El amante infernal (libro 2)

Los goblins y el aspirante a cazador

En estos tiempos perversos, las mujeres tenían miedo de salir solas a caminar, el

temor a los hombres era mínimo comparado con el terror que sentían con la sola idea

de pensar en encontrarse con esos violadores llamados goblins, seres verdosos o

grisáceos de un metro y medio de estatura, con afiladas garras, colmillos puntiagudos y

ojos siniestros que disfrutaban de los placeres que el cuerpo de las mujeres hermosas

les podían dar.

Uno de los hombres más ricos de San Carlo se había encontrado en secreto con Mirten

y le había ofrecido una importante suma de dinero a cambio de exterminar a todos los

goblins de la cueva que se encontraban acechando en las orillas del pueblo, la hija

mayor de este hombre había sido abusada por estas criaturas y por suerte había sido

encontrada con vida, su hija había quedado en shock, temblaba y se hacía encima,

pues el trauma que tenía era muy grande.

Mirten había pedido el permiso de Alejandro para llevar a Reinar con él, en esa misión,

ya que ahora tenía dieciocho años y estaba listo para mostrar su valentía y ser un

cazador, pero para esto, Reinar debía matar a su primer monstruo y llevar su cabeza

ante los cazadores para la iniciación y formar parte de estos guerreros valientes.

Así que Reinar y Mirten se enlistaron y dieron caza a este grupo de goblins, hasta que

por fin dieron con su ubicación y mataron a filo de espada a treinta de ellos.

—¿Estás seguro de que son todos? —le pregunta Reinar confundido.

—Sí, no hay más en la cueva, solo ropa de mujer y huesos.

—Según el informe del hombre los goblins eran treinta y cinco. —le djio Reinar con

seguridad.

—Deben estar acechando en las afueras del pueblo o en los caminos solitarios.

—exclamo Mirten pensativo.

—¿Cuál es el camino más transitado en San Carlo? —pregunto Reinar con seriedad.

—No recuerdo el nombre, pero está cerca de aquí. —en ese momento, Reinar y Mirten

escucharon un fuerte grito que provenía del lugar que buscaban.

Mientras tanto, unos minutos antes…

—El corazón me va a explotar, estoy corriendo lo más rápido que puedo, no sé por que

tengo tanto miedo, ya voy a la mitad del camino, no podrá alcanzarme. —Laila corría a

toda velocidad, no llevaba nada consigo, salvo el abrigo que Selene le había regalado,

su patrona la había descubierto mientras Laila abría la puerta para salir, así que la

persiguió como pudo, arrojándole piedras y gritando que era una ladrona y que la

metería a la cárcel.

Empapada en sudor y sumergida en el cansancio y el ardor que sentía en el pecho, se

detuvo, ya no podía escuchar a su patrona insultarla, así que dio por hecho que la

 

había perdido y cuando más aliviada se sintió, su jefa le arrojó una piedra en la cabeza

haciéndola sangrar.

—¡Eres una miserable! ¿Cómo te atreves a abandonarme? ¿Quién cuidara de mí

cuando sea más vieja? ¿Quién va a sobarme el cuerpo maldita ingrata? —le gritaba la

anciana mientras se ahogaba de tanto correr.

—¡Déjeme en paz! ¡No regresaré con usted! —le gritaba Laila mientras trataba de

levantarse, pues el golpe en la cabeza la tenía desorientada y mareada.

—Te matare maldita… yo…! ahh! —de repente su patrona gritó aterrada mientras salía

corriendo de ahí, Laila no sabía qué estaba pasando pues aún veía borroso, mientras

gateaba para apoyarse, chocó con algo frio y duro, enfocó la mirada y estaba tocando

unos enormes pies verdosos con unas uñas amarillas y maltratadas y al levantar la

vista se dio cuenta de que estaba frente a un goblin.

—¡Ahh! —Laila intentó huir, pero era inútil, detrás de ella había más criaturas, estaba

rodeada de esos monstruos.

Los goblins a su alrededor reían maliciosos, se relamían el hocico mientras hablaban

su lengua, un idioma extraño y estremecedor.

—Dios mío… —Laila se encogió de hombros y se puso a llorar, resignada a afrontar su

destino, pues los goblins la agarraron de las piernas y las manos con fuerza para

someterla y dejarla inmóvil para cometer su fechoría, el quinto goblin comenzó a

rasgarle la ropa, querían abusarla por turnos y cuando el malvado monstruo estaba

apunto de lastimarla reinar llegó por detrás y le cortó la cabeza, Mirten no podía

intervenir con la caza de Reinar, eran las reglas y Alejandro le había prohibido

ayudarlo, pues un cazador debía valerse por sí mismo y más el hijo de sus entrañas al

que tanto amaba.

—¡Alejate! ¡ve a un lugar seguro! Yo matare a tus agresores, pagaran por lo que te

hicieron. —Reinar miro a Laila con una mirada ardiente, estaba furioso, odiaba las

injusticias y sobre todo aborrecía a los seres sobrenaturales.

—¡Cuidado! —grito Laila con todas sus fuerzas, pues los cuatro goblins restantes se

lanzaron contra Reinar al mismo tiempo causándole dolorosas heridas en los brazos,

pero Reinar era apasionado y un excelente guerrero al igual que su padre, valeroso y

fuerte, así que de un tajo los eliminó, las cabezas de las criaturas rodaron por el suelo.

—¿Cómo pudo derrotarlos el solo? ¿Quién es este joven? —se preguntaba Laila

sorprendida, estaba agradecida, pero no podía levantarse de la impresión, así que

Reinar se dirigió a ella para ver si estaba bien.

—¿Esta herida? —le pregunto el joven con preocupación.

 

—Solo tengo algunos arañazos… tú estas más lastimado que yo, permíteme hacer

algo. —Laila se arrancó algunos trozos de su viejo vestido y se los amarró en los brazos

a Reinar para que sus heridas dejaran de sangrar.

—No tienes que hacer esto, es parte de mi victoria, las heridas que llevo representan




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