El invierno persistía como un huésped indeseado. La lluvia se mezclaba con la nieve, cubriendo los jardines de la mansión Archer con una capa blanca e inmóvil. Álex caminaba por el corredor, sosteniendo entre las manos la fotografía que había encontrado la noche anterior. Orfeo, Lucía y Damián. Los tres juntos, sonriendo. Como si alguna vez hubiesen sido una familia.
Su pecho se apretó. No era celos lo que sentía, sino confusión. Sabía que amaba a Orfeo con cada fibra de su ser, y sin embargo… había algo en esa imagen que lo inquietaba profundamente.
Dulzura y tormentaOrfeo estaba en el estudio, revisando documentos cuando Álex entró en silencio.
El sonido del fuego lo envolvía todo, como si intentara protegerlos del mundo exterior.
Álex se detuvo frente a él, temblando. No de miedo, sino de emoción contenida.
—Encontré esto —dijo, extendiendo la foto.
Orfeo levantó la vista, y su expresión cambió apenas por un segundo. La sostuvo con calma, aunque su respiración se volvió más lenta.
—Sabía que algún día la verías —murmuró.
—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Álex con voz suave— No te estoy reprochando nada. Solo… quiero entender.
Orfeo dejó la foto sobre el escritorio y se acercó. Su mirada era tan clara que dolía.
—Porque ese retrato pertenece a un pasado que no merecía destruir lo que tenemos —dijo con sinceridad— Lucía y Damián formaron parte de mi vida antes de que vos llegaras. Nos conocimos en los eventos de la aristocracia, hace muchos años.
Hizo una pausa. Su voz bajó apenas un tono.
—Lucía era la organizadora de los bailes benéficos, y Damián… bueno, Damián era su sombra.
Ambos me admiraban por mi trabajo en la chocolatería familiar. Yo creía que eran amigos, hasta que… .sus ojos se perdieron en el fuego, hasta que Damián empezó a interesarse demasiado en mí. Álex lo escuchaba en silencio, con los dedos entrelazados.
—Lo rechazaste —dijo al fin.
Orfeo asintió.
—Sí. Una y otra vez. Pero el rechazo lo volvió cruel. Y cuando apareciste vos… todo cambió.
Lucía lo odió por verte como su hijo ilegítimo, y Damián… por verte como su reemplazo. Álex cerró los ojos. Todo encajaba. La manipulación, el secuestro, la obsesión. Y en el centro de todo, él.
El despertar de la memoriaOrfeo dio un paso hacia él, temeroso de romper el frágil equilibrio. Pero Álex no retrocedió. Sus manos temblorosas buscaron las de su amado.
—No me mientas nunca, Orfeo —susurró—.
Prefiero enfrentar el dolor de la verdad a vivir en una mentira que me proteja.
El hombre lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—Te lo juro. No habrá más secretos.
Y fue entonces, en ese instante exacto, cuando la mente de Álex se abrió por completo. Los recuerdos cayeron sobre él como una lluvia cálida y furiosa. El sabor del chocolate en los labios de Orfeo, la primera vez que se besaron en la cocina, la risa de ambos bajo una tormenta, las noches en las que juraron no separarse jamás. Sintió todo al mismo tiempo: el amor, el miedo, la pérdida. Y se aferró a Orfeo con fuerza, llorando.
—Te recuerdo. Todo. —Su voz se quebró— Hasta lo que me dolió.
Orfeo lo sostuvo contra su pecho.
—Entonces también recordás que te amo más que a mi vida.
—Sí — respondió Álex entre sollozos — Y que sin vos, nada tiene sentido.
El beso que siguió fue lento, profundo, el tipo de beso que cura cicatrices invisibles. La nieve afuera caía sin prisa, como si el mundo entero se hubiese detenido a contemplarlos.
El rumorEsa noche, mientras ambos dormían abrazados, la ciudad hablaba. En los círculos más selectos de la aristocracia, un nuevo rumor comenzaba a circular. Damián Leclair había reaparecido. Y con él, un dossier repleto de documentos comprometedores: supuestas irregularidades financieras, donaciones ocultas, movimientos de dinero en las cuentas de la Casa Archer.
El apellido Archer, símbolo de honor, comenzaba a verse envuelto en sombras. A la mañana siguiente, Orfeo se levantó temprano. Encendió la radio para escuchar las noticias. La voz del presentador retumbó en el aire:
La prestigiosa Casa Archer enfrenta una investigación por presunto desvío de fondos.
Las autoridades aún no han emitido un comunicado oficial, pero la denuncia lleva la firma de Damián Leclair.
Orfeo sintió que la sangre le abandonaba el cuerpo. Dejó caer la taza al suelo. El café se esparció como una mancha oscura sobre el mármol. Álex apareció en el marco de la puerta, preocupado.
—¿Qué pasa?
Orfeo alzó la mirada, pálido.
—Nos declaró la guerra.
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Editado: 28.10.2025