas excepto a Lilith, ella ha sido
su compañera desde hacía seis años, no es que Lilith dejara de ser un demonio, pero
era uno muy especial, uno capaz de sentir, uno capaz de amar.
Lía por fin se ha calmado y entre sollozos le dice a su querida Lilith.
—Ahora solo somos tu y yo, sobrevivamos a este mundo.
—Sí, ama.
El llanto ahogado de Beatriz sacude el bosque, se deja caer al suelo mientras se agarra
el pecho con dolor, ha dejado a su hija atrás y aun que quiere regresar por ella sabe
que no puede interrumpir su entrenamiento, tendrá que esperar varios años para volver
a verla.
—Me siento tan miserable… ninguna madre debería hacer esto… yo solo quiero
protegerla, pero ¿por qué me siento tan culpable? —Beatriz está acostada en el suelo
tan deprimida que no se percata de la mirada de aquel cuervo misterioso.
Los ojos de aquella ave oscura se posan fijos y filosos sobre la bruja, son la ventana
donde la hechicera más temible observa a quien le da tanta curiosidad.
—Sí que eres una mala madre. —murmura una voz seductora.
Bitchancy yace sentada en un trono de hierro, cobijada por la oscuridad que la rodea,
una dama excelsa, brillante, poseedora de una belleza atrapante, sus ojos violetas