El amante infernal (libro 2)

Un ángel sin halo.

 

El día de mi cita con Emir había llegado, estaba tan nerviosa que no había podido dormir en toda la noche, me la pasé dando vueltas, pensando si el príncipe tenía idea de lo que significaba tener una cita conmigo, era la primera vez que haría algo parecido, no sabía que ponerme, mi madre me aconsejó y me sugirió algunos vestidos, pero por alguna razón quería verme femenina, normalmente usaba vestidos negros, verdes o azules, pero la señora Ginebra me había regalado un vestido rosa muy hermoso y me dijo que lo usara en ocasiones especiales, supongo que ese día era hoy.

Tenía una gran necesidad de sentirme amada y aceptada, pero tenía una debilidad y eran mis fuertes ganas de estar con Emir y Valeska, me pregunto si aquella marca que les puse tiene algo que ver, tenemos la misma luna, he visto su marca, siento que algo más nos une, porque por más que quiero alejarme, termino atraída por ellos, igual que el flautista de Hamelin, ese mismo efecto tienen ellos en mí, su melodía me atrae irresponsablemente hacia sus labios sedientos.

Lía se había puesto su vestido rosa, tenía unos tacones cortos color blanco y se había amarrado un listón en la cabeza con el cabello recogido en una media cola, aquel vestido resaltaba su busto y su cintura, se veía tan hermosa que parecía una muñeca, era la primera vez que se vestía de esa forma.

Los nervios hicieron que llegara antes de la hora acordada, el sol aun no se asomaba, los grillos orquestaban una melodía fantástica que acompañados del croar de los sapos Lía se relajaba.

—Qué frio hace… pero este tipo de paisaje solo se pude disfrutar a esta hora, que tranquilidad tan acogedora, podría escuchar mis propios pensamientos, los gritos de mi interior enmudecerían si me quedo un rato más.

El tiempo pasó y el sol estaba asomando su cara, pintando el cielo con un lila precioso que después paso a un rosa naranja, Lía comenzaba a desesperarse, pensando que probablemente el príncipe había olvidado su propuesta, apenada y con algo de tristeza se puso de píe y antes de que se marchara, Emir la tomó del brazo.

—Lamento la tardanza. —al instante Lía giro su cuerpo y sus ojos se abrieron sorprendidos al ver que Emir tenía un ramo de rosas blancas en su mano.

—Príncipe…

—Toma, son para ti, son de mi jardín preferido, me llevó mucho tiempo seleccionar las más hermosas.

—Son bellísimas…—Lía las recibió y se las llevó a la nariz para oler su delicado y fresco aroma, Emir por su parte, estaba feliz de verla otra vez, se percató de que tenía la piel erizada y supo entonces que tenía frio.

—Toma, ponte mi saco, el clima ahora es muy frio, podrías resfriarte. —le dijo Emir colocándole su saco por encima.

—¿Pero ¿qué hay de usted? Preguntó Lía y al momento de sentir calor se regocijó de ya no tener frio.

—Yo no siento frio ni calor, estoy bien.

—¿De verdad? Que suerte la suya…—le dijo Lía sonriendo, a Emir le encantaba mirarla con detenimiento admiraba cada parte de ella, cada facción de su cara, las curvas de sus cabellos, el color ardiente que tenían, para él, Lía era una belleza absoluta.

—El sol cada vez se asoma más, vamos, te llevare a muchos lugares hoy, espero que hayas apartado todo el día para mí. —le dijo Emir sonriente.

—Oh, claro… —exclamó Lía sonrojada.

¿Qué sería aquello que Emir quería mostrarle? Se preguntaba Lía curiosa, no podía dejar de sentirse nerviosa, Emir era tan bello que parecía un ángel si halo, lo primero que hizo el príncipe fue tomarla entre sus brazos y juntos se fueron del castillo, emir podía volar, de su espalda salieron dos grandes alas de murciélago y Lía se sorprendió de verlo.

—¡Puede volar!

—¿No lo sabías? No solo tu dragón puede llevarte a surcar los cielos. —le dijo Emir radiante.

—Wao, jamás había visto algo similar… —pensó Lía dentro de sí.

El sol ya estaba más brillante que nunca, iluminando el cabello dorado de Emir, que imagen tan impresionante tenía Lía a la vista, se encontraba en los brazos del príncipe, recibiendo toda su atención, seguro que muchas mujeres, incluyendo alas vampiresas quisieran estar en su lugar ahora.

—¿A dónde vamos? —le preguntó Lía mirándolo fijamente.

—Es una sorpresa. —le respondió Emir emocionado.

Cuando por fin habían llegado, Lía se sorprendió de ver un enorme y cristalino lago debajo de ellos, era tan brillante que se maravilló del paisaje.

—Llegamos. —le dijo Emir mientras descendían y la bajaba con cuidado.

—¡Qué hermoso lugar! —le dijo Lía llena de felicidad y añadió, este es un territorio humano ¿no es así? ¿y si hay humanos alrededor estarás bien? —le preguntó Lía preocupada.

—No te preocupes por eso…he estado visitando un pueblo cerca de aquí, no para alimentarme tranquila jajaja, solo para entrenarme.

—¿Entrenarte?

—Sí, me arrepiento mucho de haber perdido el control contigo hace un tiempo, quiero aprender a convivir contigo sin que el deseo de beber tu sangre me domine, solo sometiéndome a esta temporal tortura podre conseguir dominarme y así no voy a lastimarte. —le dijo Emir con total honestidad.

Tenía algunos días haciendo esto, visitaba un pueblo cercano, aun que para los humanos el reino vampírico estaba muy lejos y desconocían su ubicación, pero Emir se disciplinaba de esta forma tan radical, aun no podía dominar sus instintos, pero con perseverancia seguro lo conseguiría, se ponía una capa y una mascara para que no lo reconocieran, el disfraz que se ponía era como el de algunos médicos y así la gente no sospechaba de él.

—¿De verdad hiciste todo eso por mí?

Emir miró a Lía y al ver sus hermosos ojos esmeralda brillar con intensidad se cautivó, con la luz del sol pegándole directamente, parecía una dama de fuego, quedó embelesado y sintió que su corazón golpeaba su pecho de manera extraña.

—Tú te mantuviste cautiva por quince años en el inframundo ¿Por qué no me esforzaría también? además ya te lo dije, serás mi guardiana algún día, tengo que acostumbrarme a ti.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.