Aquellos acontecimientos habían sido demasiados para Lía, no solo por lo vivido en la
sección de esclavos, sino también el inesperado encuentro que había tenido con el
príncipe Emir ¿Sería posible que la percepción que tenia de aquellos gemelos hubiera
cambiado? Efectivamente Emir ya no era el muñeco de porcelana que ella creía, ella
solía pensar eso de Valeska y Emir, eran tan hermosos que parecían muñecos
costosos de piel y cabellos finos, de ojos grandes y ardientes como el mismo fuego,
pero ahora, esos niños se habían convertido en todos unos hombres apuestos y
fornidos, era imposible no sentirse atraída a sus encantos, pues ellos eran aún más
hermosos que un vampiro común.
Emir se aseguró de que Lía regresara sana y salva a la torre donde se alojaba, en todo
el camino no pronunciaron ninguna palabra, Lía se sentía muy avergonzada y en
cuanto a Emir, él no podía evitar sentirse ruborizado por todo lo que estaba sintiendo,
una vez que la dejó en la puerta se fue y en un abrir y cerrar de ojos había
desaparecido.
—Asegúrate de no exponerte otra vez, la próxima vez no sé si pueda contenerme.
—esto fue lo último que le dijo y rápidamente Lía cerró la puerta dejándose caer al
suelo y colocó su rostro entre sus rodillas mientras el corazón le latía con locura.
Era la primera vez que un hombre la trataba de ese modo, era la primera vez que
sentía las manos grandes de un chico apretarla con fuerza, la sensación que la lengua
del príncipe le provocó en las mejillas era tan cosquilleante que le recorría todo el
cuerpo con solo recordarlo.
—Dios… ¿Qué fue todo eso? ¿Y si me quede embarazada? ¿Qué voy hacer?
Se preguntaba Lía angustiada, su mente se llenaba de ideas de ese tipo y comenzaba
a llorar asustada.
—No, no es posible ¿O sí? Pero, no besó mis labios… ¿Cómo es que se embaraza una
mujer? Quizás las brujas somos diferentes y ahora espero un hijo del príncipe.
El corazón de la bruja se llenaba de preguntas absurdas, pero que a ella le eran un
gran enigma, pues durante su enclaustramiento en el mundo espiritual se mantuvo
aislada de otros seres humanos, nunca antes le habían dado un beso, jamás se había
enamorado y todo era nuevo para ella.
—¿Cómo voy a ver a mi madre ahora? ¿Qué se supone que le diga?
Por otro lado, el príncipe Emir caminaba con rapidez en los pasillos del castillo, se
tapaba la boca y tenía la cara roja, no podía creer que hubiera actuado de esa forma
tan impulsiva y vergonzosa con ella.
—¿Qué diablos me pasa? Soy el príncipe de un gran imperio, soy un dios… ¿Cómo es
que me siento tan culpable? No debería pedirle disculpas a nadie, hago lo que quiero
cuando quiero y miles de criaturas hermosas están a mi disposición para complacerme
¿Cómo es que nunca me había sentido así con ninguna otra hembra? ¿El corazón de
un vampiro es capaz de latir tan rápido? Esto es realmente penoso ¿Cómo es posible
que siendo solo una humana sea así de bella? Tiene un olor delicioso y su piel es
cálida y tersa, sus labios se parecen a las rosas, teñidos de lujuria y seducción
peligrosa, sus ojos son como dos luciérnagas en la oscuridad, toda ella es fascinante,
sin duda es la criatura más hermosa que he visto en mi vida, quería ser su dueño y me
alegro de haber sido fuerte, su cuerpo frágil no hubiera resistido mi vigor, sé que la
hubiese matado.
Emir se dirigió a sus aposentos y mandó llamar a una de las concubinas de su aren, la
concubina que eligió fue Magnolia, una vampiresa de gran belleza, tenía un hermoso
cabello dorado y una piel delicada y suave, ella era una de las hembras que más
solicitaba.
El sirviente llamó a la puerta y el encargado de cuidar a las amantes especiales recibió
el recado.
—Mi señora, el príncipe Emir ha solicitado su presencia a sus aposentos. —exclamó el
criado haciéndole una reverencia.
—Enseguida me reuniré con él. —Magnolia sonrió llena de alegría, amaba los
encuentros que tenía con el príncipe, la vampiresa que pasaba una noche con uno de
los dioses era considerada importante y favorecida, entre más solicitadas eran más
tratos especiales recibían y eran tratadas como princesas, pues algún día una de ellas
sería la reina, o la princesa oficial del imperio vampírico.
Magnolia se puso una bata roja como era la costumbre y se soltó el cabello y caminó
en el tradicional camino de flores rojas que la llevaba a los aposentos del príncipe, no
había hembra que no deseara estar entre los brazos de Valeska o de Emir, eran
preciosos, todas los amaban, Emir era un amante formidable, hacía que la mujer que
estuviera en sus brazos sintiera que estaba en el cielo, él era su paraíso
transportándolas al cielo con sus caricias.
Una vez que Magnolia estaba frente a la habitación de Emir respiró profundamente,
estaba nerviosa por las cosas que viviría en ese maravilloso lugar y una vez que obtuvo
su permiso para entrar Emir se abalanzo sobre ella y la tomó de la cintura y la cargó
entre sus brazos y la besó de una manera muy apasionada.
—¿Qué es lo que le pasa a mi señor? Parece estar muy vigoroso esta noche. —le dijo
Magnolia quien apenas si podía hablar.
—Guarda silencio que tengo mucho por dar. —Emir le arrancó la bata y tomó posesión
de su cuerpo con tal brutalidad que la pobre vampiresa no podía resistirlo, el vapor
salía de sus cuerpos como si su sangre estuviese hirviendo.
—Mi señor haga conmigo lo que le plazca, por favor no se detenga.
Emir le mordió varias partes de su cuerpo y bebió de su sangre, era una forma de