El amante infernal (libro 2)

La dueña de mi corazón

 

No podía imaginar la tención y el sufrimiento de resistir el deseo de asesinar a toda esa gente, las ganas incontrolables de clavarle los colmillos a todas esas presas disponibles, la presión a la que el hermoso príncipe estaba siendo sometido y solo para poder pasar más tiempo conmigo, no fue hasta que le tomé la mano y supe por la fuerza con la que me estaba agarrando que enserio la estaba pasando mal, sus ojos brillaban como el fuego a la media noche.

—No tienes que hacer esto, se que tus instintos son muy fuertes. —le dijo Lía al sentirlo tan tenso.

—No, estaré bien, se me pasará pronto, ya he estado aquí antes. —exclamó Emir apretando los dientes.

Esta vez era diferente, se sentía más hambriento y tentado porque Lía estaba con él, era su olor lo que provocaba un frenesí en él que no podía dominar.

Los pueblerinos de Birth no tenían idea de que uno de los dioses gemelos los estaba visitando, él junto a su hermano Valeska eran los mayores enemigos de la raza humana y de toda criatura que se negara a servirles.

Las personas se les quedaban mirando, Lía llamaba la atención con su belleza y ese cabello rojizo que enamoraba, no es que no hubiera mujeres pelirrojas, pero no eran tan comunes en esa región, abundaban más las mujeres rubias, castañas y de cabellos negros, ser pelirroja era una rareza codiciada.

—¿Ya vieron? Es el medico que ha estado visitando nuestro pueblo, no sabemos a quien viene a ver, pero se pasea entre nosotros con esa aura tenebrosa, ahora viene de la mano de esa mujer tan bella.

—Debe ser su esposa, quizás esta viendo el pueblo para venirse a vivir aquí.

—Eso sería increíble…con la falta que hace un doctor de verdad en este lugar, no es lo mismo un curandero a alguien especializado.

—Ojalá que les guste el pueblo y no se fijen en las pulgas que hay por todas partes, eso le quita el atractivo a cualquier lugar.

Se decían los habitantes de Birth quienes añoraban que sus suposiciones fueran reales.

Lía iba de la mano de Emir pendiente de cualquier impulso que fuera a tener, esta era una buena oportunidad para protegerlo, era su persona más preciada después de Valeska y sus padres.

—No te preocupes por mí, ya se me esta pasando. —le dijo Emir para tranquilizarla.

—Esta bien, me quedaré a tu lado en todo momento. —exclamó Lía con una sonrisa nerviosa.

A unos cuantos metros de distancia, una mujer estaba afilando un cuchillo con el que cortaba la carne de cerdo que vendía en el mercado ambulante, estaba inclinada haciendo presión sobre una piedra y en ese momento, se le resbaló la mano y se cortó la palma haciéndose una gran herida que inmediatamente comenzó a sangrar.

El viento los traicionó, llevándose consigo el aroma de la sangre fresca de aquella mujer joven, como un perfume invasivo penetro la nariz de Emir haciéndolo gruñir y rápidamente, con la velocidad de un rayo cayendo a la tierra, Emir le soltó la mano y se abalanzó contra la mujer azotándola contra el suelo.

—¡Emir! ¡no! —Lía vio como saltaba encima de ella y derribaba a la mujer pegando un enorme salto, asustando a toda la población que al momento de ver su mascara caer al suelo y al contemplar el rostro de Emir se dieron cuenta de que era un vampiro y comenzaron a huir llenos de pánico.

—¡Es un vampiro! ¡Huyan por sus vidas!

—Emir le arranco gran parte del vestido a la mujer para devorarla, ella estaba gritando y terminó desmallada ante la belleza de aquel vampiro de cabellos dorados.

No todos querían huir, algunos se llenaron del valor suficiente como para enfrentarlo, agarraron lo que tenían en la mano, trinches, estacas y rifles y apuntaron al príncipe y las balas le rosaban por los pies.

Lía no se podía quedar con los brazos cruzados, su príncipe estaba en peligro, así que gritó con todas sus fuerzas he invocó a Vinland, su lobo negro de la mentira, al instante del suelo emanó una bruma maléfica y el aullido tenebroso de su familiar resonó en la tierra.

—¡Vinland! ¡crea tu bruma negra y hazles creer a estos pueblerinos que nunca nos vieron! ¡justifica el desmayo de la mujer con una anemia!

—¡Es una bruja! ¡ha invocado a su demonio! ¡debemos quemarla! Matemos al vampiro y después asesinémosla a ella, nuestros crucifijos nos protegerán de estos demonios.

—¡Aléjense de él!  —gritó Lía mirándolos fijamente, su cuerpo comenzó a emanar un aura oscura y muy tenebrosa, Emir estaba luchando con todas sus fuerzas para no morder a la mujer, pero al verle el cuello desnudo no pudo evitar salivar.

Vinland comenzó aturdirlos con su niebla de mentiras lavando sus cerebros para que creyeran la historia que Lía le había ordenado que plantara en sus pensamientos, Emir estaba encima de la mujer y antes de que le clavara los dientes, ella se cortó el pecho para llamar su atención, se desnudo la mitad de sus pechos dejando su cuello expuesto.

Al instante el aroma de aquella exquisita y tentadora sangre alertó sus cinco sentidos y gruñó sediento, Lía extendió sus brazos para recibirlo y con la fuerza con la que la envistió la estampo contra la pared haciendo que su cuerpo le doliera, Emir no pudo resistirse más, todo este tiempo era Lía la que lo tenía tentado, era cuestión de tiempo para que se dejara llevar por el deseo incontrolable de poseerla, succionaba sus pechos con tanta fuerza que la hacía gemir de dolor.

—Mi príncipe…tiene que volver en si…debemos salir de aquí.

Emir la miro con sus preciosos ojos escarlata, brillaban con tal intensidad que era inevitable perderse en su mirada, tenían el mismo efecto que los ojos de su padre Alejandro, que hipnotizaban a quien lo miraba fijamente.

Emir y Lía se miraron fijamente por un rato, parecía que habían entrado en sus almas, Lía pudo ver su divinidad, se hablaba del vinculo perfecto que se dio entre Ginebra y Alejandro, sus almas estaban destinadas a estar juntas y procrear a los dioses gemelos, pero en esta ocasión nada tenía sentido, Emir había quedado prensado a Lía como un esclavo, se había vinculado de ella de manera irreversible, calló de rodillas ante ella y se agarró el corazón, se dio cuenta de que estaba perdidamente enamorado y que no podría hacer nada para librarse de eso.




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