El Amargo Secreto

La Herencia de las Sombras

El amanecer llegó gris sobre París. Álex no había dormido. El mensaje anónimo seguía brillando en la pantalla de su teléfono, como una herida abierta que no dejaba de sangrar:

Tu amor por él no te salvará, Álex. Esta vez, será su herencia la que lo condene.

El reloj de plata descansaba sobre el escritorio.
Frente a él, los papeles de Alaric los documentos que hasta entonces había considerado recuerdos se habían convertido en piezas de un rompecabezas mucho más oscuro.

Las primeras sospechas

El día comenzó con una tensión muda. Orfeo se movía por la casa con la serenidad que lo caracterizaba, pero Álex notaba la inquietud detrás de su sonrisa. El mensaje había sido borrado del teléfono, aunque el silencio de Álex bastó para despertar sospechas.

—Anoche no dormiste —dijo Orfeo con tono dulce, sirviendo el café.

—No podía —respondió él, sin apartar la mirada de la ventana— Tenía demasiadas cosas en la cabeza.

Orfeo se acercó, colocó una mano sobre su hombro.

—Entonces deja que te las quite yo.

Álex sonrió con tristeza.

—Si pudiera contarte todo sin preocuparte, lo haría. Pero… hay cosas que prefiero resolver primero.

El silencio se instaló. Orfeo, aunque dolido, entendió. Sabía que Álex solo callaba cuando se trataba de protegerlo.

El archivo oculto

A media mañana, una llamada de Cécile rompió la rutina.

—Señor De Vries, acabo de recibir los documentos que solicitó. Entre ellos, hay uno con la firma del señor Alaric que nunca fue registrado oficialmente.

—¿Qué tipo de documento? —preguntó Álex, en un hilo de voz.

—Un contrato de transferencia patrimonial. Pero lo extraño es el destinatario.

—¿A nombre de quién está?

—De un hombre llamado Orfeo Moreau.

El silencio al otro lado fue sepulcral. Álex sintió el corazón detenerse.

—¿Repítelo?

—Sí, señor. Está fechado dos semanas antes de la muerte de Alaric. En él, se establece que parte del consorcio y las propiedades de la familia De Vries pasarían a Orfeo Moreau en caso de su fallecimiento.

Álex apretó los dientes. Eso lo cambiaba todo.

El amor que desafía el destino

Esa tarde, cuando Orfeo regresó de su caminata, lo encontró frente al escritorio, rodeado de papeles.

—¿Qué pasa? —preguntó, preocupado.

Álex levantó la mirada. Sus ojos dorados estaban nublados por la confusión.

—Encontré algo. Y necesito que seas fuerte para escucharlo.

Orfeo se sentó frente a él.

—Dime.

Álex le mostró el contrato. El silencio que siguió fue tan intenso que se oía el tic-tac del reloj en la repisa.

—¿Esto… qué significa? —susurró Orfeo, con la voz quebrada.

—Significa que, de algún modo, Alaric te conocía. Que sabía de ti antes incluso de que nos reencontráramos.

Orfeo se levantó, caminando en círculos, desconcertado.

—Pero eso es imposible, Álex. Yo jamás conocí a ese hombre.

—Eso crees. —Él se puso de pie, acercándose con cautela— Pero hay algo más: tu apellido. Moreau. Aparece en los antiguos proyectos de su laboratorio. Alaric estaba investigando algo, y tú… formabas parte de ello.

Orfeo lo miró, pálido, con las manos temblorosas.

—¿Qué estás insinuando? ¿Que mi vida fue un experimento? ¿Que mi pasado no me pertenece?

Álex lo tomó por los brazos con fuerza, acercándolo.

—No. Estoy diciendo que no importa quién te creó, quién te buscó o quién intentó usar tu nombre. Eres mío, Orfeo. Y yo soy tuyo. Eso es lo único que tiene sentido en este caos.

Las lágrimas asomaron en los ojos del joven.

—Álex…

—Te amo —repitió él, con firmeza— Te amo más que a todo esto. Ni mi fortuna ni el nombre De Vries significan nada comparado con tenerte vivo.

Orfeo lo abrazó con desesperación, sintiendo cómo sus corazones latían en el mismo compás. Era la primera vez que el amor los envolvía como una armadura contra el miedo.

Las sombras se mueven

Esa noche, mientras Orfeo dormía entre sus brazos, Álex se levantó en silencio. El reloj volvió a emitir un leve clic.
Al abrirlo, notó que las agujas marcaban una hora que no correspondía: 3:33. Dentro, el mensaje de Alaric brillaba débilmente bajo la luz del fuego. Pero algo había cambiado. Bajo la frase original, aparecía una nueva línea grabada, recién revelada por el calor:

El amor protege, pero también ciega. Busca en la fundación Moreau antes de que sea tarde.

Álex se quedó paralizado. La Fundación Moreau era una institución médica desaparecida hacía más de medio siglo. Sin embargo, los registros de Alaric mencionaban su nombre una y otra vez. Mientras trataba de procesarlo, una notificación llegó al teléfono. Un mensaje nuevo, con un remitente oculto. Solo una frase:

Has abierto la puerta equivocada, De Vries. Ahora vendremos por él.

El teléfono cayó al suelo. La pantalla del reloj parpadeó por última vez antes de detenerse. Y, en ese preciso instante, desde las cámaras del pasillo, una figura encapuchada cruzó frente a la puerta del dormitorio. Avanzó en silencio y se detuvo exactamente frente a la habitación donde Orfeo dormía.




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