El corazón de la bruja se sentía impotente, había tanta injusticia y tanto abuso por parte
de los vampiros que no podía dejar de preguntarse si los dioses gemelos estarían al
tanto de eso, o si serian ellos mismos los culpables de tanto dolor, tenía la mirada
borrosa, se tambaleaba de un lado para otro, sentía que en cualquier momento
perdería el conocimiento, no quería llamar a sus familiares, ni preocupar a su madre,
así que se reusaba a pedir ayuda, no soportaría la idea de que le impidieran ayudar a
esa gente sobre natural.
Mientras caminaba, Lía pudo sentir que unas gotas de sangre le escurrían de la nariz y
con sus manos trató de contenerla, se encontraba en medio de la niebla, en un campo
solitario y se decía a si misma que si algún vampiro apareciera de la nada, la mataría
de forma instantánea, pues ya no tenía fuerzas para defenderse.
—Ya no puedo seguir caminando… en cualquier momento voy a desmayarme… —Lía
se desplomo a causa de la fatiga y sus ojos se abrieron de golpe al sentir que alguien
detrás de ella la sostenía de los brazos.
La presencia de aquel individuo era tan fuerte que sentía que tenía que arrodillarse y al
voltear el rostro y al levantar la mirada, sus ojos verdes se encontraron con los
preciosos ojos carmín de aquel apuesto príncipe.
—Emir… —Lía lo miró por unos segundos, Emir la miraba fijamente, su mirada era tan
profunda que no podía dejar de verlo.
El viento los rosó provocando que el olor de la sangre de Lía se impregnara aun más
en la nariz del príncipe y este hizo una expresión de sufrimiento, estaba claro que
estaba luchando para no comérsela.
Lía no sabía cómo reaccionar, las uñas de Emir estaban clavándosele en la carne y
más sangre salía de sus brazos, se sentía como un conejo en las garras de un
hambriento zorro y su corazón comenzó a latir con fuerza al ver los colmillos blancos y
afilados de aquella hermosura.
Emir la abrazó con fuerza pegándola hacia su cuerpo, él estaba temblando y emitía
gruñidos, como si de una bestia se tratara, Lía sentía que iba a romperle los huesos y
soltó un quejido lleno de dolor, a lo que Emir reaccionó mirándola de reojo.
—¿Quieres alimentarte de mí? —le preguntó Lía con una voz débil y casi in audible y
añadió. —estoy tan débil que podrías matarme…por favor no me muerdas…
Le dijo esto porque Emir estaba reposando sus labios en su cuello, jadeando y
exhalando su cálido aliento mientras la saliva se le salía de la boca.
—No quiero asesinarte…estoy tratando de contenerme. —Emir no solo estaba
sintiendo hambre, si no también deseo, tenía las mejillas ruborizadas y la respiración
agitada, el olor de Lía era dulce y afrodisiaco, el príncipe se sentía atraído por el deseo
perverso de poseerla.
En esos momentos Emir no pensaba con claridad, estaba entre su cordura y su instinto
animal, parado en aquella delgada línea y cada segundo que pasaba su instinto se
apoderaba más y más de él.
Lía jamás había estado entre los brazos fornidos y cálidos de un hombre, así que las
sensaciones que sentía eran nuevas para ella, Emir era más alto que ella y olía tan
bien, que por un momento olvidó el peligro en el que se encontraba.
Emir la volteo en dirección hacia él y comenzó a lamerle las heridas, su lengua era un
espectáculo de sensaciones en la piel de Lía quien tenía la cara roja, el succionaba sus
mejillas y sus colmillos lastimaban ligeramente su piel, en ese momento Emir estaba
tan extasiado que cada vez más indecente se volvía hasta que el cuerpo tembloroso de
Lía lo volvió a la realidad.
—Por favor detente…ya no puedo más… voy a desmayarme.
Lía cayó a los pies de Emir y este se horrorizo al darse cuenta de lo atrevido que había
sido con Lía, se sintió una basura por aprovecharse de su debilidad, pues lo único que
se le ocurrió para frenar sus deseos, fue conformarse con la sangre de sus heridas.
—¡Lía!
Emir cortó su muñeca con sus colmillos y vacío su sangre en los labios de la bruja para
devolverle la energía y sanar sus heridas, se sentía tan avergonzado que no quería ni
verla a los ojos.
Lía abrió los ojos y se ruborizo al ver que estaba en el regazo de Emir, este la miraba
intensamente y ella dio un brinco y rápidamente se apartó de su regazo.
—Lamento lo ocurrido, te pido perdón. —le dijo Emir apenado.
—¿Perdón? —Lía no podía creer que un dios se disculpara con ella, rápidamente le
vinieron los recuerdos a su mente y no sabía a donde mirar.
—No se disculpe conmigo majestad, sé muy bien que mi sangre le afectó, usted no
tiene la culpa de nada. —le dijo Lía postrándose y haciéndole una reverencia y
añadió—Estoy segura de que si algún otro vampiro se me hubiera aparecido en el
camino me habría matado, le agradezco que me haya ayudado, ahora poder seguir mi
camino. —exclamó Lía tartamudeando por los nervios.
—No me hables de esa manera tan formal, soy Emir para ti. —le dijo el príncipe con
seriedad.
—Yo soy inferior a usted, jamás podría faltarle al respeto hablándole de esa forma a un
dios.
—Yo no pienso que seas inferior a mí, lamento que mi gente sea tan orgullosa.
—¿Por qué está aquí? Este lugar no es digno de un príncipe como usted. —le dijo Lía
avergonzada de que su sangre hubiera sido la causante del comportamiento de Emir.
—Solo pasaba por aquí, mi jardín no está muy lejos de aquí, iba hacia esa dirección.
—le dijo Emir buscando la manera de no delatarse.
—Oh…ya veo. —el corazón de Lía se encogió al pensar en el problema en el que se