El amante infernal (libro 2)

En las manos del rey perverso

 

En las manos del rey perverso

Los ojos de aquel vampiro se clavaron en lía con tal violencia que parecían dagas directamente lanzadas al cuello, ella estaba tan desconcertada y asustada que al querer retroceder una fuerza sobrenatural la jaló con fuerza alejándola de la salida y acercándola hacia la oscuridad, fue entonces cuando se acostumbró a las penumbras y miró aquellos ojos rojos y brillantes y al instante supo que se trataba del vampiro con el que tubo un encuentro aquella noche en el lago.

—Eres tú…—susurró sintiéndose muy débil, estaba impactada al ver que se trataba de Valeska, el corazón le latió con locura, sabía que estaba en problemas.

—No eres lo que pedí ¿Dónde están la concubina que ordené que me trajeran? Entraste sin permiso a mis aposentos y además dejaste inconscientes a mis guardias, que atrevida eres humana, no creas que te iras sin un castigo…

Al instante, el olor de Lía se apodero de los sentidos de aquel misterioso vampiro, fue como si un perfume seductor y colorido acariciara su nariz introduciéndose hasta su cerebro, las pupilas de Valeska se dilataron de manera inmediata y un hormigueo le recorrió la espina dorsal.

—Lo lamento su majestad, no fue mi intención cometer este atrevimiento…estoy huyendo…me encuentro en una situación complicada. —exclamó Lía avergonzada, se sentía más húmeda y sabía que su sangre se regaba entre sus piernas cayendo como un perfume afrodisiaco sobre la alfombra del rey.

Valeska la jaló hasta él con su poder pegándola hasta su cuerpo con violencia, su presencia era oscura y muy dominante, era como estar frente aun demonio, Lía estaba temblando de miedo.

—¿Qué no sabes que entrar a mi lecho significa una sola cosa? Las hembras que entran aquí tienen un único propósito y es complacerme, pero tu vienes aquí como si pudieras hacerlo, con este frágil y débil cuerpo, además estas sangrando, hueles ha hembra adulta ¿quieres ser preñada? —Valeska apretó su cintura y comenzó a hablarle al oído, su aliento húmedo y cálido le erizaba la piel a Lía.

—Solo quiero irme a mi habitación…no me siento bien… —exclamó Lía como pudo ¿Qué tenía este hombre que la desarmaba tan fácilmente? Su aura emanaba malicia, era igual de oscura que la de los demonios más perversos del infierno.

—Por favor…déjeme ir…—suplicó Lía, pero al instante Valeska la callo y puso su mano en su boca enmudeciéndola.

—¿Qué no te quedó claro lo que te dije aquella vez en el lago? Harás lo que yo diga y te iras cuando te lo ordene, entraste a la alcoba real sin mi permiso, había mandado traer a mi concubina preferida y ahora se dirige a mí deseosa de brindarme sus placeres, pero ya encontré otra forma de divertirme esta noche. —Valeska sonrió maliciosamente, su sonrisa era hermosa como cruel, Freya era escoltada por unos guardias, caminaba por el pasillo real, caminaba a toda prisa, desconcertada por que el olor de aquella bruja estaba regado por todo ese lugar, tenía un vestido negro transparente, dejando a la vista todos sus encantos, su hermosa figura, su cabello largo y sedoso, al ver a los que cuidaban la alcoba del rey inconscientes se llenó de incertidumbre, no importaba quien estuviera con el rey ahora, en cuanto supiera que se trataba de ella correría a la hembra vulgar que intentaba seducirlo, estaba furiosa por que era una falta de respeto que cualquier concubina o criatura sobre natural interfiriera con los días asignados a las concubinas del rey, era su turno, esto era inaceptable y quien fuera que estuviera ahí adentro pagaría muy caro su atrevimiento.

Freya camino a toda prisa y cuando quiso abrir la puerta se dio cuenta que estaba sellada, Valeska había cubierto el lugar con su bruma impenetrable, sus ojos se abrieron de golpe y el corazón comenzó a palpitarle lleno de incredulidad, así que recargo sus manos en la puerta y llamó a Valeska.

—Mi rey, recibí su invitación, me encuentro afuera de sus aposentos. —exclamó Freya temblorosa, existía una pequeña inseguridad en ella, pero se tranquilizaba a ella misma asegurando que Valeska le daría su lugar, pues al fin y al cabo era su favorita, la única que podía ser digna de él.

Mientras tanto Valeska le había desabrochado el vestido a Lía, levantó su falda y comenzó a lamerle las piernas una vez que probo su sangre entro en una especie de frenesí, apretó sus muslos con fuerza que le encajó sus garras haciéndola sangrar.

—Ah…—Lía gimió de dolor, estaba en shock, estaba segura que el rey terminaría poseyéndola.

—Mi concubina gime por que le permita pasar, jamás le he prohibido el paso y esta noche regresara por primera vez a su alcoba, se ira con las manos y el corazón vacíos. —exclamó Valeska mientras recorría las piernas de Lía.

—Yo no soy su concubina, quíteme las manos de encima. —le dijo Lía quien agarró a Valeska de la cara para detenerlo.

Freya percibía el aroma de Lía impregnado en los aposentos del rey y se llenó de ira contra ella, se sentía humillada, por primera vez Valeska la rechazó, se apretó los brazos con rabia desgarrándoselos, pero al instante sanaron, se fue de ahí maldiciendo aquella fría y oscura noche.

—Esto no tiene sentido, esa bruja no puede competir conmigo…soy superior a ella… ¿Por qué el rey estaba con ella? ¡maldita sea! —Freya comenzó a romper todo a su paso, gritaba llena de ira, Magnolia escucho sus desgarradores lamentos desde su alcoba, era la primera vez que la escuchaba así.

—¿Qué esta pasando? Se supone que hoy pasaría la noche con el rey…acaso…será posible que…

—Yo no soy su concubina, mi único propósito es ser su guardiana y protegerlo de todo aquello que quiera dañarlo, para eso fui enviada al inframundo, no me tome como una más de su aren, soy más que eso. —le dijo Lía suplicante, sus ojos estaban llorosos, Valeska dirigió la mirada hacia y ella y pudo ver sus ojos esmeralda que brillaban como piedras preciosas.




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