Me preguntó que habrán sentido el señor Alejandro y la señora Ginebra al leer aquella carta, tuve curiosidad de echarle un vistazo, pero no me atreví, era como husmear el corazón de mi querido Leonardo, tantos años de amistad, sus anécdotas y sus aventuras y ni hablar de su dolorosa separación, no importa lo arriesgado que sea, me alegro de haber venido hasta aquí, a partir de ahora volveré cada que tenga la oportunidad, no permitiré que ellos vuelvan a estar separados.
Lía tocó la puerta con delicadeza, estaba segura que les había dado tiempo suficiente para sentir cada palabra, mientras ella esperaba a que le abrieran, Reynar salio de la mansión indignado, no sabía qué hacer con todo a la información que había recibido por parte de sus padres, ellos le habían contado toda la verdad acerca de sus hermanos y su abuelo.
—¡Reynar regresa y pídele perdón a tu madre! —le ordenó Alejandro con voz fuerte.
—¿Cómo pudieron ocultarme algo tan delicado? ¡son unos mentirosos! —gritó Reynar lleno de ira, tenía los ojos llorosos, se sentía decepcionado.
—¡Reynar espera! —exclamó su madre entre lágrimas.
Los ojos de Reynar y Lía se cruzaron, ella no sabía que estaba pasando, no tenía idea del porqué de ese comportamiento áspero.
—¡Todo el mundo sabía la verdad menos yo! ¡me estuvieron mintiendo! ¿por qué no fueron sinceros conmigo desde el principio? ¿Qué les costaba decirme la verdad? —les recriminó Reynar indignado.
—No queríamos lastimarte, no sabíamos cómo contarte algo tan doloroso para nosotros. —le dijo Ginebra angustiada.
—¡Si vuelves alzarle la voz a tu madre te dejaré sin dientes! —le advirtió Alejandro quien al ver a Lía afuera de la mansión respiró profundo para calmarse.
—Lía… —susurró Ginebra apenada de la situación.
—¿Esta todo bien? —preguntó Lía preocupada.
—¡Nada está bien! —volvió a gritar Reynar enfurecido. —Reynar dejó a sus padres con la palabra en la boca y se estaba yendo sin importarle ver a su madre angustiada y casi rogándole porque los escuchara.
En ese momento Lía frunció el ceño, no pudo tolerar que Reynar fuera tan irrespetuoso y desconsiderado con sus padres y se llenó de enojo y le lanzo un hechizo que lo trajo de vuelta y lo llevo a los pies de sus padres arrodillándolo en contra de su voluntad.
—Discúlpate con tus padres. —le ordenó Lía con seriedad.
Ginebra y Alejandro se quedaron sin palabras ante la forma de actuar de Lía, parecía una hermana mayor diciplinando a su hermano pequeño.
—No lo haré…ellos me mintieron. —refunfuño Reynar entre dientes, el hechizo lo tenía paralizado.
Lía lo iro fijamente, de manera intimidante y le dijo con severidad.
—Si lo harás. —ella movió la mano y la boca de Reynar comenzó a moverse por sí sola.
—Lo…lo…si...lo siento…—Por más que se rehusaba a cerrar la boca, esta hablaba sin su consentimiento, después de esto Lía lo liberó.
—¿Cómo te atreves a ser tan descortés con personas tan maravillosas como ellos? ¿Qué no valoras sus sentimientos? —le preguntó Lía con molestia.
Reynar no decía ni una palabra, estaba regañado y tenía miedo de que volviera a hechizarlo.
—Qué pena que hayas presenciado esto, es un asunto familiar que no hemos arreglado. —manifestó Alejandro agarrándose la cabeza.
—No es su culpa, fuimos nosotros quienes le ocultamos la verdad acerca de mi padre y de sus herma… —Reynar la interrumpió furioso.
—¡Esos monstruos no son mis hermanos!
Los ojos de Lía se entreabrieron al escuchar su insolencia y le postró la cara en el suelo por irreverente.
—¡Espera Lía!
—Déjala, un escarmiento no le caería mal a este niño. —exclamó Alejandro decepcionado por su falta de empatía y comprensión para con ellos.
—No me llames así…—Reynar lo miró con enojo, tenía la cara llena de tierra.
—¿Y cómo puedo llamarte? No te comportas como un hombre, en ningún momento nos preguntaste como nos sentíamos, solo piensas en ti y en lo decepcionado que estas de nosotros por haberte ocultado esto, solo los niños como tú hacen rabietas escandalosas, si fueras un hombre evitarías hacer llorar a tu madre con tus reclamos. —manifestó Alejandro con gran seriedad.
—Tienes que comprendernos, esto ha sido muy doloroso para nosotros, no quisimos tocar más ese tema, porque hagamos lo que hagamos…ellos jamás regresarán a nosotros, no importa cuanto les lloremos, o cuanta añoranza exista en nuestros corazones, ellos jamás se acercarán a nosotros. —exclamó Ginebra con dolor.
—Reynar se quedó callado, aun estaba furioso con sus padres, tenía los oídos tapados por el enojo y la indignación.
—No regreses hasta que estes arrepentido de tus palabras, cuando pienses en todo lo que dijiste, ven y pídele perdón. —le dijo Alejandro dándole la espalda y llevándose a Ginebra con él.
Reynar se quedó hincado frente a la puerta, con la mirada clavada en el piso y Lía lo miró detenidamente y le dijo…
—Iremos a un lugar aislado para hablar.
—¿Qué? —al instante, Reynar y Lía fueron teletransportados a una pradera llena de flores amarillas, el viento era fresco y la luz del sol no lastimaba mucho, había nubes que parecían algodones de azúcar, era simplemente un lugar relajante.
—¿Cómo llegamos hasta aquí? —le preguntó Reynar asustado, estaba muy impresionado y añadió. —estas no son las tierras de los cazadores ¿en dónde estamos?
—No lo sé, jamás he explorado estas tierras, solo he llegado hasta esas colinas que se ven haya. —le dijo Lía con serenidad y añadió. —pero creo que aun estamos en nuestro mundo.
—¿Nuestro mundo? Osea que… ¿alguna vez has viajado a otros mundos? —le preguntó Reynar tragando saliva, Lía era más increíble de lo que pensaba.
—Si, lo he hecho sin querer, aunque últimamente trato de controlar este poder, me consume mucho poder mágico, me agota demasiado, pero vale la pena venir aquí, estoy segura de que si practico lo iré perfeccionando, además me ayuda a escapar de la realidad, suelo venir aquí sola, pero en el futuro traeré a mis familiares.