Encantos de mujer
Lía había encaminado a Baba al lugar donde las criaturas que deseaban hablar con la bruja negra esperaban su turno, al ser mandada por el príncipe Emir era probable que pasaría directamente, Lía tenía ganas de ver a su madre pero sabia que no podía molestarla, recién había llegado de unas encomiendas, esperaba tener la suerte de no ser regañada una vez que le contará que había ido a visitar a Ginebra y Alejandro, se despidió de Babani y de Anabel y le dio el día libre a sus familiares los cuales fueron al inframundo a alimentarse, les hacia bien estar en su habitad natural y respirar el oxigeno de ese plano, además le avisaban a Lía las novedades y si todo estaba en orden pues pronto tendría que ir ella misma para que los demonios y los espectros tuvieran un orden.
Lía se sentía muy cansada, además le dolía el vientre, era la primera vez que sentía algo así, su busto lo tenía muy sensible y sentía su cara muy caliente.
—Debo haber pescado un resfriado o alguna bacteria por haber estado en el estómago de Anabel…estos cólicos son terribles.
Lía se colocaba la mano en su vientre y no podía evitar hacer gestos de incomodidad, se comenzó a sentir húmeda y friolenta, estaba preocupada, no sabía si debía contarle algo a Leonardo o a su madre, pues estaban muy ocupados.
—No voy a molestarlos, ya antes me enfermé, tampoco preocuparé a Lilith, es su día libre, tal vez si tomo algo caliente y me recuesto ayude.
Lía se dirigía a su torre, pero como aun no estaba muy familiarizada con el castillo se perdió, era inmenso y no quería usar sus poderes para teletransportarse a su habitación, sentía que no tenía fuerzas.
—Estoy perdida…no tengo idea de donde estoy, algo me esta pasando, Lía se levantó el vestido y vio que sangre le escurría por las pantorrillas hasta caer al suelo en forma de dos ligeras gotas, se asustó tanto que le dieron ganas de llorar, recordó lo que Ginebra le había dicho con respecto a su regla y se dio cuenta de que su cuerpo ya había madurado.
—No puede ser…me llegó mi periodo, esto es un verdadero problema…estoy rodeada de vampiros, estoy en peligro, debo apresurarme.
Lía tenía razón, el aroma de su sangre calló como dos gotas de perfume fragante, su olor se regó por todas partes, dilatando las pupilas de quienes eran presas de aquellas notas de perfume mágico, era el olor de una mujer adulta, una hembra humana lista para procrear.
Por alguna razón el olor de Lía era embriagante y adictivo, era diferente al de las otras brujas o humanas, al haber pasado años en el mundo espiritual y haber ingerido la comida de ese plano su sangre era como una droga, una que te volvería adicto al primer mordisco, Lía sentía que se estaba debilitando, sentía que su cuerpo era de trapo y estaba ardiendo en temperatura, la razón por la que sus síntomas eran tan fuertes se debió al poder de la perla sanadora que Ginebra poseía en sus manos y al polvo de hadas que la reina le había soplado en el cuerpo, todo eso purifico su cuerpo de la esterilidad que había adquirido por la toxicidad del agua que bebía en el inframundo, sin darse cuenta su matriz había vuelto ala vida, se sentía terrible, al sentir que su pecho le apretaba se aflojó el corset dejando más a la vista sus voluptuosos pechos, su piel blanca se tornaba rosada y sus mejillas ruborizadas le daban un encanto pasional y prohibido, jadeaba debido a la temperatura y caminaba con torpeza apurada de no ser increpada por algún vampiro.
—Tengo que apresurarme…
—El aire traicionaba a Lía llevando su aroma por todas partes, provocando un frenesí en los vampiros que como animales comenzaron a babear y ha sentir deseos muy fuertes de aparearse.
—¿Qué es este aroma tan exquisito? Huele delicioso… —se decían los vampiros llenos de lujuria.
Gruñían y jadeaban sin encontrar una razón coherente para su deseo desenfrenado por satisfacer sus bajos instintos.
—Huele a mujer…a hembra humana…que delicia… —inhalaban sonrojados por la excitación.
Se tronaban el cuello y relamían sus labios sacando a la vista sus afilados colmillos, buscaban desesperados la fuente de sus deseos, mientras que Lía trataba de huir de ellos, pues ya había algunos que gruñían como bestias en celo, hermosos vampiros que parecían zombis del placer.
—No, esto se esta saliendo de control…no debí haber venido hasta que esto pasara…pero, no sabía cuándo ocurriría.
—¿Y este olor? —preguntó Leonardo tapándose la nariz y la boca, las feromonas llegaron hasta donde él se encontraba, ya había terminado de hablar con el príncipe Emir y se recargó en la pared tratando de contenerse ¿será Lía? Se preguntó preocupado y cerró los ojos con fuerza para concentrarse.
Las gotas que Lía había dejado caer sin querer habían sido lamidas por uno de los vampiros quien al probarla sintió que el corazón le latía después de muchos años, pero volvió a aquietarse y se asustó pues creyó que había vuelto a ser humano por un instante.
—Auxilio mamá…siento que no podre defenderme. —exclamó Lía mareada, si caía en las garras de algún vampiro la matarían, pues no podrían controlarse.
Estaba asustada por todo el revuelo que estaba causando, las vampiresas y las concubinas también percibieron aquel aroma, solo que no tenía el mismo efecto en ellas por ser mujeres.
—¿Qué está pasando allá afuera? —preguntó Magnolia y en ese instante el aroma de Lía penetró su nariz.
También Freya percibió el olor y se impacto de lo poderoso que era el olor de esa sangre humana.
—¿Será esa bruja? —se preguntó con seriedad asomándose desde su balcón.
Emir trago saliva, se le hacia agua la boca, sabia muy bien reconocer el aroma de Lía, pero esta vez el aroma de su sangre era simplemente magnético, apretó los puños tan fuerte que se sacó la sangre, los colmillos querían penetrar su carne, estaba seguro que si se la encontraba no podría controlarse y la poseería completamente.