El amante infernal (libro 2)

Sentimientos inesperados

 

Lía tenía el corazón fragmentado, dividido, no entendía como era que se sentía tan vulnerable ante Valeska y Emir, pero la realidad era más obvia de lo que pensaba, Ella había nacido para ser la manzana de discordia de estos seres divinos, para procrear a los hijos de los dioses, ella era la raíz que sostenía sus troncos, su debilidad y su mayor tentación.

La sensación ya la había experimentado con ellos cuando era una niña, esa electricidad que cosquilleaba todo mi cuerpo hasta concentrase en mi cerebro, esa necesidad de estar a su lado las veinticuatro horas del día, el deseo de que me amaran, de ser importante para ellos, de convertirme en lo que ellos necesitaran, una amiga, una hermana, una amante o una esposa, al ser unos dioses, debía conformarme con ser su protectora, pero volví a sentir lo mismo que hace quince años, una atracción incontrolable, un deseo y una pasión que me superan.

Mi cita con el príncipe, terminó de una manera inesperada, se sintió avergonzado por haber cedido a sus impulsos, pero no lo martirice por eso, ya se veía bastante abrumado como para decir algo, por suerte Vinland pudo meterse en la mente de los pueblerinos de Birth y siguieron sus vidas como si nada, me alegro de que él haya caído en mis manos y no en las de un malvado, mi lobo negro pose una gran habilidad, que si se usara con maldad causaría muchos estragos.

Puede hacer creer a la gente lo que él quiera, por eso agradezco que ahora sea mío.

—Lamento lo que pasó, fue muy arrogante de mi parte creer que con unos días de entrenamiento podría auto controlarme, supongo que no importa se soy un dios o no, mi sed es más fuerte que yo. —exclamó Emir con tristeza.

—No se lamente, por suerte no me lastimó, usted curo mis heridas y no me duele nada, me alegro haber estado con usted y que las cosas no se salieran de control. —exclamó Lía con una sonrisa.

—Quería que tuvieras una cita inolvidable y que pudieras volver a comer tu platillo favorito, en el castillo no hay comida para ti, tienes que conseguirla or ti misma, pero terminé comiéndote yo a ti.  

—Oh, bueno…—los dos se sonrojaron mucho y después Lía sonrió agradeciéndole por todo su esfuerzo.

—Esta fue la primera vez que Sali asolas con alguien, fue un placer y un honor haber pasado mi día con usted, siento que hoy pude conocerlo más y anhelaba que esto sucediera, es mi deseo profundo poder ser cercana a ustedes. —expresó Lía con los ojos brillantes.

—El placer fue mío, era yo quien deseaba pasar tiempo contigo, ahora se me volverá una costumbre, tu me haces sentir diferente, me tratas como a una persona y no como a un dios.

—Lo siento…es que yo…

—No, me gusta que me veas con esos ojos, yo no busco reverencias, no es la adoración lo que me hace feliz, mucho menos el poder, aveces, simplemente quiero ser como tú, libre.

El príncipe parecía un arcángel, que belleza tan grande, que ojos más hermosos, tenía la habilidad de cambiarlos de color, a rojo, azul o dorado, cualquier tonalidad le quedaba perfecta, por ejemplo, en estos momentos, era la primera vez que sus ojos se tornaban azules, eran iguales a los de Alejandro.

—¡Sus ojos! Cambiaron de color…—exclamó Lía sombrada y añadió. —brillan como el océano…que hermosos son.

El corazón de Emir saltó al verla tan emocionada y no pudo evitar querer abrazarla y así lo hizo, la llevó a sus brazos y la apretó hacia él, no estaba seguro de lo que sentía por ella, pero estaba obsesionado con su aroma, su mente se llenaba de pensamientos donde Lía era la protagonista.

Ya se encontraban en el interior del castillo, en el mismo lugar donde se habían quedado de ver para irse, en aquellos hermosos jardines llenos de flores perfumadas, Emir sostuvo el rostro de Lía mientras la contemplaba y ella no sabía cómo reaccionar.

—Príncipe… —el rostro sonrojado he inocente de Lía lo estremecía, le parecía la criatura más tierna y hermosa de todo el mundo, anhelaba sus labios y todo su cuerpo, deseaba su alma y todo su corazón.

—¿Por qué me tientas de esa forma? Si sabes que me cuesta controlarme. —susurró Emir mirándola con anhelo y pasión.

—No es mi intención incomodarlo…—suspiró Lía quien como mantequilla sentía que se derretía en sus manos.

Quisiera demostrarte todo mi afecto, pero me temo que un abrazo ya no es suficiente. —Emir acarició los labios de Lía y cuando estaba apunto de besarla, Magnolia gritó a unos cuantos metros de distancia de ellos.

—¡Mi señor! —exclamó ella con las manos temblorosas, al instante Emir se apartó de Lía y miró en dirección a su concubina, la expresión de ella era de inseguridad, aunque trataba de disimularlo, enseguida las miradas de Lía y Magnolia se cruzaron.

Magnolia estaba viendo a su rival, la controversial pelirroja de la que todo el mundo háblala, se estremeció al ver lo hermosa que era y lo cariñoso que estaba siendo Emir con ella, apretó los labios inconforme y apeló a su gracia y hermosura y con un tono dulce y romántico dio unos pasos hacia ellos he hizo una reverencia para Emir.

Lía también la escaneó, de arriba abajo, admirando su belleza, era rubia y parecía un ángel, sus ojos eran grandes y brillantes, estaba segura de que en su vida humana debió ser una princesa, ahí estaba Magnolia, con su hermoso vestido blanco, adornada de una corona delicada de oro con piedras preciosas, sus joyas eran refinadas, al igual que su voz y sus movimientos, se le notaba educada y digna de ser una concubina de un dios, por su extraordinaria belleza.

Lía no pudo evitar sentirse inferior a ella y bajo la mirada sintiéndose amenazada.

—Magnolia ¿Qué te trae por aquí? —Emir se apartó de Lía y dirigió su atención a su concubina y la saludó besándole la mano.

—Me encontraba caminando por sus jardines con la esperanza de poder encontrarme con usted ¿no se habrá olvidado de que hoy es jueves verdad? —le dijo Magnolia con una sonrisa vergonzosa.




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