Ginebra había despertado en los brazos temblorosos de Sifri, su corazón sintió un gran
alivio al ver a la mujer de su señor recuperar el color en sus mejillas, las heridas
internas que la perla le había causado sanaron rápidamente, haciendo que Ginebra
pudiera levantarse sin dolor.
—¡Ginebra! ¿Estás bien? ¿Qué es lo que hiciste? ¡creí que habías muerto! —le dice
Sifri mientras la ayuda a levantarse.
—¿Recuerdas la perla sanadora de la sirena roja? —le pregunta Ginebra mirándola
fijamente.
—Sí, claro que sí, ¿Qué paso con ella? ¿No la ingeriste toda? ¿Dónde está? —le
pregunta Sifri confundida.
—La estás viendo ahora mismo. —Ginebra le cuenta todo a su nueva amiga mientras
se dirigen a toda prisa hacia donde se encuentran Alejandro y los sobrevivientes.
—No puedo creerlo… ¿Cómo es que Ginebra se unió al espíritu de una sirena? No
entiendo cómo es que ella ahora tiene el poder sanador de la perla, no sé si enloqueció
o si realmente las cosas son como ella dice, pero no tenemos que esperar más tiempo
para descubrirlo, Alejandro y los demás necesitarán toda la ayuda posible para poder
derrotar a esa criatura. —se dice Sifri en sus adentros mientras corren apresuradas
hacia el bosque.
—Seguramente Sifri no me cree, estoy segura de que no fue una alucinación, sé que el
encuentro con la sirena madre fue real y que puedo ayudar a mis amigos con el poder
de la perla. —Ginebra corre aún más rápido, confiada en que podrá ser de utilidad.
Mientras tanto….
Alejandro se encuentra frente a el Wendigo, deteniendo sus enormes garras mientras
este intenta arrancarle la cabeza de un mordisco, sus afilados colmillos casi le rosaban
la piel del rostro y su espesa baba le caía como grandes gotas mientras el vapor de su
espeluznante hocico se esfumaba en el aire, Alejandro podía ver como las cuencas de
los ojos de esa bestia reflejaban un abismo infernal que lo hacían sentirse encerrado.
—Ahora que no posees tu poder será más fácil devorarte. —le dice el Wendigo entre
gruñidos y añade con seguridad. — Aunque ya no seas el rey, estoy seguro que tu
cabeza será un gran trofeo.
—Ese es el problema de las bestias descarnadas como tú, abundan en fuerza, pero…
¡carecen de sentido común!
Alejandro lo empuja con sus pies, pegándole en la boca del estómago arrojándolo con
fuerza contra un árbol y con rapidez coge una rama afilada y lo empala dándole en el
otro ojo, cegándolo por completo.
El Wendigo emitía unos alaridos agudos he inquietantes, se retorcía de dolor mientras
se sacaba la rama del ojo, sangre verde y brillante le chorreaba a montones, mientras
gritaba sus criaturas se cubrían la cabeza, los sobrevivientes incluso vomitaban,
algo tenían sus alaridos que al escucharlos los aturdían, hacían que sus cuerpos se
sintieran débiles y su vista se pusiera nublada.
—¡Que ya se calle! — gritaba Mirten angustiado.
—Siento que voy a desmallarme… —exclamo Dafne quien se desploma apoyada en
Levy.
—No podemos seguir así ¿Qué clase de ayuda seremos para Alejandro si seguimos
considerándonos débiles por ser humanos? Nuestra debilidad esta en nuestra mente
¡somos más fuertes de lo que creemos! ¡concéntrense! Por algo nos eligió a nosotros
para acompañarlo, no hagamos que se arrepienta. —les dice Blander al mismo tiempo
que se golpea al rostro y se abalanza contra uno de los quebrantahuesos.
Motivados por las palabras de Blander, Mirten, Levy y Dafne cobran fuerzas y
continúan peleando contra las criaturas que no dejan de herirlos con sus garras, la
sangre les produce un hambre desesperada y más rabiosos se les aventaban.
—¿Acaso crees que por dejarme ciego vas a tener ventaja sobre mí? ¡Tú y yo no
somos iguales! ¡yo soy un ser sobrenatural! Y tú eres un simple humano.
El Wendigo arrojó la vara con desdén y camino confiado hacia Alejandro, un aura
verdosa le emanaba del cuerpo y su forma comenzó a cambiar drásticamente, su
tamaño se duplico, sus músculos se hicieron más fuertes y sus garras brillaban a la luz
de la luna como espadas, de las cuales salía un líquido viscoso, se trataba de un
veneno mortal.
—¿Qué está haciendo? —pregunta Mirten quien observa como el Wendigo desvía la
mirada hacia sus criaturas.
Este ser descarnado gruño llamando la atención de los quebrantahuesos y ellos
comenzaron a retroceder, el Wendigo los tenía en la mira, quería hacerse más fuerte
así que planeaba comérselos para así regenerar su vista y poder acabar con Alejandro
de una vez por todas, pues, aunque este ya no era el rey de todo, seguía siendo
valiente y fuerte.
—¿Adónde crees que vas? Creí que no necesitabas mucho esfuerzo para asesinarme.
Alejandro se trepa con rapidez a su espalda, tomándolo de sus astas y lo jaló hacia
atrás con la intención de desprenderle la cabeza, la fuerza que Alejandro poseía era
más de la que el Wendigo esperaba, pues terminó desprendiéndole las astas como si
arrancara dos zanahorias de la tierra.
El Wendigo gritó lleno de dolor, llamando la atención de Ginebra y Sifri quienes corrían
a toda prisa.
—¿Escuchaste eso? —le pregunta Ginebra llena de adrenalina.
—Sí, no estamos tan lejos de ellos, si nos apresuramos podremos llegar a tiempo.
—Resiste Alejandro… no sé si están heridos, pero nadie lograra lastimarlos, yo sanaré
cualquier herida, por fin podré serte de utilidad…espérame.
Ginebra corría con todas sus fuerzas, motivada por el deseo genuino de ayudar a sus
amigos, pero mientras ella aún seguía en camino, su esposo y los sobrevivientes