El amante infernal (libro 2)

Una belleza de ensueño

 

Aquella voz seductora y femenina era nada más y nada menos que de Freya, la

concubina más importante del castillo, ella era una vampiresa de cabellos largos y

oscuros, como la noche misma, su cabello llegaba hasta sus caderas y era liso y sedoso

como finas telarañas, sus pestañas adornaban sus ojos felinos y seductores, los cuales

brillaban con intensidad, era blanca como la nieve, usaba un vestido negro con un

escote pronunciado, dejando a la vista sus encantos, era una belleza en toda la

extensión de la palabra, pero Emir a veces la veía como cuando una rosa se seca, tiene

la forma de una rosa, pero su vida y su esencia se han escapado dejando en su lugar

una simple flor marchita, pero había algo en ella que lo hacía sentirse extraño.

—¿Qué haces fuera de tus aposentos? —le preguntó Emir con seriedad.

 

—Cómo puede darse cuenta, mi rey no ha solicitado de mi compañía.

—Las luces estaban encendidas en sus aposentos, creí que eras tú quien estaba con

él. —le dijo Emir extrañado.

—Mi corazón está dolido esta noche, mi señor se encuentra recibiendo el afecto de

otras concubinas, escuché que había dos elfas en la habitación de apareamiento, es

realmente ofensivo para mí.

—Tú eres su concubina favorita, no deberías sentirte herida.

—¿Dice que no debería dolerme que el rey a quien amo reciba en sus brazos a otras

hembras? Usted suena muy cruel mi príncipe, pues aun que conozco bien mi lugar y

las tradiciones intimas de la realeza, mi alma sufre cuando veo a mi amado entregarse

a otros brazos.

—No fue mi intención ofenderte, pero no pareces el tipo de mujer a quien le importe

más el amor que el poder.

—Se equivoca, ahora mismo estoy sufriendo.

Emir le dijo esto porque Freya era tan despiadada como hermosa, una vampiresa

ambiciosa que lo único que deseaba más que la sangre era convertirse en reina,

cuando Emir y Valeska llegaron al castillo, una de las primeras cosas que les fueron

mostradas fueron las concubinas que estarían en su poder una vez que entraran a la

adolescencia, Emir quedó asombrado cuando vio a Freya por primera vez, no es que

Magnolia no le pareciera bonita, solo que Freya había sido por así decirlo, su primer

amor.

Ella sabía que debía ganarse al legitimo rey, así que se concentró únicamente en

Valeska, Freya supo ganarse su lugar, pues al joven Valeska solo le importaba poseer

lo más hermoso y deseado de ese lugar, aunque Freya sabía que Emir estaba

interesado en ella, por eso de vez en cuando le mostraba algo de interés, ella quería el

poder y la riqueza que el dios Valeska pudiera darle, pero los dos hermanos eran tan

hermosos que ella no podía dejar pasar desapercibida la belleza del príncipe Emir, así

que cuando había oportunidad, ella tenía acciones como esta y aunque no lo decía

con claridad dejaba en claro que podría convertirse en su amante, pero esto era

realmente impensable pues, aunque Emir y Valeska eran hermanos y considerados

dioses iguales, Valeska era el rey y el amo y deidad suprema de los vampiros y los

seres sobrenaturales, así que era una blasfemia y una atrocidad que Emir poseyera las

pertenencias de su hermano mayor.

Valeska podía poseer las concubinas de Emir si quería, pero no al revés, a no ser que

el rey le diera su permiso, en una ocasión Valeska lo invitó a participar en un ritual de

apareamiento, en esa oportunidad él podía tomar a sus concubinas, porque tenía la

autorización directa del rey, pero Emir se rehusó, había cosas que no le parecían

decentes y las rechazaba, él quería honrar a su hermano en todas las áreas posibles,

aunque a veces no estuviera de acuerdo en su comportamiento salvaje.

Aunque Emir conocía la verdadera naturaleza de Freya y su maldad sin límites, había

una parte de él que seguía deseándola, pero no sabía si era amor, o simplemente

rivalidad, un capricho de tener algo importante de su hermano.

Freya estaba recargada en el pecho de Emir y posaba su mano en el abdomen

desnudo del príncipe, Emir se veía tentado a abrazarla, pero se rehusaba a caer en sus

encantos, pues sabía bien que así jugaba ella, jugaba a enamorarlo.

—¿Por qué no respondió a mi pregunta? ¿A caso no quiere que le haga compañía?

Cuando Freya levantó su rostro para mirar a Emir, un ligero aroma a humano le entró

por la nariz dejándola pensativa.

—¿No sería mejor para ti que el rey te encontrara en tus aposentos?

—Ese aroma es humano…parece ser de una hembra, una mujer ¿Por qué su aroma se

le quedo impregnado? ¿Habrá comido antes de reunirse con Magnolia? —se decía así

misma con seriedad y una vez que terminó de hablar Emir ella añadió.

—Prefiero que usted me consuele antes que mi rey me vea llorando.

Freya sonrió al percibir la lucha que estaba provocando en el príncipe, era tan

satisfactorio sentirse deseada por los dos seres más importantes de su mundo que se

sentía el objeto de aprecio y deseo de la perfección, como si ella fuera la protagonista,

la única que tenía el derecho de ser reina.

—Esto es peligroso, si alguien te llega a ver entre mis brazos dejará volar su

imaginación, sabes que tengo prohibido poseerte.

—¿Poseerme? ¿Usted me desea mi señor? —le preguntó Freya mirándolo con deseo.

Emir se quedó callado y volteo el rostro.

—Ve a tus aposentos, no quiero hablar más contigo. —le ordenó Emir deseando todo

lo contario.

Freya sonrió con malicia y se fue triunfante, pensaba que no había criatura que pudiera

resistirse a sus encantos.

Por un segundo la idea de tenerla se apoderó de su mente, por ese momento dejó de




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