El amante infernal (libro 2)

Encuentro inesperado

Aquel camino estaba rodeado de un paisaje grisáceo, tan nublado y frío que deprimiría

a cualquiera, pero no a Selene quien iba en ese carro con el corazón deseoso de por

fin ver los muros desde esa llanura, las proezas y hazañas que se contaban de los

cazadores eran increíbles y los humanos se sentían seguros con ellos, aunque no

todos los amaban, se corría el rumor de que aquellos vengadores no eran nada más

que antiguos demonios que solo buscaban el momento justo para someter de una

manera más cruel a la humanidad, había lugares donde los corrían, pueblos donde los

recibían con piedras a causa de los curas o sacerdotes que engañaban a los

pueblerinos con toda clase de patrañas para mantenerlos con miedo, pues mientras

más temerosos he ignorantes eran, más manejables se volvían, así que las personas

estaban divididas, unos los llamaban héroes y otros monstruos.

—El viaje será largo, les recomiendo que duerman todo lo que puedan y se relajen.

—les dijo Mirten con una leve sonrisa.

—¿Relajarnos? Yo no dormiré sabiendo que en cualquier momento podemos ser

emboscados por una criatura extraña ¿están seguros de que acabaron con todos los

goblins? —les pregunta Lucia temerosa, mientras miraba a su alrededor.

—Aun si por un milagro alguno hubiera sobrevivido y quisiera lastimaste, no dejaría ni

siquiera que te rosara el cabello. —le dijo Reinar con amabilidad para darle tranquilidad

y Lucia se sonrojo inevitablemente.

—Ah… sí, supongo que para los cazadores no hay rival. —exclamo Lucia avergonzada.

—No se preocupe señorita, estamos a salvo con ellos, además yo también voy a

protegerla, aunque sea con piedras. —expreso Laila con una dulce sonrisa a lo que

Reinar se enterneció con sus palabras.

—Créanme, somos cazadores competentes, nada malo les pasará, ninguna tendrá que

defenderse. —añade Mirten con seguridad.

Lucia solo sonrió irónicamente y pensaba: ¿Qué puede hacer una sirvienta en

desnutrición como ella por alguien como yo? Y la miro detenidamente, notó su piel

blanca, las pecas que tenía salpicadas en la cara, su cuello desnudo y descubierto,

pues su antigua patrona le había cortado su hermoso cabello largo, era muy delgada,

pero al mismo tiempo era delicada y tierna, fue ahí donde Lucia vio que su sirvienta

era bonita.

—¿Cómo es que sonríe tanto si la ha pasado tan mal? —se preguntaba Lucia

mirándola de arriba abajo.

—Pues yo sí dormiré un rato, despiértenme si necesitan algo. —les dijo Selene agitada

por el viaje.

—Descanse, faltan algunas horas para llegar.

 

Y a si siguieron su camino, enfocados en llegar a su destino, por otro lado, una madre

caminaba de aquí para haya con el corazón en la mano.

—Te vas a gastar esas zapatillas si sigues caminando en círculos. —le dice Alejandro a

Ginebra quien no dejaba de morderse las uñas, nerviosa y preocupada pues no hallaba

la hora de abrazar a su hijo.

—¿Es seguro que regresan hoy verdad? —le pregunta Ginebra estresada.

—Sí, llegará tarde o temprano, lo veras entrar por esa puerta con las cabezas de sus

enemigos. —le dice Alejandro con una sonrisa burlona.

—¿Debería ir a esperarlo a la entrada principal?

—Si lo haces vas a avergonzarlo, tu hijo ya es un hombre, lo último que quiere es que

su madre lo espere llorando en la entrada de los muros.

—Pero es que lo extraño mucho… —exclama Ginebra entre pucheros.

—Solo han pasado dos semanas.

—Eso es una eternidad para mí, nunca se había ido de casa.

Alejandro la abraza y le da un beso en la mejilla.

—Yo me iba hasta tres meses seguidos ¿también me extrañabas igual?

—Cuando te ibas de cazaría no hallaba la hora en la que entraras por la puerta, vivía

ansiosa por verte cruzar el pantano. —susurro Ginebra recargada en su pecho.

—Ahora me voy por más tiempo.

—Lo sé… ahora no solo tendré que esperar a mi esposo, si no a mi hijo también.

—Es el peso que tienes que soportar.

—Ya lo sé…

Alejandro le decía esto porque incluso se ausentaba por seis meses enteros cazando

algún ser sobrenatural, era el señor de los cazadores, hacia campañas para exterminar

a los demonios, monstruos y criaturas que asechaban a los pueblos, y en muchas

ocasiones él y sus compañeros llegaban mal heridos, algunos al borde de la muerte,

pero gracias a los poderes curativos de Ginebra, todos salían sanados y podían volver

a su trabajo, para Ginebra esto ya era común, pero cada vez que veía a Alejandro lleno

de sangre se ponía muy nerviosa, temía que un día los sobrevivientes llegaran con el

cuerpo de su esposo envuelto en una sábana y ahora que su hijo era un aspirante a

cazador su preocupación crecía al doble.

—Cuando veas a tu hijo entrar por la puerta alégrate con él, no hay mayor satisfacción

que ver que los que amas confían en ti.

 

—Lo haré…Alejandro ¿has sabido algo de los vampiros? Rumores talvez, hace mucho

que no recibo un mensaje de Beatriz, quisiera saber cómo están…mis hijos. —pregunta

Ginebra con tristeza.

—EL último mensaje que recibí fue cuando Leonardo me confirmó que tu padre se

había convertido en un vampiro y que los príncipes crecían en estatura, inteligencia y

poder.

—Sí, pero eso fue hace dieciséis años… ¿No es nostálgico todo esto? Pareciera que

ellos nunca existieron, como si los hubiéramos imaginado, como si nunca hubiese

tenido a mis gemelos, a mi mejor amiga…a Leonardo

—Probablemente así deba ser, es mejor que los olvidemos y ellos a nosotros, los seres

sobrenaturales y nosotros somos enemigos, ellos más que nadie tienen la mirada




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