La lluvia caía constante, como un velo frio que venía acompañada de su hermoso
vestido blanco, la niebla se escurría por cada rincón, visitando los pueblos y sus
alrededores, se inmiscuía delicadamente pintando el suelo de blanco y el frio era su
novio, los escalofríos y el rechinar de los dientes era su música nupcial, después de
que el rey de todo renunciara a su inmortalidad y se sometiera a la abstinencia logró
recuperar su humanidad y muchos lo siguieron, cientos de vampiros siguieron su
ejemplo y se volvieron humanos junto con él, después de muchas pruebas y obstáculos
lograron resistir ante los ataques violentos de algunos seres sobrenaturales y les
declararon la guerra, nombrándose a sí mismos cazadores, el mundo sabría que ahora
serian protegidos por hombres con fuerza sobre humana, capaz de destruir a los
monstruos con su valentía.
Los hombres sabían que detrás de los muros de las tierras altas vivían sus salvadores,
quienes se preparaban constantemente para la batalla, el nombre de Alejandro era bien
conocido, era el amor platónico de toda dama noble, desde la mujer más adinerada
hasta la más humilde de todas, él y sus valientes eran considerados héroes, a pesar de
esto no eran amados en todos lados.
La iglesia se había apoderado de la mente de los más ignorantes, había tomado gran
fuerza he influencia sobre las personas vulnerables, la gente vivía con miedo y los
líderes religiosos se aprovechaban de eso.
Los monstruos acechaban a todas horas, devorando a niños, mujeres y adultos, no
tenían compasión de nadie, había criaturas de todo tipo, brujas, demonios, espíritus,
goblins, minotauros, duendes y muchas criaturas espeluznantes más.
Ya no se ocultaban, por eso la contratación de cazadores era muy demandante, y eran
muy solicitados por todos, volviéndose los enemigos número uno de los monstruos.
Había un pueblo llamado San Carlo, un lugar de comercio, donde el dinero abundaba
para los ricos, mientras que la clase media y baja luchaban cada día para sobrevivir al
hambre y a los demonios que los acechaban, en ese pueblo vivía Selene la sirvienta
que había quedado embarazada de Bardos, ahora era una mujer de cuarenta y siete
años, ella y su hija Lucia se habían mudado a San Carlo abandonando Valle de cobre,
un lugar que les causaba tantas tristezas y añoranzas, Selene junto con su hija eran
una de las familias más adineradas y prosperas del pueblo.
—¿Cuánto le debo?
—Serian treinta monedas de plata por el abrigo señora Landez. —le respondió la
empleada de la tienda de ropa, quien había ido a la mansión de Selene a llevarle su
encargo, pues ese pueblo era realmente frio.
—Aquí tienes.
—Se lo agradezco. —le respondió la muchacha pelirroja con una sonrisa.
—¡Oye! —le grito Selene a la joven quien tenía la nariz fría y los labios partidos por el
frio.
—Le pediré a uno de mis hombres que te acompañe hasta la tienda, hay mucha niebla
y está helando ¿cómo puede mandarte tu patrona con este frio? Le dije que pasaría
mañana por él.
—Por favor no se preocupe por mí, mi jefa es algo temperamental, no vaya hacer que
me regañe o me descuente el día por esto. —la muchacha tenía miedo en sus
palabras, era delgada y de piel maltratada, la ropa que tenía era tan vieja y delgada que
casi no la cubría del frio.
—Entonces espérame aquí, te daré algo para que te cubras. —Selene le ordeno a una
de sus criadas que le trajera un abrigo aborregado que ya no utilizaba y se lo entregó a
la joven entre las rejillas de la puerta y al rozar las manos de la chica, Selene pudo
notar lo frías que las tenía.
—¿Qué es esto? —preguntó la pelirroja confundida.
—Es para ti, te lo regalo.
—¿Qué? No puedo aceptarlo, es muy caro, mi jefa creerá que lo he robado.
—Dile que es un regalo de mi parte, está haciendo demasiado frio y hasta acá puedo
escuchar tus dientes temblar, quédatelo, o véndelo para que saques dinero extra para
tu familia, si tu jefa insiste en tratarte mal ven conmigo, yo te daré trabajo en mi casa
como sirvienta de mi hija, tienen casi la misma edad.
—¿De verdad? Muchas gracias señora Landez, es usted muy amable.
—No digas eso, vete antes de que se haga más tarde.
—Le agradezco mucho. —la pelirroja le hizo una reverencia y se fue con una tierna
sonrisa, mientras caminaba sumergía sus mejillas en la afelpada piel de aquel abrigo
que la calentaba, olía el delicioso aroma de una prenda limpia y perfumada.
Mientras la joven caminaba por el solitario sendero hacia su trabajo comenzó a sentir
miedo, pues sentía que alguien la iba siguiendo y entonces recordó los rumores de los
que había escuchado.
Algunas jóvenes de los alrededores habían desaparecido, encontraban sus cuerpos en
las calles, desnudas y con marcas de mordidas por todas partes, estranguladas, con el
cuello roto o degolladas las encontraban, ultrajadas por las horribles criaturas llamadas
goblins.
—Tengo que apresurarme… —la muchacha corrió con todas sus fuerzas y sin mirar
atrás apretó el paso, hasta que por fin llegó al local donde trabajaba.
—¿Laila eres tú? —pregunto una voz ronca y vieja.
—¡Si señora! ¡soy yo!
—¿Tienes el dinero?
—Sí, aquí tiene.
—Espérame, iré yo misma. —la patrona de Laila era una mujer mayor de al menos
130kilos, tenía la piel arrugada llena de horribles lunares, le tenía mucha envidia a su
empleada, la trataba como a una sirvienta, dejándola dormir solo cuatro horas en la
noche y despertándola antes de las cinco de la mañana para que le sobara el cuerpo