El amante infernal (libro 2)

La dama de fuego

Lía y sus acompañantes estaban alejados de los humanos, una runa los protegía

encerrándolos en un círculo invisible que no dejaba a la vista a ninguno, ella ya se

sentía un poco mejor, pero no podía mantenerse en pie por sí sola, así que seguía

recargada en el lomo de Lilith y Bely y Emm simulaban dormir en el regazo de Lía

mientras ella les acariciaba la cabeza.

 

—Siento que podría quedarme dormido de verdad princesa. —exclamó Emm con los

ojos serrados.

—Yo también… sus caricias son mejor que la sangre humana. —le dijo Bely con una

sonrisa.

Lilith solo volteo los ojos, no podía creer que fueran tan atrevidos, pero eso no parecía

molestarle a Lía, pues los acariciaba como si fueran sus hijos.

De pronto Lilith se puso de pie y comenzó a gruñir mientras los pelos se le erizaban.

—¿Qué te pasa Lilith? —le pregunto Lía preocupada.

—¡Percibo un aura poderosa!

—¡Es verdad princesa! Alguien se encuentra fuera del campo invisible… —afirmaron

los pequeños preparados para atacar.

—¿Qué?

—Usted está muy débil para percibirlo, pero está cada vez más cerca ¡prepárense para

atacar! —les ordenó a los demonios bélicos.

—¡Si!

—Podría ser que…

Del otro lado estaba Beatriz quien a pesar de no ver nada dentro del campo invisible, sí

pudo ver la runa que lo protegía y usó su poder para debilitar el campo protector.

—Estoy segura de que alguien se esconde ahí dentro, quien sea que haya creado esta

coraza es muy fuerte, me está costando trabajo romperla, pero debo saber quién se

oculta detrás de eso. —se dijo Beatriz concentrando su poder.

—¿Qué hace ama? —le preguntó Lilith confundida al ver que Lía extendía la mano

para desactivar la runa.

—Puedo sentirla… creo que es ella.

Al instante, la barrera se quebró dejando a la vista a Lía y a sus familiares.

—¿Mamá?... —Lía se descubrió el rostro para poder ver a su madre y Beatriz cayó de

rodillas frente a ella y se echó a llorar.

—Lía… hija mía… —Bely y Emm querían atacar a Beatriz, pero Lilith se los impidió y

dejó que se abrazaran mientras lloraban a voz en cuello.

—Gracias a Dios estas bien… tuve tanto miedo… creí que jamás volvería a verte.

—Beatriz la llena de besos y la estruja entre sus brazos y añade. —Mírate nada más,

eres lo más bello que han visto mis ojos, eres toda una mujer, una mujer hermosa.

 

—¡Mamá! No sabes lo mucho que te extrañé… cada día anhelaba ver tu rostro y

sumergirme en tus brazos como ahora.

—Hay tantas cosas por platicar, pero ahora no es el momento, Leonardo te espera

ansioso.

—Leonardo… —los ojos de Lía se llenaron de Luz y entonces se desvaneció en sus

brazos.

—¿Lía?

—Está muy débil, si descansa esta noche mañana podrá estar como nueva. —le dijo

Lilith con seriedad.

—El cambio de atmosfera debe tenerla así, vámonos, es hora de llevarla a casa.

—Sí señora.

Beatriz se llevó a todos al castillo, su corazón había descansado al ver a su hija quien

ahora dormía en sus brazos como si fuera una niña.

—Nada volverá apartarme de tu lado, ahora estoy aquí para protegerte.

Una vez que llegaron al castillo, Beatriz instalo a Lía en la recamara del último piso y

ahí la cuidó durante tres días y tres noches, el tiempo que tardó su hija en recuperarse.

—¿Aun no despierta? Le preguntó Leonardo a su esposa pues aún no había tenido la

oportunidad de verla.

—No, espero que lo haga en las próximas horas.

—¿Cómo la viste? ¿Ha cambiado mucho? ¿Aún se acuerda de mí? —preguntó

Leonardo con temor de que lo hubiera olvidado.

—Cuando pronuncie tu nombre sus ojos se iluminaron como estrellas, confieso que me

sentí algo celosa, cuando me vio apenas si podía moverse. —exclamó Beatriz con una

sonrisa.

—Es un alivio…

—¿Qué cosa?

—Que siga recordándome.

—Eres como un padre para ella, jamás te olvidaría. —Beatriz le dio un beso y los dos

se abrazaron con ternura y en eso Lilith los sorprendió.

—¡Se ha despertado! ¡mi ama abrió los ojos!

Leonardo y Beatriz entraron a la habitación y Lía estaba sentada en la cama con los

ojos adormilados que se abrieron de golpe al ver a sus seres queridos y saltó de la

cama como pudo y los abrazó.

 

—¡Por fin despertaste! —Beatriz se aseguró de que estuviera bien y los dejo solos para

que se pusieran al día.

—Leonardo…

—Mi querida Lía… ya no eres la niña que recordaba, eres toda una mujer, tus ojos son

tan verdes que parecen esmeraldas expuestas a la luz del sol, sabía que lograrías

sobrevivir a tu entrenamiento, me muero por ver de lo que eres capaz. —le dijo

Leonardo mientras le besaba la frente con ternura, no pudo evitar que las lagrimas

escaparan de sus ojos y Lía las limpio con sus delicadas manos.

—No sé qué tan fuerte me volví, pero si puedo protegerlos entonces valió la pena todo

lo que pase ahí.

Leonardo se sorprendió al ver que Lía poseía más de un familiar, pero no dijo nada si

no que la dejó para que tomara un baño y se cambiara las ropas.

Beatriz le preparó el baño y comenzó a cepillar su cabello.

—Creí que te reusarías si insistía en bañarte. —le dijo Beatriz apenada.

—No me molesta, me recuerda cuando era una niña y pasábamos horas jugando en el

agua con criaturas acuáticas que creabas con tus hechizos.

—No sé si algún día podre perdonarme por lo que te hice, aceptaría cualquier castigo

para enmendar mis errores.

—Deja de pensar en eso, yo no te culpo por nada, sé que tenías tus motivos y uno de




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