El amante infernal (libro 2)

Despues de esa noche.

Después de esa noche

Lo primero que hice al despertar fue dar un gran salto, por un momento creí que despertaría en la alcoba del rey, desnuda y cubierta de sangre o quizás en el mundo espiritual como alguien sin vida, pero me sorprendió despertar en la cabaña de Baba, mi rostro se ruborizaba al recordar los ardientes besos que el rey me había dado, sentir su lengua recorrer mi pierna me aceleraba el corazón y al mismo tiempo recordar el dolor de sus colmillos al penetrar mi carne y como succionaba mi sangre me llenan de dolor el cuerpo.

Ahora entiendo a lo que se refería cuando decía que una humana no podría resistir el acto de apareamiento de un dios vampiro, es salvaje y grotesco y aun así tan placentero, estoy segura de que se contuvo, bien pudo haberme roto las costillas con sus abrazos o los huesos de mis pies o muñecas, es definitivo, ni Emir ni Valeska son unos niños y ellos ya no me ven como a una tampoco.

Baba me conto que el príncipe Emir fue quien me trajo hasta aquí, tengo la duda si el rey y yo…no me duele nada por que fui curada de mis heridas antes de llegara con Baba, así que no estoy segura si logró hacerme suya…el rey es un perverso, tan malvado, me hizo todo eso sin mi consentimiento, no debo contarle sobre lo que paso a mis padres, no quiero que por mi culpa cometan un error contra ese dios perverso.

Lía permaneció con Babani cinco días, que fueron los días que duró su periodo de menstruación, al sexto día pudo salir sin saber que ya se había ganado a poderosas enemigas por haber estado aquella noche con el rey.

—Gracias por dejarme quedarme a tu lado estos días, disfrute de pasar tiempo contigo y con Anabel. —le dijo Lía con amabilidad y Baba se sonrojo, ella también había disfrutado tenerla en casa, pues en ese tiempo tan corto, lograron hacerse buenas amigas.

—Anabel quiere saber cuando volverás a cenar con nosotras, así podremos jugar bingo. —le dijo Baba haciéndose la importante.

—Vendré más seguido de lo que piensan, son mis únicas amigas, además nunca había tenido pijamadas mágicas ni había hecho hablara los sapos jajaja, fue muy divertido verlos bailar. —exclamó Lía sonriente.

—Bien, pero ya sabes, cada veintiocho de cada mes debes venir con nosotras para que pases aquí tu periodo, así no serás molestada por esos vampiros pervertidos.

—Les agradezco, ustedes también son bienvenidas en la torre donde me hospedo, podemos jugar bingo ahí y probarnos muchos vestidos hermosos.

—Gracias por regalarme este que tengo puesto, hacia mucho que no usaba algo tan fino y suabe. —le dijo Baba pues antes usaba un vestido sucio, mal oliente y harapiento, el vestido de Lía le quedaba bien gracias a que lo ajustó con un hechizo que lo volvió a su medida, así fue como Lía se despidió de ellas y se dirigió a ver a su madre.

Se sentía muy triste por todo lo que había pasado con Valeska, pues no sabia si aun era virgen, tenía mucha vergüenza de volver a verlo y de encontrarse con el príncipe Emir así que volteaba a todas partes paranoica y se escabullía con rapidez.

Después de un rato, logro reunirse con Beatriz, la cual estaba en su oficina acompañada de Leonardo, antes de entrar Lía se quedó un rato afuera por que podía escuchar como se estaban besando y se fue a una esquina para no interrumpir y es que efectivamente, Beatriz y Leonardo estaban aprovechando su tiempo libre para intimar.

—Ya lo hicimos cuatro veces, deberíamos vestirnos, en cualquier momento puede llegar Lía. —le dijo Beatriz con la cara ruborizada, ella era muy hermosa y también tenía un cuerpo curvilíneo, a Leonardo le encantaba montarla encima de él y besarle el cuello su pecho y las orejas, estaba profundamente enamorado de su esposa.

—¿Qué no tienes vergüenza de que nos descubran? —le preguntó Beatriz sin respiración.

—Tu eres la que grita más fuerte. —le dijo mientras le mordía la oreja.

Aun recuerdo cuando te hacías del rogar, me tratabas como si fuera un amigo. —le dijo Beatriz entre pucheros, la bruja negra, como la llamaban era ruda y parecía un tempano de hielo, pero en los brazos de su amado Leonardo se volvía como una niña mimada.

 —¿Qué querías que hiciera? Ya me volvías loco, tenía que guardar la compostura.

Muchas risitas y besos se escuchaban hasta donde estaba Lía y puso su boca en la manecilla de la cerradura con desesperación y dijo.

—¿Cuánto más van a durar así? Tengan piedad de mi…tengo cuatro horas aquí afuera y hace frio…—exclamo Lía entre lagrimitas.

—Por Dios…me olvide de ella por completo…—susurro Beatriz vistiéndose con rapidez.

—¡Perdón! Ya te abrimos, estábamos discutiendo sobre unos asuntos personales. —manifestó Leonardo apresurado, hasta que finalmente le abrieron la puerta y Lía los fulmino con la mirada.

—Ay estás helada…jeje. —exclamó Beatriz apenada.

—Toma mi suéter, perdón por dejarte tanto tiempo afuera. —le dijo Leonardo abrazándola para que entrara en calor.

Los dos se sorprendieron al verla tenía más busto, su cuerpo se veía más voluminoso y su cabello y piel más brillantes.

—¿Por qué me ven así? —Lía se tapó avergonzada y se sentó en una silla que se encontraba cerca de ahí.

—No, no es nada, es solo que hacia un rato que no te veía, te vez más bonita que antes. —le dijo Beatriz acariciándole la mejilla, su instinto de mamá le advertía que algo estaba pasando con ella.

—Tuve mi periodo… susurró Lía avergonzada.

—¿Qué? —Leonardo y Beatriz se quedaron sin palabras, esto era muy incómodo para todos.

—Entonces ese olor…

—Era yo. —exclamó entre pucheros.

—Hija, lo lamento, creo que nuca te dije que eso le pasaba alas mujeres…no sabia como explicarte, cuando Alejandro maldijo mi vientre nunca más tuve que saber de ese asunto, siento no haber tocado ese tema contigo…

—¿Estas bien? Supe que hubo un gran alboroto por causa de ese aroma ¿Alguien te hizo daño? —le preguntó Leonardo preocupado.




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