El amante infernal (libro 2)

Celos

La noche avanzaba cada vez más y debido a la celebración todos estaban bastante

alegres por el alcohol, Lucia seguía de maliciosa buscando la manera perfecta de

hacerle pasar un rato amargo a Ginebra y después de tanto pensar se le ocurrió algo,

tomó la botella de vino para servirse un poco y fingió que se le resbalaba cayendo esta

al piso y partiéndose en pedazos y haciendo como que se resbalaba empujó con la

cadera a Dafne haciendo que ella se recargara en los vidrios y se cortara la palma de la

mano.

—¿Estás bien? —le preguntó Blander mientras la sostenía del brazo.

—Sí… lo siento mucho, soy muy torpe, yo me encuentro bien, pero ella… —Lucia

dirigió la mirada hacia Dafne y al verla llena de sangre sonrió discretamente.

—¡Dafne! —Yubel la ayudó a levantarse y se alarmó al ver que tenía una herida

profunda en la mano y la sangre escurría a chorros.

—¡Lo siento! ¡mírate nada más! Debemos llevarte a la enfermería. —exclamó Lucia en

voz alta llamando la atención de todos ahí.

—¿Qué está pasando? —preguntó Ginebra extrañada.

—Creo que alguien tuvo un accidente. —respondió Reinar poniéndose de pie.

—¿Es grabe?

—Déjame ir a ver.

El alboroto terminó llamando la atención de Alejandro quien venía de regreso junto con

la guarnición cuatro y al ver la sangre se acercó con rapidez pues no distinguía de

quien era.

—¿Qué sucede aquí? —pregunto Alejandro con voz fuerte y pesada.

—¡Fue un accidente! —exclamo Lucia preocupada.

—Me corte la mano al resbalarme con el vino.

—¿Y que están esperando? ¿Qué no ven que ya está mareada? Se cortó una vena y

se está desangrando. —les dijo Alejandro furioso y la cargó en sus brazos sacándola de

la muchedumbre.

Ginebra se abría paso entre las personas y sus ojos se abrieron de golpe al ver a su

esposo con Dafne en brazos.

—¡Cúrala! —le ordenó Alejandro, pero Ginebra desvió la mirada hacia Dafne que

estaba recargada en su pecho, estaba sudando mucho y los ojos se le iban para atrás.

—¿Es tan seria la herida? podemos intentar coserla y….

 

—¿Qué no ves que está a punto de perder el conocimiento? —Alejandro le alzó la voz

y frunció el ceño molesto y a Ginebra se le encogió el corazón, era evidente que estaba

preocupado por Dafne.

Todos miraron desconcertados a Ginebra, no entendían por qué no la curaba y ante la

presión de todos aceptó.

Ahí mismo extendieron una manta y ante el asombro de Selene, Laila y Lucia vieron

como de las manos de Ginebra salía un poder sanador que poco a poco iba curando la

herida de su mano.

—Increíble… —murmuro Laila al ver la escena.

—Ginebra… —Selene sintió pesar por lo que había presenciado y creyó que ella y su

hija sola habían causado problemas al llegar ahí.

—Ahora sé cuál es tu debilidad… te juro que me vengaré de todo lo que nos hiciste.

—Lucia estaba cruzando los brazos, estaba orgullosa de lo que había hecho y su

madre la vio dudosa y se acercó a ella.

—Espero que esto te sirva de lección para ser más prudente, mañana mismo nos

regresamos a San Carlo.

—Igual ya me había enfadado este lugar.

Lucia se fue y detrás de ella la siguieron su madre y Laila.

—¿Por qué la señorita dijo esas cosas? ¿Será que no le cae bien la señora Ginebra?

Una vez que Dafne se recuperó se puso de pie con la ayuda de Alejandro y le ordenó a

Blander y a Yubel que la llevaran a su casa, también despidió a todos los presentes

pues ya eran las cuatro de la mañana y todos partieron a sus casas.

—Padre ¿Quieres que me lleve a mi madre? —le preguntó Reinar al sentir el ambiente

pesado.

—No, tengo que hablar con ella.

—Está bien, los veo mañana.

Un silencio abrumador los rodeaba y Ginebra ni siquiera lo veía a la cara.

—¿Por qué actuaste de esa forma? —le preguntó Alejandro con enojo.

—No sé de qué me estás hablando. —le respondió indiferente.

—¿Por qué la desprecias?

—¡Deja de asumir cosas! ¡solo quería ver si su herida era realmente grabe!

—¡Se estaba desangrando! ¿Ibas a dejarla morir? ¿Tanto la odias?

 

—¡Yo no la odio! Ya te dije que solo me estaba cerciorando de…

—¡Ella es muy importante para nuestra gente! ¡Cuida de ti y de todos aquí! ¡arriesga su

vida para que t´¿tú sigas viviendo en paz!

—¿Por qué no dices que también es importante para ti? ¿He? ¡Tú estas molesto solo

porque sangró un poco!

—¿Qué es lo que te pasa? Ya no eres la misma, tus celos son irracionales y actúas de

forma egoísta y amargada, no soporto que seas así.

—Qué, ¿entonces me vas a cambiar por ella? ¿Ella si es la mujer que quieres tener a tu

lado?

—¡Deja de poner palabras en mi boca! Estás diciendo tonterías.

—¡Estoy segura de que ella te importa más de lo que aceptas! Está contigo todo el

tiempo.

—Está conmigo como lo están Blander, Osmar, Mirten y los demás. —en este punto

Alejandro ya estaba harto de la actitud de Ginebra y estaba por perder la paciencia.

—¡deja de verme así! ¡Odio todo esto! ¡cuando eras rey eras mejor esposo de lo que

eres ahora! Jamás me sentí celosa por nadie por que eras solo mío, pero ahora te

comparto con todos y con suerte te veo seis días al mes, ojalá nunca te hubieras hecho

humano.

Los ojos de Alejandro se abrieron de par en par ante las palabras de Ginebra y el

corazón se le partió en dos.

—Todo lo que hice fue por ti, pero ya veo que no fue suficiente, quizás hubieras sido

más feliz si no me hubieras conocido.

—¡Probablemente! —en ese momento Ginebra se cubrió la boca y Alejandro le dio la




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