El amante infernal (libro 2)

Una ofrenda matrimonial

 

Aquella mañana, Lía partió muy temprano con una gran encomienda, llevaba en su

pecho la carta que Leonardo le mandaba a sus amigos Alejandro y Ginebra y montada

en el lomo de su querida Lilith se fue.

—¿Princesa en el camino podemos pasar por una aldea a comer? —le preguntaron

sus demonios bélicos quienes estaban enrollados en su cuello en su forma de

serpientes.

—Ya habíamos hablado de eso, no comerán gente inocente. —les dijo Lía con su voz

cálida y paciente.

Estaba emocionada de poder ver a sus viejos amigos y de poder cumplir uno de los

sueños más nobles de Leonardo, aún tenía grabada su expresión de preocupación en

el rostro.

—Todavía no sé si es lo mejor mandarte a una misión como esta, es muy peligroso. —le

externó Leonardo dejando escapar un gran suspiro.

—No te preocupes por mí, sé cuidarme sola, además mis familiares vienen conmigo.

—expresó Lía confiada.

—No me preocupa que vayas indefensa, está prohibido relacionarnos con los

humanos, si alguien se enterara de esto, sería fatal, no importa lo que pase conmigo,

no quiero meterte en problemas ni a ti ni a tu madre.

—Ya te dije que seré cuidadosa, nadie en el castillo preguntará por mí, además nadie

sospechará nada, todo estará bien, lo prometo, si mi madre llega antes de lo previsto

solo cúbreme, di le que salí a caminar o invéntale algo convincente. —le dijo Lía con

una brillante sonrisa y después de darle un beso en la mejilla, se fue.

Aquella hermosa loba corría entre las colinas majestuosa, Lilith era enorme y su pelaje

parecía hecho de hilos de fina seda.

—¿Recuerdas el camino? —le preguntó Lía mientras se aferraba a ella.

—Por supuesto, yo nunca olvido los lugares donde he estado, no se preocupe, la

llevare con el antiguo rey de los vampiros.

Y así siguieron con su camino, a la espera de aventuras increíbles, mientras tanto, el

mundo era cada vez más consciente de su convivencia con los seres sobrenaturales,

aunque los humanos les temían y procuraban a toda costa no acercarse a ellos, porque

los avistamientos de los seres sobrenaturales eran cada vez más frecuentes, por eso

los cazadores eran cada día más solicitados, contratar los servicios de uno era muy

caro, pues eran escasos y considerados héroes de lujo.

Había quienes se hacían pasar por cazadores estafando a la gente, se llevaban su

dinero y les dejaban el problema, pero los buenos conocedores sabían distinguir a los

verdaderos guerreros por sus marcas y su buen porte.

Les había llegado una carta pidiendo la ayuda de los cazadores, el lugar se encontraba

en un lugar remoto y aislado de otros pueblos o aldeas, un lugar que se había

mantenido oculto y sumergido en sus antiguas tradiciones, un pueblo que se

acostumbro a convivir con un extraño ser sobrenatural que se estaba aprovechando de

ellos, la carta llegó a manos de Alejandro quien sin pensarlo dos veces aceptó el

trabajo, pues le había llamado la atención aquella entidad a quien este pueblo le tenía

tanto miedo, la carta decía lo siguiente:

Honorable líder de los cazadores, espero pueda atender a nuestras suplicas, estamos

realmente desesperados y cada día, nuestro miedo aumenta más, déjeme ponerlo en

contexto, las tierras donde habitamos son fértiles y llenas de abundancia, los árboles

dan frutos dulces y los campos ofrecen lo mejor de sus tierras, nuestros animales son

saludables y de buen tamaño y nuestros hombres llegan a viejos aun con vista y buen

juicio, pero no siempre fue así, hace cuatrocientos años nuestros antepasados morían

de hambre, las mujeres eran infértiles y los niños morían a los pocos días de haber

nacido, las plagas azotaban los campos y las sequias dejaban las tierras como si

fueran desiertos, a donde quiera que miraban había desesperanza y pobreza, hasta

que un día encontraron pilas de oro y plata a las afueras de una mina abandonada, un

lugar que había sido explotado hasta quedar convertido en una cueva llena de rocas se

había convertido en algo mágico y sagrado de un día para otro, los habitantes llegaron

pegando gritos de alegría aventando el oro y la plata que habían encontrado, todos

estaban felices y decían que había sido un milagro, al día siguiente regresaron a la

mina y encontraron comida caliente, frutas y sacos con diferentes semillas y también

anunciaron a la comunidad aquel otro milagro, todo el pueblo comió hasta saciarse y ni

los panes ni la carne se acababan a perder por más que la gente comía, al tercer día

los hombres regresaron y encontraron más oro y más plata y al lado todo tipo de

comida deliciosa, decían que un ángel bajaba y les obsequiaba aquellos presentes

para compensar todos los años de hambruna y sufrimientos.

Las mujeres quedaban en cinta, he incluso las hembras daban a luz a sus crías sin

problemas, todo eran miel sobre hojuelas, pero al cuarto día algo aterrador sucedió, al

llegar a la mina encontraron ríos de sangre que salían de sus animales y ante sus ojos

comenzaron a descomponerse y a llenarse de gusanos hasta que se convirtieron en

esqueletos y por fin en polvo, el miedo se apoderó de ellos y salieron huyendo de aquel

lugar.

A la mañana siguiente solo unos cuantos valientes regresaron y encontraron algo

terrible, los cadáveres de niños, mujeres y ancianos estaban tendidos en el suelo,

parecía que algo los había atacado hasta despedazarlos, los ojos de las víctimas

estaban abiertos de par en par como si hubieran visto el infierno y los hombres salieron

huyendo de ahí, todo el pueblo estaba aterrorizado, nadie quería salir de sus casas




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