Había destruido una vez a Esteban desde fuera; ahora lo haría desde adentro.
La nueva identidadLos periódicos anunciaban el renacimiento de Esteban Márquez. El incendio que había devastado sus oficinas se había convertido en leyenda: un símbolo de su supuesta resiliencia y capacidad de reconstrucción. Había vuelto con una nueva empresa, un nuevo rostro público, y una nueva causa: filantropía internacional.
Orfeo lo observaba desde un café discreto, leyendo cada línea del artículo. El texto lo presentaba como un benefactor redimido, un hombre renacido de las cenizas. Y en la fotografía que lo acompañaba, Esteban sonreía. Una sonrisa impecable. Fría. Calculada.
—Perfecto —susurró Orfeo, doblando el diario—.Si quiere fingir ser otro, yo también puedo.
Esa misma tarde, en un edificio abandonado del centro, se reunió con Nerea y Elías.
—No me busquen —les dijo, dejando una carpeta sobre la mesa.
—¿Qué pretende hacer? —preguntó Nerea, alarmada.
—Convertirme en su sombra.
Dentro de la carpeta había un pasaporte, un nombre falso: Lucien Rochefort, empresario francés y filántropo. Elías entendió de inmediato.
—Se infiltrará en su círculo.
Orfeo asintió.
—Voy a darle lo que más desea: admiración, confianza… y luego, lo destruiré desde su propio centro.
El regreso a la luzDos semanas después, un hombre elegante apareció en los eventos de caridad de Esteban Márquez. Su nombre: Lucien Rochefort. Su acento, impecable. Su sonrisa, cautivadora..Nadie sospechaba que tras ese rostro cuidadosamente alterado por una cirugía menor y barba perfectamente recortada, se escondía Orfeo Valmont..Esteban lo notó la segunda noche.
—¿Y usted quién es, monsieur Rochefort? —preguntó, estrechándole la mano.
—Un admirador de su obra —respondió Orfeo con una sonrisa diplomática— Y tal vez, un socio potencial.
Esteban lo evaluó con la mirada, desconfiado pero intrigado. En los negocios, el poder reconocía al poder. Y ese desconocido emanaba algo que no podía definir: una calma peligrosa, una elegancia con filo.
—Le gusta el riesgo, ¿verdad? —murmuró Esteban.
—Solo cuando vale la pena.
Fue el comienzo de su caída.
En la guarida del loboDurante los siguientes meses, Orfeo se ganó su confianza. Lo invitaban a cenas, a reuniones privadas, a viajes cortos de negocios. Esteban lo veía como un aliado. Lucien , Orfeo, lo estudiaba como un enemigo.
Aprendió los nombres de sus nuevos socios, los detalles de sus operaciones, las rutas del dinero. Pero más importante aún, descubrió su nueva debilidad: la soledad. Esteban ya no tenía a nadie. Sus aliados lo temían. Sus enemigos lo odiaban. Y en el silencio de los pasillos de su mansión moderna, lo devoraba la paranoia..Una noche, mientras bebían whisky frente al fuego, Esteban le confesó:
—La gente cree que me destruyeron. Pero el poder nunca muere, solo cambia de máscara.
Lucien sonrió.
—Entonces debería temerle a quien decida arrancársela.
Esteban lo miró con una mezcla de fascinación y desconfianza. En el fondo, intuía que aquel hombre no era quien decía ser. Pero lo subestimó.
El contraataque del monstruoMientras tanto, Nerea y Elías seguían trabajando desde las sombras. Usaban la información que Orfeo les enviaba para reconstruir el imperio oculto de Esteban. Filtraban datos a periodistas, contactaban fiscales, y preparaban el golpe final.
Pero Esteban no era tonto. Comenzó a notar los movimientos. Interceptó correos, descubrió conexiones, y una noche, Nerea desapareció. Elías llamó desesperado a Orfeo.
—¡No contesta! La última vez que habló conmigo estaba asustada. Dijo que alguien la seguía.
Orfeo sintió el corazón helarse.
—Dime dónde estaba.
La encontraron al amanecer, viva, pero aterrada. Había recibido un mensaje anónimo en su teléfono:
Lucien Rochefort no existe. Y tú, Elías, serás el siguiente si no dejas de hurgar.
Orfeo comprendió que su máscara empezaba a resquebrajarse. Esteban estaba probando los bordes de la trampa.
La caída del reyEl clímax llegó en una gala internacional celebrada en Ginebra. Esteban sería homenajeado por su aporte a la reconstrucción económica europea.
Lucien Orfeo era su invitado de honor. La sala estaba llena de políticos, empresarios y medios. Esteban subió al escenario, perfecto como siempre. Sonrió a las cámaras y comenzó su discurso sobre la honestidad y el renacer de la confianza.
Entonces, las luces parpadearon. Y en la pantalla gigante detrás de él, comenzaron a proyectarse documentos clasificados, grabaciones y transferencias ilegales a paraísos fiscales..Su propia voz, manipulando, extorsionando, mintiendo.
Un murmullo recorrió la sala. Los flashes estallaron. El rostro de Esteban se congeló.
—¿Qué demonios…? —susurró, mirando alrededor.
En la penumbra, sentado entre los invitados, Orfeo levantó su copa y lo observó. Sus miradas se cruzaron. Y en los ojos de Esteban, por primera vez, apareció miedo.
El último movimientoEsa noche, la policía suiza allanó las oficinas de Esteban Márquez. Las cuentas se congelaron. Los socios desaparecieron. Y los titulares del día siguiente fueron demoledores:
El imperio Márquez se derrumba. Filtraciones revelan una red de corrupción internacional.
Orfeo observó la noticia desde el balcón del hotel. La brisa fría le acariciaba el rostro.
Por primera vez en años, sintió una paz que rozaba la dulzura. Pero entonces, el teléfono vibró. Un número desconocido. Contestó sin pensar. Silencio. Y luego, una voz que no podía ser otra:
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Editado: 28.10.2025