El amante infernal (libro 2)

Los colmillos del rey

 

¿Esto estaba pasando? ¿seguro que no se trataba de un sueño? Mi primer beso me lo ha dado el rey, su lengua recorrió el interior de mi boca como si de una serpiente se tratara, no sé cómo reaccionar ante todo lo que me ha hecho, debe ser por causa de mi sangre, si, eso de be ser…él no puede ser así…

Lía tenía su mano sobre su cuello y retrocedía cada vez que Valeska avanzaba, parecía un lobo acorralando a una oveja herida he indefensa, el rey no despegaba sus ojos de las partes que encontraba seductoras, sus grandes pechos, sus muslos definidos, sus caderas anchas y su cintura angosta, aquella pelirroja era diferente, frágil y a la vez tentadora, no tenía nada que envidiarles a las vampiresas.

Valeska la aventó contra la cama y le apretó el cuello mientras se le subía encima, sus ojos se posaron en la expresión de asfixia de Lía, el rey tenía una mirada ardiente, estaba jugando al gato y al ratón, le parecía divertidas las expresiones de angustia y sorpresa de Lía, era evidente que nunca había experimentado nada de esto.

—¿Soy el primer hombre en tu vida bruja? —le preguntó Valeska entre gruñidos bestiales.

Lía desvió la mirada avergonzada, su corazón le palpitaba con fuerza, el rey dibujó una sonrisa perversa y volvió a besarla con brutalidad y pasión, dejándola sin aliento.

—Ah…déjeme ir…no me quite algo tan importante, usted solo ve esto como un juego, pero a mí me dejará marcada de por vida, no quiero que esto se convierta en una nueva forma de humillarme. —le dijo Lía con ojos de cordero angustiado.

Eso provocaba más a Valeska, se deleitaba en su miedo, en su incertidumbre y le mordió el ante brazo haciéndola gritar de dolor, eso hizo que se encendiera más y ya no quería soltarla, si esto proseguía su salvajismo terminaría hiriéndola de gravedad.

—Deja de gemir de dolor, lo único que haces es alimentar mi lujuria.

—¿Por qué hace esto? ¿Qué gracia encuentra en tenerme en esta situación? —le preguntó Lía con el corazón herido.

—Quiero que se te quite de la mente que si te esfuerzas encontraras bondad en mí, hasta ahora he sido amable contigo, pero iré avanzando en mi crueldad hacia ti. —le dijo mientras le recorría el busto con sus dedos, la piel de Lía era suabe y tibia, era como acariciar el terciopelo más fino.

—No…ya no me cabe duda de quien es en realidad…mi señor es perverso, malvado por naturaleza… —dijo conteniendo el llanto.

—Ahora te haré mía, así terminare de convencerte de mí maldad, sin tu consentimiento me apoderaré de tu cuerpo.

Valeska se desnudó y termino de arrancarle la ropa a Lía, dejando al descubierto su desnudez, su hermoso cuerpo que brillaba bajo la luz de la luna y los ojos de Valeska se abrieron de par en par, haciendo un recorrido por cada rincón y cuando estaba a punto de cometer su fechoría los gritos de Emir retumbaron en el castillo.

—¡Valeska! —gritó embravecido, sus ojos rojos ardían de ira.

Valeska apretó los puños contra las sábanas, Emir interrumpió su momento divertido y mientras estaba encima de Lía Emir entró sorprendiéndose con lo que estaba viendo, se indignó tanto que sintió una colera en todo el cuerpo, que hasta le temblaban los puños.

—¿Qué diablos quieres Emir? ¿Qué no te enseñaron a tocar la puerta desgraciado? —le preguntó Valeska haciéndose a un lado, Lía se cubrió con una sábana manchándola de sangre y al instante se desmayó.

—¿Qué le hiciste? —le cuestionó Emir enardecido.

—Cuida tus palabras, no se te olvide que estás hablando con tu rey. —le advirtió mirándolo fijamente.

—¿Por qué la tratas como si no valiera nada? Es Lía…es como de la familia, no es cualquier hembra. —exclamó mientras la veía tendida en la cama.

—Para mí no vale nada. —exclamó Valeska con indiferencia.

—¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso? ¿te imaginas como debe sentirse ahora? ¿si quiera tenía tu consentimiento?

—No logré hacerle nada gracias a tu interrupción, además no necesito permiso para tomar a las hembras que están bajo mi dominio.

—Tienes miles de concubinas ¿Por qué tomarla a ella? —le preguntó con rabia.

—Lárgate y déjame en paz, me aburres la noche.

—No me iré sin ella… —le dijo mirándolo con desprecio.

—Haz lo que quieras, esta inconsciente, perdió el encanto. —exclamó con frialdad.

Emir se la llevo en brazos y antes de salir de la alcoba real, miró fríamente a su hermano y le dijo con seriedad.

—No permitiré que vuelvas a lastimarla, ella está bajo mi protección ahora, no puedes hacerle esto de nuevo.

—Esa audacia te puede costar la vida príncipe, no se te olvide quien soy.

—¿Un dios? Se te olvida que yo también soy uno, eres mi rey eso no lo discuto, pero no te atrevas a dañar a esta mujer, no quiero saber hasta dónde sería capaz de llegar por ella.

Valeska lo miró con indiferencia y lo corrió de su alcoba haciéndole una señal con la mano, después que Emir se fue, Valeska se recargó en su balcón, la luz de la luna le pegaba en el cuerpo alumbrándolo por completo, se veía hermoso he inalcanzable, sus cabellos negros se los llevó hacia atrás con su mano y se relamió los labios mientras susurraba.

—A partir de hoy no voy a soltarte ratoncita, tu sangre es un manjar esquicito.

Emir se llevó a Lía con él, a su alcoba real, se estaba muriendo de la tentación por beber de su sangre, se sentía muy culpable por desearla tanto, salivaba de manera incontrolable, la belleza de Lía era tan atrapante que Emir solo podía pensar en lo hermosa y sensual que era, quería descubrir su cuerpo contemplarla, pero no se atrevía a ser tan bestial, no después de todo lo que había pasado con Valeska.

—Mira cómo te dejó ese infeliz, es un salvaje, una bestia del infierno ¿Cómo podrás perdonarnos? Si no hemos hecho más que herirte el alma, te fuiste al inframundo para protegernos, cuando en realidad deberías cuidarte de nosotros, somos el verdadero peligro.




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