El amante infernal (libro 2)

Humana

 

Lía corría con todas sus fuerzas, se sentía humillada, rechazada y violentada, las

lagrimas caían por su rostro, Lilith y los demonios bélicos corrían detrás de ella, a gran

velocidad, Lilith se puso frente a Lía para que la montara, pero en medio de aquel

enorme pasillo, ella calló de rodillas y se puso a llorar, al instante Beatriz apareció

detrás de su hija y la abrazó por la espalda.

 

—¿Por qué me trataron de esa forma? ¡Me humillaron delante de todos! Me

aborrecen… ¿Por qué les molesta tanto mi presencia? Creí que estarían felices de

verme, que al igual que yo también esperaban deseosos nuestro encuentro, pero en

lugar de eso me trataron como a una carnada ¿Para esto querían verme? ¿Para

burlarse de mí? —exclamaba Lía dolida.

—Hija…No sabíamos que las cosas terminarían de esta forma, me siento igual de

indignada que tú, pero probablemente el rey quería probarte. —A Beatriz se le partía el

corazón por ver a Lía en ese estado, sabía lo cruel que podía llegar a ser Valeska, lo

impredecible y maligno de sus acciones.

—¿Probarme? ¿Qué querían probar? ¿Si una bruja como yo también sangra? ¿Qué

tan rápido podían despedazarme esos vampiros?

—Tranquilícese ama, no se enoje, podría ser peligroso. —exclamó Lilith mientras le

lamia la mejilla.

—¿Princesa quiere que los matemos a todos? Denos la orden y mataremos a esos

vampiros por usted. —dijeron los demonios bélicos con la mirada llena de rabia.

—Déjenos solas, quiero hablar en privado con mi hija. —les ordenó Beatriz con

seriedad.

—Nosotros solo aceptamos ordenes de la princesa no de usted. —exclamó Lilith con

enojo, de alguna manera sentía cierto rencor por Beatriz, por haber abandonado a Lía

en el inframundo, y ahora aborrecía a todos los vampiros por haber tratado así a su

pequeña.

—¿Qué dijiste demonio? —Beatriz le lanzó una mirada fiera, pero ninguno de los

familiares de Lía bajaba la mirada.

—Por favor déjenme a solas con mi mamá, los llamare cuando los necesite. —exclamó

Lía con los ojos llorosos y sus familiares desaparecieron.

—Vamos, levántate, platiquemos en otro lugar. —le dijo Beatriz mientras la ayudaba a

levantarse.

—¿A dónde vamos? Preguntó Lía con desanimo.

—Iremos al bosque, alejémonos un poco del castillo.

Mientras tanto…

—Lord Leonardo quiere verlo su divinidad. —exclamó uno de los guardias con la

cabeza agachada y la mirada en el suelo.

—¿Y qué quiere? —preguntó Valeska con desinterés, estaba desnudo del torso, su

cabello semi largo lo tenía algo despeinado, estaba recostado en la cama, con una

copa llena de sangre en la mano, a su lado estaban dos vampiresas una era rubia y la

otra de pelo blanco y largo, eran sumamente hermosas y masajeaban su pecho

cariñosas.

—Desea hablar con usted.

—Dile que venga en otro momento, estoy por ocuparme. —Dijo Valeska quien se

disponía a besar a la rubia de ojos carmín y en ese momento Leonardo atravesó la

puerta, estaba muy molesto, pero guardaba la compostura.

—No le quitare mucho tiempo majestad.

—¿No me llamaras mi rey? Debes estar molesto.

—Quisiera hablar con usted en privado. —exclamó Leonardo con una mirada llena de

indignación.

—¿Por qué quieres correr a estas bellezas? Elige a la que quieras y diviértete un poco,

aunque es un poco desalentador verte tan enojado.

—Con mi esposa me basta. —respondió Leonardo con rigidez.

—Que aburrido eres, largo de aquí. —Las vampiresas se fueron enseguida, no sin

antes hacerle una reverencia a Leonardo.

—¿Crees que por haberme criado desde que era un niño tienes el derecho de entrar a

mis aposentos como si nada? —exclamó Valeska mirándolo con altivez.

—Jamás me atrevería a faltarle al respeto, en cambio usted no se ha tentado el

corazón en humillar a mi hija ¿Por qué permitió que la atacaran? ¿no podía divertirse

de otra manera?

—¿Quieres que me divierta con ella en mis aposentos? —le preguntó Valeska con una

sonrisa burlona.

La expresión de enojo en el rostro de Leonardo era cada vez más evidente y eso le

parecía divertido a Valeska.

—Ella sacrificó todo por ustedes, por favor no la desprecien por el simple hecho de ser

una humana, ya ha sufrido demasiado. —externo Leonardo con gran seriedad.

—Le hice un favor a tu hija, los condes y las vampiresas murmuran cosas vergonzosas

y humillantes sobre ella, creen que es débil, estúpida y mediocre, no conciben que este

a la altura de acompañar a sus dioses, al permitir que la atacaran pude probar ante sus

ojos que la humana puede hacer sufrir a quienes se atrevan a lastimarla, estoy seguro

que la pensaran dos veces en acercarse a ella para comérsela.

—Lía es más fuerte de lo que imaginan, denle una oportunidad y verán que puede estar

a nuestra altura, no, creo que ella es más fuerte que su madre o yo. —exclamó

Leonardo convencido.

 

—Como lo dije en la asamblea, tu hija tendrá que probarnos que puede sernos de

utilidad, no pongas expectativas tan altas con ella, si me decepciona la voy a eliminar,

ya debes entender que los humanos no son bienvenidos entre nosotros, no importa si

es tu hija, si no sirve la dejare a su suerte para que la despedacen ¿Entendiste? Yo no

soy Alejandro, mi corazón no es bueno ni benevolente, soy un dios oscuro, es mi

naturaleza ser perverso con mis enemigos, y los humanos al parecer quieren

convertirse en eso.

Los ojos de Valeska ardían como las llamas del infierno, Leonardo no veía ni una pisca

de bondad en él, lo que decía era cierto, Valeska no era bueno, él era un verdadero




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