El amante infernal (libro 2)

Valiente

Cuando vine a este plano pensé que el mundo espiritual sería lo más horrible que

alguien pudiera experimentar, creí que ese era el infierno y que la verdadera maldad

existía en ese lugar, pero me equivoqué, el mundo de los vivos puede ser igual de

aterrador, incluso me atrevería a decir que es más perverso.

Las miradas incrédulas estaban puestas en Lía, la veían como si fuera una criatura

extraña, rara y nunca antes vista, era incómodo para ella sentirse tan observada y

mientras más se introducía a lo desconocido, más esclavitud y maltrato veía, a una

distancia no muy lejana de ella estaba el distrito de los esclavos, de todas aquellas

criaturas sobre naturales que se habían reusado a servir a los vampiros, Vivian de

maneras deplorables, esos desdichados estaban atónitos de que una humana

estuviera entre ellos, Lía estaba bien vestida, limpia, saludable y no apestaba como

ellos, mientras más se adentraba a esos suburbios más confundida y desconcertada

quedaba.

—Pero… ¿Qué es todo esto? —Lía no comprendía por qué existía un lugar así, donde

las criaturas sobre naturales eran sometidas a explotaciones de todo tipo, obligadas

hacer trabajos forzados incluso había niños de todas las razas y especies trabajando

ahí.

Olía a desechos de todo tipo, las criaturas estaban desnutridas, incluso algunos se

desplomaban de lo débiles y cansados que estaban, pues hasta el agua se les negaba

si no trabajaban bien.

—Son… ¿Esclavos? —Lía observaba horrorizada las cadenas que esas criaturas

llevaban en el cuello, en los pies y en las manos, el corazón se le encogía cuando veía

a los niños llorar por comida y pelearse por los insectos que salían de las tejas.

—Miren como nos ve esa humana, como si fuera mejor que nosotros.

—¿Cómo es posible que una humana este fuera de las granjas como si nada?

—¿Viene a burlarse de nosotros?

—Tengo hambre…por favor danos algo de comer. —susurró un sátiro que, con la piel

pegada a los huesos, la cadena que llevaba atada en el cuello ya le tenía llagada la

piel, apenas si podía hablar, se arrastraba para rogar por comida.

—¿Cómo pueden vivir en estas condiciones tan crueles? —Lía tomó al niño en sus

brazos y con un conjuro le quito las cadenas, sus ojos se humedecieron al verlo tan

desnutrido.

De pronto, comenzó a escuchar fuertes gritos que provenían de más a delante, justo

después de las grandes montañas de tierra.

—¡Malditos inservibles! ¿Cómo pueden ser tan inútiles! ¡levántate basura! ¡Ponte de

pie! —Gritaba furioso uno de los guardias que supervisaba el trabajo de los esclavos

obreros, Lía se aseguró de que el sátiro estuviera a salvo y se apresuró hacia aquel

lugar, pues alguien suplicaba desconsoladamente para que el guardia dejara de

maltratar a uno de los esclavos.

 

—¡Ya basta por favor! ¡pare! ¡si sigue golpeándolo lo matará! —rogaba entre lagrimas

de impotencia un elfo joven que trataba de impedir que siguiera maltratando a su

padre, quien estaba muy enfermo y no podía moverse, ya había quedado inconsciente

a causa de tantos golpes.

—¡Cierra la boca maldito paracito! ¡ponte a trabajar si no quieres que te mate a golpes

a ti también! —El guardia era un minotauro fornido he imponente que solo cumplía con

su trabajo, pues, aunque también era un ser sobre natural, él era libre, pues solo eran

esclavas las criaturas que se negaban a servir a los dioses gemelos y a la rasa

vampírica que ahora era considerada una raza superior porque de su gente había

nacido su dios.

—¿Qué es todo ese alboroto Fedrick? ¿No puedes callar a ese asqueroso esclavo? Me

molesta escuchar su llanto, mátalo de una vez. —exclamó Giles, un vampiro que tenia

uno de los cargos de capataz, estaba sentado en una silla de Obsidiana y tenía a dos

hadas elementales a su servicio para alimentarlo, aunque la sangre humana era el

alimento principal de los vampiros, la sangre de otros seres sobre naturales les daba

fuerza y vigor, así que una de sus esclavas tenía muchas cicatrices en su cuerpo, pues

tenía que cortarse para satisfacer los antojos de su amo.

—¡Lo lamento señor! ¡Ahora mismo acabaré con él! — El minotauro se disponía a darle

al elfo un agresivo final, pero fue interrumpido.

—¡Detente! —gritó Lía con todas sus fuerzas, estaba realmente indignada, su cabello

rojo se movía con el viento, su mirada estaba llena de ira.

—¿Qué demonios haces aquí humana miserable? — le preguntó el vampiro furioso y

añadió. —Una basura como tú pertenece solo a las granjas, eres peor que estos

malditos esclavos ¡largo de mi sector! —le ordenó iracundo.

—¿Cómo se atreven a tratarlos así?... cómo si ellos no sintieran, cómo si no valieran

nada… ¿Cómo pueden ser tan aberrantes? —exclamó Lía llena de ira.

—¿Qué? Jajaja ¿Cómo te atreves tú a ser tan insolente? ¿Crees que por ser la hija de

la gran bruja serás absuelta de tu castigo? Se nota que tu madre no te educó bien, eso

le pasa por criar a un cerdo salvaje como tú.

 

—¡Fedrick! mata a ese elfo miserable y después encárgate de esa escoria.

—Como ordene señor. —una vez más el minotauro tomó su garrote y apuntó a la

cabeza del joven elfo, pero Lía lo detuvo con su magia, paralizándolo por completo.

—Te dije que te detuvieras. —Lía miro fijamente al minotauro y luego lo lanzó con

fuerza hacia un montón de madera.

El elfo no podía creer que Esa mujer lo estuviera defendiendo, estaba muy

desconcertado, El vampiro por su parte estaba tan furioso que le ordenó a más de sus




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