Las criaturas sobrenaturales rodean a nuestros amigos, babean con la sangre que les
escurre de las heridas provocadas por sus afiladas garras, hambrientos, molestos y
rabiosos esperan la orden de su creador para poder devorarlos.
Alejandro se mantiene erguido, concentrado, los alaridos dejaron de hacer efecto en él
y mira a su alrededor, clavando su mirada en el Wendigo.
—¿Tuviste que armar tu propio ejército usando personas inocentes? ¿Tanto miedo nos
tuviste demonio? —le pregunta Alejandro con enojo.
—Sabes mejor que nadie que mi especie es rencorosa, además, los humanos nos
pertenecen, podemos hacer con ellos lo que nos plazca, ¡empezando con esos
desdichados y terminando con ustedes!
El Wendigo pega un enorme salto y se abalanza contra Alejandro separándolo del
grupo.
—¡Señor! —grita Blander preocupado.
—¡Amo! —Dafne se distrae y es atacada por uno de los quebranta huesos, pero Levy
se interpone y recibe un arañazo en su lugar.
—¡No se distraigan! ¡acabemos con estas escorias para poder ayudar al jefe!
—¡No son escorias! Son humanos…—expresa Blander dolido.
Dafne, Levy, Blander y Alejandro se habían estado cubriendo de sus golpes más nunca
los atacaron, no se defendieron, tenían la fuerza para enfrentarse a ellos, pero no la
voluntad, sabían que esas criaturas hambrientas eran humanas, no tenían idea si
volverían a la normalidad o si estarían malditos de por vida, pero no tenían el coraje de
lastimarlos…
—¿Cómo vamos a vencerlos si no podemos hacerles daño? — pregunta Levy mientras
enfrenta a uno de ellos.
—No lo sé…solo nos queda resistir hasta que encontremos la forma de acabar con el
Wendigo. —le responde Blander con frustración.
—¡Ay! ¡No podremos retenerlos toda la noche! —manifiesta Dafne furiosa.
—Tenemos que intentarlo, por lo menos hasta que el amo acabe con el demonio
principal, estoy seguro de que tampoco quiere lastimarlos.
Levy, Dafne y Blander se miran sus heridas, por suerte son superficiales, pero no están
acostumbrados a sentir dolor, ni a sangrar, es extraño ver que no pueden regenerarse,
es terrorífico saber que ya no son inmortales y que deben procurar salir vivos de esta
batalla.
Por otro lado, Sifri corre a gran velocidad, el frio es descomunal y su pecho comienza a
arder y le falta el aire, ser humana es limitante y también lo resiente, en otros tiempos
podría encontrase con Ginebra tan solo con percibir su olor y ahora parecía que había
llegado demasiado tarde, a lo lejos ve a Ginebra la cual esta tirada en la intemperie y
cubierta de sangre.
—¡Ginebra! —Sifri se apresura y la toma entre sus brazos con urgencia.
—¿Qué es lo que hiciste?... —Sifri mira a su alrededor y se percata de que había
molido algo en aquella piedra y cae en cuenta de que Ginebra ha ingerido la perla
sanadora.
—Ginebra…
Ginebra seguía inconsciente, escuchaba los gritos de Sifri como vagos ecos en una
cueva lejana, se encontraba descalza en un lugar oscuro y lleno de neblina, pareciera
que estaba caminando sobre el agua.
—Alguien susurra mi nombre…debo estar agonizando…esto parece un puente entre la
vida y la muerte…
Ginebra mira a su alrededor y todo esta oscuro, pero al avanzar un poco más empieza
a escuchar una voz familiar.
—Pudimos hacerlo Lilith, podremos dormir un rato…
—¿Lía? —Ginebra mira hacia sus pies y de repente las aguas se convierten en una
especie de espejo y puede ver a la aprendiz de bruja quien se esconde en una cueva,
Lilith tiene su forma de lobo y la rodea para mantenerla caliente.
Ginebra estaba en una especie de limbo, un lugar donde están las personas que se
encuentran luchando por su vida, las que agonizan y las que se quedan en coma.
—¿Por qué estás tan sucia? ¿Por qué tienes todas esas heridas?... —Ginebra cae en
cuenta de la situación en la que se encuentra, puede ver el mundo espiritual, aunque
aún no puede tocarlo.
—Entonces aún no he muerto…
De repente el lugar donde se encuentra se distorsiona y parece que una gravedad
extraña la eleva, pero al mismo tiempo cae y su rostro vuelve quedar en el piso y es ahí
donde su corazón se llena de angustia.
Una delgada tela la separa de Alejandro, su esposo se enfrenta salvajemente con una
criatura espeluznante.
—Alejandro…
Sus ojos se abren llenos de miedo al ver como las garras de aquella bestia le rasgan el
pecho a su amado.
—¡Alejandro! —la visión que tenia de Alejandro desaparece de la nada y su corazón se
llena de angustia y desesperación.
—¡Maldición! cómo puedo ser tan débil, la vida de mi esposo corre peligro y yo estoy
aquí sin poder hacer nada…—Ginebra se lamenta y llena de dolor se reúsa a terminar
de esa forma.
—Lo único que quiero es serle de utilidad…aunque sea solo por esta vez quiero ser de
utilidad para él… ¡por favor! ¡no quiero morir siendo una carga!
El dejó de ser un rey por mi… abandonó su inmortalidad para poder estar junto a mí…
¿Qué he hecho yo por él? Solo le he causado problemas…por eso tengo que
sobrevivir, tengo que ser una con la perla…
De repente, el ruido de algo recorriendo las aguas llama la atención de Ginebra, quien
se limpia las lágrimas al ver que algo se mueve debajo de ella.
—¿Sirena roja? —Ginebra toca las aguas al igual que la sirena y al juntar sus manos
Ginebra se sumerge en las aguas.
Por instinto Ginebra aguanto la respiración, pero se dio cuenta de que podía respirar
sin ningún problema y entonces alguien toca su espalda con delicadeza, era la sirena