El amante infernal (libro 2)

El príncipe y sus jardines

 

Por fin mi cuerpo se ha acostumbrado a mi mundo, el cielo en el reino de los vampiros

siempre está nublado, hay rosales con espinas venenosas, mandrágoras que cuidan

los jardines de Emir, el príncipe que hipnotiza con su mirada, al menos eso es lo que he

escuchado, me han tenido recluida en la torre más alta por tres meses y medio, mi

madre me ha puesto una poción que se supone debe neutralizar mi olor, pues, aunque

soy una bruja, sigo siendo humana, la única humana en un reino sobrenatural, por

alguna razón los vampiros aun se quejan de mi olor, dicen que no podrán resistirse a

comerme, para ser sincera no me asusta, desde niña han querido devorarme así que lo

tomo con calma, tengo permitido salir al exterior, aun es parte del reino, pero aquí no es

tan sombrío, justo ahora disfruto del cálido sol que calienta mis mejillas.

—¿Enserio están bien con acompañarme a todos lados? —les pregunta Lía apenada al

ver las expresiones sombrías de sus familiares ante un paisaje tan hermoso.

—No se preocupe estamos bien. —exclamó Lilith a quien el sol hacia brillar sus ojos

demoniacos como joyas preciosas.

—¿Por qué no adoptas tu forma humana? Así podrimos meternos al lago a nadar. —le

dice Lía esperanzada.

—Me siento más cómoda en esta forma, así podre morder algún libidinoso que se

aparezca.

—¡Nosotros sí nadaremos con usted princesa! —dicen los gemelos mientras se

quitaban la ropa.

—¿Estás segura? Aquí adentro podría haber todo tipo de criaturas monstruosas que no

dudarían en tragarme completa.

Lilith abrió los ojos de golpe y aceptó.

El agua del lago era tan fresca que Lía pudo calmar el calor de su cuerpo.

—Relájate un poco Lilith, diviértete, sé que puedes hacerlo, mira a esos dos, parecen

pescados jaja.

—¡Agh! Demonios inmaduros, yo me mantengo alerta para evitar el peligro.

—Deja de preocuparte, yo puedo cuidarme sola, también puedo cuidarlos a ustedes.

De pronto el estómago de Lía gruño de hambre.

—Creo que debería salir del agua, va a darme hipotermia jaja.

—Vamos, traigámosle algo de comer a la ama.

—No tienes que ir con nosotros, somos buenos cazadores, le traeremos un festín digno

de la realeza.

—¡Iré con ustedes! No quiero ver extremidades en el almuerzo de la princesa.

 

—¿Y qué hay de los dedos? Son fáciles de tragar. —insistieron ellos enérgicos.

—No por favor jeje, preferiría un conejo o algo de fruta.

—Enseguida volvemos, por favor invoque alguno de nosotros si se encuentra en

peligro, no tardaremos.

—Lo haré, encárguense de comer ustedes también.

—¡Lo haremos princesa!

Lía se había quedado sola, había decidido caminar un poco, quería oler las flores que

había ahí, parecía que alguien se había encargado de sembrar un jardín apropósito,

estaba dejando secar su cabello al aire libre, el vestido verde que llevaba aún estaba

húmedo y dejaba relucir su hermosa figura, Lía era realmente hermosa, su pecho era

grande y su cintura pequeña, sus caderas eran seductoras y su piel tan blanca que

parecía seda, ella era mágica.

—Que hermosas flores…huelen tan bien. —Lía iba por ahí cortando flores formando su

propio ramo y tarareaba como si estuviera en el paraíso.

De pronto alguien la sorprendió.

Un hombre joven y atlético estaba parado a unos metros de ella, estaba tan

concentrado en sus flores que ni la miró.

Lía quiso esconderse y al intentar hacerlo quebró una ramita que la delató.

—No tienes que esconderte, te huelo a kilómetros de aquí.

—¿Quién eres?

—¿No me reconoces? —el apuesto caballero la miró con profundidad y le sonrió

ligeramente. —su piel era tan pálida como la nieve, sus cabellos eran dorados y

brillaban como hilos de oro ante el sol, sus ojos rojos palpitaban como dos corazones

sangrientos, era sumamente hermoso ni siquiera podía describirlo.

—Es que… estas muy lejos de mí… —le dijo Lía con la voz temblorosa.

—Entonces déjame acercarme a ti, si mi rostro no te parece familiar entonces esta

marca quizás te haga recordarme.

—Emir… ¡Emir¡—Lía rápidamente intentó cubrirlo del sol con sus brazos, pero él le

sonrió con ternura.

—El sol no puede lastimarme, pero gracias por querer salvarme. —Lía se sonrojo al

tenerlo tan cerca y se alejó rápidamente.

—Supongo que me convertí en un extraño para ti… —le dijo Emir con tristeza.

—¡No es eso! Es solo que mi aroma es desagradable para ustedes…

 

—No voy a lastimarte.

—Eh… está bien.

—¿Te gustan las flores de mi jardín?

—¡Sí! Son preciosas.

Emir voltea y ve las flores que Lía había cortado y ella piensa que él se ha enfadado.

—¡Lo lamento mi príncipe! No tengo modales y además arranqué las flores que tanto

atesora. —Lía se arrodillo ante él para hacerle una reverencia y serró los ojos

esperando su castigo.

—Tienes razón, las atesoro. —Lía sintió como Emir le acomodaba el cabello y abrió

sus hermosos ojos verdes de golpe.

—Pero se ven bien en el cabello de una señorita tan amable como tú.

Las lágrimas caían fluidas por las mejillas de Lía y Emir se quedó atrapado en sus ojos.

—Dije que no te lastimaría ¿Por qué lloras?

—Por fin puedo verlo su alteza, esperé por este momento desde las profundidades de

mi encierro, mis príncipes son el motivo por el que me mantuve con vida.

—Perdónanos por haber sido tan egoístas y haber mandado a una niña al infierno

mismo.

—No, espero ganarme su favor y protegerlos por el resto de mis días.

La brisa ondeo el cabello rojizo de Lía haciendo que su olor penetrara en la nariz de




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