El amante infernal (libro 2)

Inseguridades

No es que la noche fuera mágica, o que el ambiente su citara a la embriaguez del

corazón, pero había algo en el aire que hacía que los corazones enamorados se

aceleraran, Reinar no sabía qué hacer con lo que sentía por Sifri, no entendía por qué

ella se alejaba cada vez que intentaba hacerle alguna caricia, ella era su primer amor y

era su mundo, pero ella no sentía lo mismo, por otro lado, Ginebra no le despegaba los

ojos de encima a Dafne quien lucía muy arreglada y con un vestido de gala color azul,

su cabello rubio y ondulado, sus ojos brillantes y azules que se posaban sobre

Alejandro la hacían enfurecer.

Mientras tanto, Lucia seguía anonadada por tanta belleza, la hermosura de Alejandro le

parecía alucinante, así que se armó de valor y se acercó a él.

—Eh… quería darle las gracias por recibirnos a mi madre y a mí, sé que no es común

que reciban gente de afuera, sin embargo, han sido muy amables.

Alejandro le clavó la mirada como dos espadas en el vientre, esos tremendos ojos

azules, preciosos zafiros la cortaron desde adentro, cuanta soberbia en esa mirada,

cuanto desprecio, con el ceño fruncido y una expresión de rechazo le contestó.

—Agradéceles a mi esposa y a mi hijo, yo no suelo ser tan amistoso.

—Lo haré, gracias a ellos he presenciado algo maravilloso. — respondió Lucia con una

brillante sonrisa.

Alejandro la miró fijamente, le molestaba que fuera tan parecida a David, así que la

dejó de lado y siguió su camino.

—Qué soberbio… eso lo hace fascinante. —murmuro mientras le veía la espalda,

Alejandro era muy alto y varonil, que dejaba a las personas boquiabiertas.

—Señorita ¿Necesita que la ayude en algo? —le preguntó Laila sorprendiéndola

mientras sostenía su abrigo.

—Sí, necesito que me ayudes a elegir entre el padre o el hijo. —le dijo con una sonrisa

pícara a lo que Laila no supo qué responder.

—Eh… su madre me pidió que le dijera que nos iremos a descansar en un momento, al

parecer mañana partiremos en la mañana.

—¿Qué? ¿Y por qué no me pidió mi opinión? Yo aun no quiero irme. —exclamó

molesta.

Selene hablaba con algunos sobrevivientes y les repartía algunos regalos como

muestra de gratitud por su excelente labor y llamó a Lucia con la mano para que ella y

Laila la ayudaran a repartir los presentes.

 

Lucia no quería ayudar a su madre y cuando se acercaba notó la forma en la que

Ginebra miraba a Dafne y se dio cuenta que estaba celosa de ella.

—Ja… ¿Quién lo diría? —Lucia le puso más atención a Dafne y notó que era hermosa

y que destacaba aún más que la misma esposa de Alejandro, pues aunque Dafne no

se vestía con tantos lujos resaltaba con su larga melena dorada y su personalidad

confiada y extrovertida.

—Esto será divertido… —susurró maliciosa mientras caminaba hacia ella.

Dafne bebía alegre con sus amigos, estaba un poco colorada pues ya llevaba una

botella de vino completa y estaba más alegre que de costumbre.

—¡Hola! ¿Ustedes fueron los primeros sobrevivientes verdad? He escuchado mucho

sobre ustedes, son unos héroes para nosotros, espero les gusten estos regalos.

—sonrió confiada mientras extendía las manos.

Blander la vio y quedó sorprendido de lo bonita que era al igual que sus otros

compañeros.

—Gracias, no era necesario que nos trajeran algo, como ves nuestro hogar es fructífero

y no nos falta nada, somos más ricos que la mayoría de los pueblos y ciudades

cercanas. —exclamo Blander con orgullo.

—Lo sé, perdón si les parece muy humilde nuestro presente. —sonrió Lucia apenada,

ella miró a todos a su alrededor, ninguno era despreciable, al contrario, eran

agradables a la vista, atléticos y bien parecidos, también notó que Dafne convivía más

con los chicos que con las otras cazadoras a excepción de Yubel que también estaba

en el grupo.

—¿Cuándo regresan a su pueblo? —le preguntó Dafne mirándola fijamente.

—Ay, perdón por tardar en responderte, es que me pareces muy bella, por desgracia

nos regresamos mañana temprano.

—Jajaja ¿Ya escuchaste? Cree que eres hermosa jaja. —le dijo Osmar molestándola.

—Claro que lo es, hace muchos años ella fue una de las amantes del antiguo rey

vampiro, solo escogían a las más bellas. —dijo Yubel mientras Dafne le daba un

golpecillo en la cabeza.

—¡Cállate! Ella no tiene que saber eso. —expreso avergonzada.

—Lo siento…

—No me extraña, realmente eres muy bonita, cuando te vi creí que tú eras la mujer del

jefe.

Todos hicieron un silencio incomodo, pues sabían que Ginebra estaba a unos cuantos

metros de distancia y no sabían si había escuchado esa indiscreción, pero como

 

estaban tan tomados no le dieron mucha importancia, pero Ginebra apretaba los puños

celosa y llenó su copa de vino bebiéndola de golpe.

—¿Cómo puede ser esto posible? Hasta lucia pensó eso… ¿Realmente esa mujer se

ve tan cercana a Alejandro? —Ginebra recordó la vez que los últimos sobrevivientes se

unieron a ellos y como pensaron que Dafne era la esposa de Alejandro y más insegura

se sintió.

—Mamá ¿Qué haces aquí sola? ¿Dónde está mi padre? —le preguntó Reinar mientras

le besaba la mano.

—La última vez que lo vi estaba hablando con Mirten y un grupo de hombres de la

guarnición cuatro.

—¿Es un hombre muy importante verdad?

—Sí… —le respondió Ginebra con tristeza y añadió. —ni cuando era el rey de los

vampiros estaba tan ocupado.

—Quizás para nosotros sea dificil, me refiero a que casi no lo vemos, pero si nos

ponemos a analizarlo… mi padre tiene un puesto muy importante, de hecho, siempre




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