El amante infernal (libro 2)

El inicio de una guerra

Ginebra les contó todo lo que había pasado, siguió hablando a pesar de los rostros

llenos de confusión e incredulidad de sus amigos, Alejandro en cambio la miraba con

una total seriedad y con esa mirada fiera, Ginebra sabía que estaba en problemas o al

menos eso creía y una vez que estaban a solas en su habitación Alejandro por fin se

dirigió a ella.

—¿Entonces ahora tienes el poder de la perla? —le pregunta Alejandro sin siquiera

mirarla a los ojos.

—Eh, sí…—le responde Ginebra con timidez.

—¿Por qué me desobedeciste?

—Alejandro, yo… —Alejandro la interrumpe de golpe.

—¡Te dije que te quedaras aquí! al cuidado de Reinar y con tu padre.

—Lo sé, pero tenía que hacer algo más, ser de utilidad para ustedes, mi padre cuidó

bien de Reinar y los sobrevivientes a la vez cuidaron de ellos. —le dice Ginebra con

frustración al ver la molestia de su esposo.

—¿Por qué no puedes seguir mis órdenes Ginebra?

—¿Tus ordenes? Soy tu esposa, no una de tus subordinados.

—¿Qué no ves que solo quiero protegerte? Pudiste haber muerto en tu intento de ser

una heroína.

—¡Todo este tiempo solo he sido una carga para ustedes! ¡estoy harta de que siempre

tengas que salvarme!... quería ser fuerte, o al menos servirles de algo, probar que

puedo hacer más por nosotros, solo quería probar que podía ser útil. —expresa

Ginebra con molestia.

—Entonces tu motivación fue egoísta, ahora tienes un poder que se volverá un peso y

una carga para ti, te verás envuelta en muchos problemas por esto.

—Creí que estarías feliz por mí. —le dice Ginebra apretando los puños.

—Estoy feliz de que estés viva y de que mi hijo no haya perdido a su madre.

Alejandro sale de la habitación dejando a Ginebra con un mal sabor de boca.

—Pensé que nuestros problemas matrimoniales iban a terminar con esto…

En el momento en el que Alejandro salía de la habitación se topó con Dafne quien

corría a avisarle que Osmar, Tairen y Sasha habían vuelto por fin con los

sobrevivientes.

 

—¡Alejandro! Los sobrevivientes ya vienen, podemos verlos desde las colinas, son más

de los que esperábamos. —le dice Dafne con una enorme sonrisa mientras que se

calla en cuanto ve a Ginebra asomarse también.

—Gracias por avisarme, ordénale a los demás que preparen la comida y la bebida,

tenemos que recibirlos con alimento para que recuperen las fuerzas. —le dice

Alejandro mientras se pone su chaqueta y se va con Dafne tras él.

Ginebra sentía celos de Dafne, sentía que de alguna manera estaba usurpando el lugar

que le correspondía como ayuda de Alejandro, así que la miraba con recelo y casi no

convivía con ella.

—¿Alejandro? ¿En qué momento comenzó a tutearlo? Se supone que es a mí a quien

debería pedirle esas cosas, no a ella, yo soy la señora de este lugar, pero Dafne se la

pasa detrás suyo como si nada.

Ginebra pasaba mucho de su tiempo mirando a Dafne y se comparaba con ella, con la

hermosa rubia que alguna vez fue la amante del antiguo rey y en su inseguridad se

preguntaba si ella también fue una de las amantes de Alejandro y por consideración se

lo estaba ocultando.

Mientras su mente divagaba en esos pensamientos, Sifri fue por ella para que también

recibiera a los sobrevivientes como mujer de Alejandro.

—¿Qué estás haciendo ahí escondida? ¡vamos! Nuestros hermanos querrán conocer a

la esposa de su señor. —le dice Sifri entusiasmada.

—¿A mí?

—Sí, ¿A quién más? Jaja, apresúrate. —Sifri la agarra del brazo y se la lleva.

—¡Amo! ¿Ya los vio? —le dice Mirten lleno de alegría.

Alejandro subió a la colina para divisar aquella gloriosa imagen, el aire fresco ondeaba

su hermoso cabello dorado y sus ojos azules brillaban llenos de emoción, estaba

conmovido al ver a más de quinientos sobrevivientes a la abstinencia.

—Mira todo lo que has construido Alejandro, estamos muy orgullosos de ti, el amor que

le tuviste a tu familia causó todo esto. —le dice Víctor a Alejandro mientras disfruta del

paisaje.

—No, cada uno de ellos tuvo el valor de recuperar su humanidad a pesar del dolor y la

incertidumbre.

—Pero tú los inspiraste. —le dice Dafne con lágrimas en los ojos y añade. —así como

lo hiciste con nosotros.

—¡Señor hemos regresado! —Gritaron Osmar, Tairen y Sasha llenos de júbilo.

—Bienvenidos a casa amigos…

 

Todos estaban sorprendidos con lo que estaban viendo, Víctor le había dado a Reinar

a Dafne mientras él acompañaba a Alejandro a recibirlos, pero ella los siguió también.

—Aquí están los sobrevivientes, son más de los que teníamos contemplados como

puede ver. —le dice Osmar apenado.

—¡Amo! —los quinientos sobrevivientes se arrodillaron al mismo tiempo postrándose

delante de Alejandro y añadieron llenos de gratitud y respeto. —sabemos que somos

más de lo que usted tenía contemplado, pero le traemos presentes para que no

seamos una carga para usted.

Los sobrevivientes traían consigo animales de carga, hermosos caballos de sangre

pura, ovejas, asnos, borregos, conejos, vacas y todo tipo de semillas para plantar

árboles frutales y árboles frondosos, traían ropas finas, telas de la mejor calidad,

cantidades estrafalarias de oro y plata, junto con todo tipo de piedras preciosas, todos

ellos eran ricos y saludables, trajeron armas de todas las clases y todo lo pusieron a la

disposición de Alejandro.

—Esperamos que se alegre con nuestros presentes.

—Aun si hubieran venido con las manos vacías los habríamos recibido con la misma




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