El sonido del cerrojo marcó el fin del encierro. Orfeo Archer fue liberado al amanecer. Sin prensa, sin escolta, sin gloria.
Solo un papel firmado que confirmaba su libertad provisional. El guardia le devolvió su reloj y sus pertenencias personales.
—Quedó limpio, señor Archer. Al parecer, alguien pagó caro por eso.
Orfeo alzó la mirada, confuso.
—¿Qué dijo?
—Un tal Álex Leclair. Firmó un acuerdo con la fiscalía. El caso se cerró en tiempo récord.
El corazón de Orfeo se detuvo por un segundo. Álex. Su nombre sonó como un eco dentro del pecho, mezclando alivio y miedo. Salió de la cárcel sin mirar atrás. La nieve cubría el mundo con una pureza que dolía. Cada paso lo acercaba más a la mansión, pero algo en su interior le decía que nada sería igual.
La mansión vacíaAl llegar, el portón estaba entreabierto. No había guardias, ni periodistas, ni luces encendidas.Solo silencio. El eco de lo que alguna vez fue un hogar. Entró. Las habitaciones estaban en desorden, papeles sobre el suelo, un teléfono apagado sobre el sofá. Y, junto a la chimenea, un cuaderno abierto con la letra de Álex.
La verdad no está en los archivos, sino en la sangre.
Orfeo sintió un escalofrío. Sabía lo que eso significaba: Álex había descubierto algo… algo que Damián no quería que nadie supiera.
—¿Dónde estás, amor mío? —susurró, cerrando el cuaderno y llevándolo al pecho.
El secreto de la fotografíaA kilómetros de allí, en una pensión humilde, Álex extendía la foto sobre la cama. La había observado toda la noche, sin dormir, intentando entender. Lucía y Damián sonreían en una imagen antigua. Pero había algo extraño. Ambos firmaban con el mismo apellido, con la misma fecha de nacimiento.
No madre e hijo. No hermanos. Eran la misma persona en dos documentos distintos.
—No puede ser… —murmuró, sintiendo el vértigo de la revelación.
Tomó los papeles anexos de la carpeta: certificados médicos, informes, diagnósticos. Uno de ellos hablaba de trastorno de identidad disociativo severo.
Lucía Leclair y Damián Leclair eran una misma entidad dividida en dos vidas. Una identidad pública y otra oculta. La dulce madre y el monstruo vengativo.
Álex dejó caer los documentos al suelo, helado. Su mundo se desmoronaba.
El regreso de OrfeoEsa misma tarde, Orfeo encontró a Lara esperándolo en el despacho.
—No debería estar aquí —le dijo ella, nerviosa—. Damián aún tiene ojos en todas partes.
—¿Dónde está Álex? —preguntó él sin rodeos.
—Se fue anoche. Nadie sabe adónde. Pero dejó esto para usted.
Le entregó un sobre sellado. Orfeo lo abrió con manos temblorosas. Dentro había una carta breve, escrita con trazo apurado:
Si llegás a leer esto, significa que logré descubrir algo que puede destruirlo. No busques a Lucía. No te acerques a Damián. Si lo hacés, él te usará contra mí.
Te amo, y por eso tengo que alejarme.
—Á.
Orfeo apretó la carta contra su pecho.
—No, Álex… no otra vez.
Lara lo miró con pesar.
—Orfeo, si lo que él descubrió es real, estás en peligro.
—No me importa. —La mirada de Orfeo ardía— Prefiero morir a quedarme sin él.
El reencuentroDos días después, Álex regresó a la ciudad con una mochila cargada de documentos.
Cruzó el portal de la mansión bajo una lluvia constante, decidido a enfrentar lo que fuera necesario. Orfeo lo vio desde el umbral. El tiempo se detuvo. Álex empapado, temblando. Orfeo exhausto, con los ojos enrojecidos. Ninguno dijo una palabra al principio. Fue Orfeo quien corrió hacia él primero, abrazándolo con una fuerza desesperada.
—No vuelvas a irte sin mí —le susurró entre lágrimas— No me importa el escándalo, ni los secretos, ni tu familia.
Álex se aferró a su pecho, incapaz de hablar.
Solo asintió, sintiendo el calor del cuerpo amado y el perfume familiar que lo hacía sentirse vivo otra vez.
Horas más tarde, encerrados en el despacho, Álex le mostró la foto y los informes.
—Damián no existe —dijo con voz temblorosa— O al menos, no como creemos.
Él es Lucía. O lo fue.
Orfeo se quedó inmóvil.
—¿Qué estás diciendo?
Álex respiró hondo.
—Lucía tenía un trastorno mental grave. Creó una identidad masculina para escapar de su pasado en la aristocracia. Damián fue su venganza.
Cuando yo nací, esa división se profundizó y lo que queda de ella ahora es solo oscuridad. El silencio cayó como plomo. Orfeo se dejó caer en la silla, sin aire.
—Entonces… todo este tiempo… luchábamos contra un fantasma.
Álex lo miró con angustia.
—Contra mi madre.
El retorno de la locuraEsa misma noche, mientras ambos intentaban asimilar la verdad, un golpe brutal retumbó en la puerta principal. Orfeo se levantó de inmediato.
—Quédate atrás.
El viento irrumpió junto con una sombra. Y allí, en el umbral, empapado por la lluvia, estaba Damián. O Lucía. O lo que quedaba de ambos. Su rostro era una mezcla de calma y locura, el maquillaje corrido, la sonrisa congelada.
—¿Pensaron que podían esconderme la verdad? —dijo con voz ronca— Siempre supe que ustedes dos eran mi mayor error… y mi mayor deseo.
Álex retrocedió, sintiendo el mismo miedo que en su infancia. Orfeo lo protegió con el cuerpo.
—No vas a tocarlo.
Damián alzó la mano con una pistola reluciente.
—Entonces moriremos todos juntos.
El trueno estalló en el cielo. Un disparo resonó. El cristal de la ventana se quebró en mil fragmentos. Y la escena se congeló en el aire…
Cuando el humo se disipó, Álex estaba de pie frente a Orfeo. El arma había caído al suelo. Damián, o Lucía, sangraba en silencio, arrodillado, con una expresión entre alivio y dolor. Álex temblaba, con las manos manchadas de rojo.
#5637 en Novela romántica
#1562 en Chick lit
#romanceprohibido #dramaromántico, #memoriaperdida #amoroscuro, #elamargosecreto
Editado: 28.10.2025