El amante infernal (libro 2)

Una mujer entre nosotros

 

Mientras Beatriz se dirigía a su lugar de trabajo, se mantenía pensativa, no podía dejar

de preocuparse por Lía, no dudaba de su poder, pero sabía que su corazón era frágil y

fácil de romper, aun no se le pasaba el enojo que sentía por haber visto a esos

vampiros abalanzarse contra su hija, aunque ella no quería que Lía se convirtiera en

vampira, temía que Valeska le pidiera que la transformaran, sabia lo mucho que los

vampiros despreciaban a los humanos, odiaba las cosas horribles que murmuraban

sobre ella y aun que nadie se atrevía a hablar mal de Lía en su presencia, sabia de los

desprecios de los que su hija era víctima.

—¡Hola jefa! ¿Por qué tan pensativa? ¿Otra vez esta de mal humor? —le preguntó

Durém con ese tono confianzudo y familiar que Beatriz tanto detestaba.

—Escuché que el rey nos daría cantidades generosas de oro negro ¿de casualidad no

las guarda en sus bolsillos mágicos? —le dijo Durém con emoción mientras revisaba

sus manos.

—No te atrevas a tocarme elfo. —le dijo Beatriz con molestia.

—¿Elfo? Tantos años juntos y aun no puede llamarme por mi nombre, que tristeza, en

fin, tendré que seguir esperando para que sus delicados y rojos labios lo pronuncien.

Beatriz le lanzó una mirada fiera y le aventó una moneda en la frente para después

lanzarle una bolsa de oro al pecho y a cada uno de sus subordinados les dio su

recompensa.

—Jejeje ¡Por fin! ¡esto hace que valga la pena! Jaja, ¡vivan los dioses gemelos! jaja

ahora a gastar esta fortuna en hembras jaja. —manifestó Adonis con gran entusiasmo,

era un ogro mujeriego amante de los placeres.

—¿Para qué le da dinero a este grandulón? Debería repartirlo entre los que si tenemos

cerebro, el gigantón ni siquiera habla, solo se queda ahí aplastado como piedra, dudo

que gaste su dinero con inteligencia. —exclamo Durém mirando raro a Berserker quien

estaba sentado bajo un árbol mientras sostenía un conejo en cada mano

—Son órdenes del príncipe Emir, si lo tira o lo pierde me da lo mismo, él también se

ganó su recompensa. —dijo Beatriz mal humorada y preguntó. —¿Dónde están Calipso

y Cicero?

—El hechicero está en su laboratorio experimentando con una arpía, nos cansamos de

escuchar sus gritos y nos fuimos y la levanta muertos debe estar haciendo sus

cochinadas por ahí.

—Da lo mismo, tómense el resto de la tarde libre, tuvimos éxito en la recolección, los

dioses están satisfechos con los esclavos que capturamos, mañana será un día largo

así que aprovechen.

—Gracias capitana, le daremos buen uso a estas monedas. —recalcó Adonis con los

ojos brillantes.

Beatriz se fue en busca de Cicero dejando a Durém, Adonis y Berserker atrás.

—Aj, más le vale a ese psicópata de Cicero que no esté asesinando a demasiadas

criaturas, tiene un límite por semana. —exclamó Beatriz con molestia.

 

—¿Creen que la jefa estaba así de amargada por lo que sucedió con su hija? Algunos

vampiros esparcieron el rumor de que la habían humillado en la asamblea, que lastima

que no fuimos requeridos, me siento algo discriminado.

—Yo que más daría por dormir en los brazos de esas bellezas eternas, debe ser

maravilloso sentir su piel fría y tersa, lástima que son tan selectivas y clasistas, es una

pena, un verdadero desperdicio, solo se acuestan con los de su misma especie, no

saben que puedo hacerlas muy felices. —Expresó Adonis con pesar.

—Me pregunto si en realidad es tan fea como dicen, que osada es esa chica ¿no

crees? Es la única humana del reino que no se puede comer, la desprecian incluso

más que a nosotros y aun así desea ser parte de los soldados de elite de los dioses,

jaja, tengo algo de curiosidad por conocerla, no puedo esperar que sea tan atractiva

como la jefa porque tengo entendido que no es su hija de sangre, pero debo reconocer

que me llama la atención. –dijo Durém emocionado.

—Todo mundo habla pestes de esa chica, pero no debe ser tan débil, si lo fuera el rey

no le habría permitido vivir entre los vampiros, para que su majestad tolere a una

humana debe ser por una buena razón, quizás es hermosa, jaja, o tiene fetiches

extraños, aunque con la deliciosa Freya debería bastarle, esa vampiresa es un deleite

visual. —externo Adonis casi babeando.

—Pues nos quitaremos la curiosidad en cuanto la jefa se digne a presentárnosla o en

cuanto no la crucemos en el camino ¿O tu qué piensas grandulón? ¿También tienes

curiosidad sobre la humana?

Berserker se quedó en pleno silencio y al mismo tiempo reventó al pobre conejo que

sostenía en su mano derecha y luego se lo comió.

—Ay, que grotesco.

Beatriz había llegado a la residencia donde Cicero llevaba a cabo sus experimentos, en

cuanto abrió la puerta un olor a carne quemada y podrida le llegó a la nariz.

—Qué olor tan repugnante… —dijo tapándose la nariz.

Mientras avanzaba encontraba sangre por todas partes, incluso había un par de ojos

tirados en el suelo y dedos de alguna criatura desafortunada.

Los quejidos agonizantes de un ser vivo apenas si eran perceptibles, cuando Beatriz se

asomó, había una arpía tendida en una cama de metal, desmembrada, no tenia, alas,

ni patas y sus ojos habían sido extirpados, aquella criatura era apenas una niña.

—¡General! ¿A que debo el honor de su visita? —exclamó Cicero cubierto de sangre.

—Murió… —murmuro Beatriz indignada.

—¿No es una pena? La arpía no resistió, fue una pérdida de tiempo, la madre de esta

Arpía sobrevivió y aún se está recuperando, pero su cría fue demasiado débil y




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