Ya no era un fugitivo. Ni un amante. Ni siquiera un hombre que huía del pasado. Era alguien que había decidido contraatacar.
Y el precio sería alto.
Orfeo extendió sobre la mesa todos los documentos que Elías Ríos, el detective, le había dejado semanas atrás: extractos bancarios, fotografías, nombres codificados, y una lista de empresas fantasmas registradas bajo distintos países. Todas llevaban la misma raíz: E.M. Holdings.
—Todo empieza y termina en ti, Esteban… —susurró, con un tono entre odio y determinación.
Aquel hombre había destruido su carrera, su nombre, su paz mental. Había hecho de su vida una jaula invisible, un tablero de ajedrez donde cada movimiento significaba dolor.
Pero esta vez, Orfeo se convertiría en el jugador. Tomó el teléfono satelital que el detective le había dejado. Marcó un número y esperó. Una voz ronca respondió al tercer tono.
—Habla Valmont. Quiero hacerlo.
—¿Está seguro? —preguntó la voz.
—Más que nunca.
Los aliados del silencioDos días después, se reunió con un pequeño grupo en un café discreto del barrio de Alfama. Eran tres personas: Elías Ríos, una joven periodista llamada Nerea Duarte especialista en corrupción política y un exanalista financiero de la familia Márquez.
Nerea fue la primera en hablar:
—Usted quiere destruir a un hombre que maneja la información como un dios. ¿Sabe lo que eso significa?
—Sí. Y también sé que un dios sin creyentes se convierte en polvo.
Elías asintió.
—Tenemos pruebas suficientes para reabrir los casos de evasión y lavado de dinero, pero si lo hacemos mal, se volverá contra nosotros.
—Entonces haremos lo que él haría —dijo Orfeo, su voz firme.
—¿Y eso es…? —preguntó Nerea.
—Manipular la verdad hasta convertirla en justicia.
Nadie respondió, pero todos comprendieron que aquel hombre ya no tenía miedo.
El veneno y la máscaraEl primer paso fue infiltrarse en las redes mediáticas de Esteban. Orfeo utilizó los mismos canales que lo habían destruido: foros privados, filtraciones anónimas” cuentas falsas de opinión pública. Durante semanas, las redes comenzaron a llenarse de rumores sobre el verdadero Esteban Márquez: su violencia, sus sobornos, sus conexiones con el crimen internacional. Elías lo observaba con una mezcla de respeto y preocupación.
—Se está volviendo igual que él —advirtió.
Orfeo no apartó la vista de la pantalla.
—No. Estoy aprendiendo su idioma para poder callarlo con sus propias palabras.
Elías suspiró.
—Y cuando lo logre… ¿qué quedará de usted?
Orfeo lo miró, y por un instante, en sus ojos se asomó una tristeza insondable.
—Nada —respondió — Pero el silencio será mío.
El contraataque de MárquezEl plan parecía funcionar hasta que llegó la respuesta. Una mañana, Nerea irrumpió en la habitación con un periódico temblando en sus manos.
—¡Él sabe lo que hacemos! — dijo, arrojando el diario sobre la mesa.
En la portada se leía:
El retorno de Orfeo Valmont: el traidor que destruyó su propia fortuna busca venganza.
Y, debajo, una fotografía reciente de él, tomada claramente desde un dron, mientras hablaba con Elías en el puerto.
—Nos está observando —dijo Elías, su voz baja.
—Nos está retando —corrigió Orfeo.
A partir de ese día, el aire se volvió peligroso.
El teléfono sonaba con números desconocidos. Los correos aparecían vacíos, salvo por una única palabra: Cerca. Una noche, alguien dejó frente al monasterio una caja envuelta en terciopelo negro. Dentro, un reloj de bolsillo detenido a las 11:11, y una nota:
El tiempo corre para ti, Valmont. Y cuando se acabe, te quitaré lo único que te queda: el control.
Orfeo guardó el reloj en el cajón, cerró con llave y no volvió a hablar del tema.
Pero desde entonces, no volvió a dormir.
El plan final se activó un mes después.
Orfeo, con ayuda de Nerea, filtró una serie de documentos auténticos que probaban las transferencias ilegales de Esteban a cuentas suizas. La prensa se volvió loca. Las autoridades comenzaron a investigar. Por primera vez, Márquez estaba acorralado.
Sin embargo, Orfeo no celebró. Algo en su interior le advertía que el silencio previo a la tormenta era más peligroso que la tormenta misma. Y no se equivocaba. Esa misma noche, un mensaje llegó al correo de Nerea:
¿De verdad crees que la justicia tiene tu número, Orfeo? Porque yo sí.
Adjunto, un video corto. Orfeo frente al mar, grabado desde un dron, la misma noche del incendio de las oficinas Márquez. Era prueba suficiente para acusarlo de intento de homicidio.
—Es un montaje —murmuró Nerea.
—Lo sé —respondió Orfeo, con los ojos vidriosos— Pero es perfecto.
Esteban lo había anticipado todo. Cada paso. Cada palabra.
El sacrificioEsa madrugada, Elías despertó sobresaltado al escuchar el ruido del auto de Orfeo alejándose. Corrió hacia la ventana, pero solo alcanzó a ver las luces rojas desvaneciéndose entre la niebla. Sobre la mesa, Orfeo había dejado una carta escrita a mano:
No puedo ganar esta guerra si sigo siendo yo.
Si quieren atraparme, que lo hagan sin rostro.
Díganle al mundo que Orfeo Valmont ha muerto otra vez. Y cuando Márquez baje la guardia… yo regresaré.
Elías sintió un nudo en la garganta. Afuera, la tormenta crecía. Y en algún lugar de la ciudad, el hombre que lo había perdido todo volvía a sumergirse en la oscuridad para cazar desde dentro.
#5637 en Novela romántica
#1562 en Chick lit
#romanceprohibido #dramaromántico, #memoriaperdida #amoroscuro, #elamargosecreto
Editado: 28.10.2025