El Amargo Secreto

Los Pecados De La Sangre

La noche se desvanecía lentamente entre los muros helados de la mansión Archer. El fuego chispeaba en la chimenea, iluminando el rostro de Álex, pálido, tenso, con la mirada fija en aquella fotografía que acababa de cambiarlo todo.

Lucía sonreía en la imagen. Joven, hermosa, vestida con un traje color perla..A su lado, Damián… pero no como su hijo..El retrato era demasiado íntimo, demasiado prohibido. Y en el reverso, dos firmas idénticas lo confirmaban:

Lucía Archer — Damián Leclair.
París, 1998.

Álex tembló. Las piezas del rompecabezas empezaban a encajar. Su madre y Damián no eran madre e hijo. Eran amantes.

El aire se volvió irrespirable. Por un momento, deseó que la foto fuera falsa. Pero las fechas coincidían. Lucía lo había tenido a él en el 2000. ¿Y si…? ¿Y si todo había sido una farsa desde el principio?

Golpeó la mesa con rabia. La madera crujió bajo su puño cerrado.

—¡Maldito seas, Damián!

El regreso del prisionero

A esa misma hora, en el penal de alta seguridad, las puertas metálicas se abrieron con un eco sordo. Orfeo Archer salía, libre.nSu rostro no mostraba alegría, sino una serenidad tensa, forjada por el sufrimiento. El abogado lo acompañaba.

—Han retirado los cargos, señor Archer. El fiscal recibió pruebas anónimas que demostraron la manipulación contable.

Orfeo no necesitó preguntar quién estaba detrás. Sabía perfectamente de quién venía esa liberación: Álex. Al salir del recinto, una ráfaga de viento helado lo golpeó en el rostro. Por primera vez en semanas respiró aire real, y con ese primer respiro juró algo en silencio:

—Voy a encontrarte.

La búsqueda

Regresó a su mansión, o más bien, a lo que quedaba de ella. La prensa se había retirado, pero el caos persistía. Papeles quemados, cortinas rotas, cuadros tirados. Y sobre la mesa, la carpeta que Álex había dejado abierta. Orfeo se acercó. Vio los documentos, el sobre con el sello dorado, y la fotografía. Al tomarla, un escalofrío lo recorrió.

Lucía.
Damián.
Las mismas sonrisas hipócritas que recordaba de los eventos sociales de años atrás.

Pero esa foto…
Esa cercanía…
Esa fecha.

El corazón de Orfeo se aceleró.

—No puede ser…

Su mente comenzó a hilar recuerdos: las visitas de Lucía a la mansión Archer, los comentarios crípticos de Damián, la forma en que siempre había intentado mantenerlo cerca, casi como si lo conociera antes de tiempo. Todo encajaba. Demasiado tarde.

La verdad

Horas después, el abogado de la familia, señor Howard, se presentó en la mansión con una expresión sombría.

—Orfeo, hay algo que debe saber —dijo mientras se quitaba el abrigo empapado por la nieve— Lucía Archer no es quien usted cree.

Orfeo lo observó en silencio.
Howard continuó:

—Encontramos registros notariales en Francia. Una serie de contratos y documentos de herencia. Según ellos, Lucía era la esposa legal de Damián Leclair durante tres años. Se casaron en 1998.

El mundo pareció detenerse.

—¿Qué está diciendo? —susurró Orfeo.

—Que Damián no es su hijo. Y que Álex… —Howard bajó la voz—, podría ser hijo de ambos.

El silencio fue absoluto. Solo el viento golpeando los ventanales respondió. Orfeo se apoyó en el escritorio, sintiendo que el suelo desaparecía bajo sus pies. El amor de su vida… .El hombre por el que había arriesgado todo ¿Era el hijo del monstruo que había intentado destruirlos? Pero enseguida apartó ese pensamiento.

—No —dijo con firmeza— Álex no es Damián. Él es su víctima. Y yo no lo voy a perder.

La sombra del chantaje

Mientras tanto, en un lujoso departamento del centro, Damián observaba las noticias por televisión. Un reportaje mostraba la liberación de Orfeo Archer y la filtración de una nueva foto escandalosa: la misma que Álex había hallado.

—Todo está saliendo exactamente como planeé —murmuró mientras servía vino en una copa de cristal.

Su asistente lo miró, nerviosa.

—¿Y si Orfeo descubre la verdad?

Damián sonrió sin humor.

—Entonces el escándalo lo destruirá por completo. Nadie aceptará que su gran amor sea el hijo del hombre que lo hundió. Y cuando todo el mundo lo rechace… volverá a mí.

El reencuentro

Cayó la noche. Orfeo se dirigió al lugar donde sabía que Álex podría estar: el bar donde trabajaba antes de su amnesia. El local estaba vacío, cerrado por reformas. Pero una luz débil parpadeaba dentro.

Entró, empapado por la lluvia. Y allí estaba él. Álex, sentado en una de las mesas, con la mirada perdida, la foto en las manos.

—Sabía que vendrías —dijo sin levantar la vista.

Orfeo se acercó despacio, su voz temblaba.
—Tenía que verte.

—¿Viste la foto, verdad? —preguntó Álex con frialdad.

—Sí. —Orfeo tragó saliva— Pero eso no cambia nada.

Álex lo miró finalmente, con los ojos llenos de lágrimas contenidas.

—¿Cómo no va a cambiarlo? ¿Cómo podés seguir amándome sabiendo quién soy?

Orfeo se inclinó, tomó su rostro entre las manos.

—Porque no sos él. Porque lo único que hereda un alma es lo que elige ser.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Álex. Orfeo lo besó. Un beso lento, desesperado, lleno de amor y de miedo. Un beso que desafiaba el pasado y las mentiras. Pero la paz duró solo un instante. La puerta del bar se abrió de golpe. Dos hombres armados irrumpieron, apuntando directamente a Orfeo.

—¡Quietos! —gritó uno de ellos—.
Por orden de la fiscalía, Orfeo Archer queda nuevamente detenido por obstrucción a la justicia.

—¡No! —gritó Álex, poniéndose frente a él—. ¡Esto es una trampa!

El hombre lo empujó con violencia, y la foto cayó al suelo. Mientras lo esposaban, Orfeo miró a Álex a los ojos y susurró:

—Buscá a Howard… él tiene la verdad.




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