Mientras la aeronave ascendía, dejó caer su celular en el vaso de agua que le habían servido. Lo observó hundirse hasta apagarse. Era el último vínculo con su pasado. Con Orfeo. Con todo.
—Adiós —susurró, con un hilo de voz que el rugido de los motores devoró sin compasión.
El país del olvidoSemanas después, Rafael como debía llamarse ahora trabajaba en una librería pequeña junto al puerto de Lisboa. El local olía a papel húmedo, café y tabaco. Era el refugio perfecto para alguien que deseaba no existir. Cada día abría las persianas metálicas antes del amanecer. Sonreía a los turistas, recomendaba novelas, hablaba en un portugués lento, aprendido en silencio y sin maestros.
Por las noches, se sentaba frente al mar, mirando los barcos desaparecer en el horizonte. El viento le traía recuerdos que intentaba enterrar: la risa de Orfeo, sus manos, su mirada cuando lo llamó por última vez mi hogar. A veces soñaba con él, y al despertar, odiaba estar vivo.
El cazador frustradoMientras tanto, en su oficina de vidrio y acero, Esteban Márquez golpeaba la mesa con furia. El mapa digital frente a él mostraba los últimos movimientos financieros de Álex: nada. Su nuevo rostro, su nueva identidad, todo había sido borrado con precisión quirúrgica.
—Se desintegró —dijo su asistente, temblando— No queda registro. Ni una compra, ni un vuelo, ni una huella.
—Nadie desaparece así —gruñó Esteban— Nadie, salvo que alguien lo ayude.
Encendió un cigarro y observó por la ventana el reflejo de la ciudad que dominaba. Su imperio mediático, político y económico.
Pero de nada servía si no podía encontrar a él.
—Lo amaba demasiado —murmuró— Y ahora me ha dejado con el silencio.
Arrojó el cigarro al suelo y lo pisoteó con rabia.
—Entonces destruiré lo que él amaba —dijo, levantándose— Destruiré a Orfeo.
La obsesión de OrfeoOrfeo no dormía. Vivía entre llamadas, pistas falsas y esperanzas rotas. Contrató detectives, revisó aeropuertos, interrogó informantes. Cada noche, un nombre distinto. Cada mañana, una decepción nueva. Hasta que uno de los detectives, un hombre enjuto de mirada sagaz, le habló sin rodeos:
—Su amado es un fantasma. Si aún vive, no quiere ser encontrado.
Orfeo lo miró con una serenidad peligrosa.
—Entonces lo haré, aunque me cueste la vida.
Su desesperación crecía al mismo ritmo que su amor..Comenzó a recibir cartas anónimas con fragmentos de noticias de distintas ciudades: Lisboa, Praga, Ámsterdam. Todas sin remitente..Pero una de ellas tenía una sola frase escrita a mano:
El mar guarda secretos que ni el tiempo puede ahogar.
Orfeo supo que era de él. Lo sintió. Y en ese momento decidió cruzar el mundo si era necesario.
Esteban desata el infiernoEl nuevo plan de Esteban fue tan cruel como brillante..Financió un escándalo mediático contra Orfeo: falsos testimonios, pruebas manipuladas, artículos de prensa que lo mostraban como un cómplice en la supuesta huida de Álex..Los patrocinadores lo abandonaron, los medios lo cancelaron, sus empresas quebraron una tras otra.
Lo había reducido al mismo polvo que él había infligido antes a Álex. Pero Esteban no se detuvo allí.. Ordenó que un accidente arruinara la vida de Orfeo definitivamente.
Una noche, mientras Orfeo conducía hacia la casa que compartía con Álex antes de su desaparición, los frenos fallaron. El auto se deslizó hacia el río, dando vueltas antes de caer al agua helada. La policía lo dio por muerto. Esteban, al enterarse, brindó con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
—El amor de tu vida se ahogó, Álex. Ahora somos dos los que vivimos entre fantasmas.
Pero la noticia era falsa..Orfeo había sobrevivido, arrastrado por la corriente hasta una orilla solitaria. Despertó entre ramas, con heridas y el corazón en llamas. Y en ese instante, comprendió que Esteban no solo quería destruirlos: quería borrar su historia.
—No te daré ese placer —susurró, empapado, temblando. Si Álex sigue vivo, lo encontraré. Y tú pagarás.
El mar de los secretosEn Lisboa, Rafael sintió un escalofrío inexplicable. Estaba ordenando libros cuando el noticiero local mostró una nota breve:
Se reabre el caso del empresario Orfeo Valmont, dado por muerto hace un mes. Testigos afirman haberlo visto en la costa sur.
El libro se le cayó de las manos. Por primera vez en semanas, su corazón latió con fuerza.
Pero junto al temblor, llegó el miedo: si Orfeo vivía Esteban también lo sabría. Corrió a su pequeño departamento. Empacó lo poco que tenía. Quemó sus papeles falsos y sacó otro pasaporte, con otro nombre. Mientras lo hacía, miró por la ventana: el reflejo del mar lo observaba con su misma tristeza.
Perdóname, Orfeo. No es cobardía… es amor.
Subió a un tren nocturno hacia Oporto. De allí tomaría un barco hacia un destino que ni él mismo quiso saber.
La venganza en carne vivaEsa misma noche, Esteban miró en su pantalla un video borroso de vigilancia: una figura encapuchada subía a un tren en la estación de Lisboa Oriente.
—Lo encontré —murmuró, pero su sonrisa murió al segundo siguiente: la cámara se apagó abruptamente.
Los rastros electrónicos se disolvieron. Otra vez, nada. Golpeó el escritorio con tanta fuerza que el cristal se quebró.
—¡Maldito seas, Leclair! —gritó, desgarrando el aire— No podrás esconderte para siempre.
#5637 en Novela romántica
#1562 en Chick lit
#romanceprohibido #dramaromántico, #memoriaperdida #amoroscuro, #elamargosecreto
Editado: 28.10.2025