No cometas el error de creer que es el único.
Algo dentro de él le decía que debía volver al sótano. Y aunque cada parte de su cuerpo deseaba evitar reabrir heridas, el instinto era más fuerte que el miedo.
El segundo hallazgoEl reloj marcaba las seis de la mañana cuando Orfeo encendió la linterna y bajó de nuevo por las escaleras de piedra. El aire olía a polvo y humedad, y el sonido de sus pasos resonaba en las paredes desnudas. Comenzó a revisar las cajas viejas que aún no había tocado. Debajo de una pila de libros de contabilidad, encontró algo diferente: una caja metálica, cerrada con un candado oxidado. El nombre grabado en el frente le heló la sangre.
ALERIC DE VRIES.
Orfeo tragó saliva. El candado cedió fácilmente al primer golpe con una herramienta vieja. Dentro había papeles amarillentos, fotografías y un cuaderno negro, similar al diario de Álex, pero más formal, más pulcro. El olor a tinta era más reciente. Lo abrió con cuidado. En la primera página, con una caligrafía elegante, se leía:
Para quien algún día busque entender lo que no pudo decirse en voz alta.
Orfeo comenzó a leer.
Las confesiones de AlaricFragmento 1
No quise que mi matrimonio con Álex fuera una cárcel. Pero lo fue. No porque lo deseara, sino porque no supe amarlo como merecía. Él temblaba cada vez que lo tocaba, y aunque mi cuerpo lo reclamaba, mi alma se sentía sucio al hacerlo. Sabía que su corazón pertenecía a otro. Lo veía en sus ojos cada noche, y en su silencio cuando yo intentaba consolarlo.
Fragmento 2
Una noche, cuando creí que dormía, lo escuché murmurar ese nombre: “Orfeo”. Lloraba en sueños. Lo abracé con cuidado, fingiendo no oírlo. Lo amaba, pero no podía competir con un fantasma que lo había marcado antes que yo. Aun así, no quise hacerle daño. Lo único que quise fue que algún día pudiera ser libre, incluso si eso significaba perderlo para siempre.
Fragmento 3
Sé que pronto moriré. El médico cree que ignoro mi diagnóstico, pero no soy tonto. Antes de irme, dejaré parte de mi herencia bajo su nombre y el del hombre que realmente ama. Si el destino existe, los unirá. Y si alguien intenta romperlos, este testimonio servirá para revelar la verdad.
Orfeo cerró el diario con un estremecimiento.nLa verdad lo golpeó con fuerza: Alaric nunca fue su enemigo. Había sido, en silencio, su aliado. Un hombre que amó tanto que fue capaz de renunciar. El peso de la revelación lo abrumó.nLentamente, volvió a colocar el diario en su caja, pero guardó consigo la última página, donde Alaric había escrito algo más:
Si lees esto, protégelo. No solo del mundo, sino también de sí mismo. Su culpa es más peligrosa que cualquier enemigo.
Las sospechas de ÁlexMientras tanto, arriba, Álex despertaba..Notó que Orfeo no estaba junto a él, y el reloj marcaba una hora inusual para que se levantara. Se envolvió en la bata y bajó las escaleras, guiado por un presentimiento. En el pasillo principal encontró la puerta del sótano entreabierta. El aire frío subía por los escalones, cargado de polvo y humedad.
—¿Orfeo? —llamó, con voz baja.
El silencio le respondió. Solo el eco de su nombre devolvía un sonido leve, inquietante. Al bajar, lo vio junto a una caja abierta, pálido, con algo en las manos. Pero cuando Álex se acercó, Orfeo se volvió rápido, cerrando la tapa.
—Nada, amor —dijo con una sonrisa forzada—. Solo encontré unos viejos documentos.
—¿Y por eso tienes esa cara? —preguntó Álex, entre curioso y preocupado.
Orfeo acarició su mejilla.
—Solo cansancio. Sube, por favor. No quiero que respires este aire tan pesado.
Álex asintió, aunque sus ojos permanecieron fijos en aquella caja metálica con el nombre de Alaric grabado en la superficie. El mismo nombre que había jurado no volver a pronunciar.
Los ecos del pasadoLos días siguientes se desarrollaron con una calma artificial. Orfeo se mostraba atento, protector, casi devoto.
Le preparaba el desayuno, lo acompañaba en cada reunión, y por las noches le pedía que se quedara junto a él, solo para sentirlo respirar.
Álex, aunque disfrutaba de aquella dedicación, comenzó a notar algo extraño. Orfeo lo miraba distinto, con una ternura mezclada con tristeza. Como si conociera un secreto que él ignoraba. Una tarde, mientras revisaban juntos viejas cartas en el despacho, Álex lo observó en silencio y dijo:
—Desde hace días me miras como si temieras que desaparezca. ¿Qué está pasando?
Orfeo sonrió con esfuerzo.
—Nada. Solo pienso que no te merezco.
—¿Y desde cuándo el amor se trata de merecer? —respondió Álex, acercándose—. Se trata de luchar juntos. Y eso ya lo hacemos.
Orfeo bajó la mirada. Las palabras de Alaric resonaban en su mente: “Protégelo de sí mismo.”
La nueva amenazaEsa noche, mientras la mansión dormía, un golpe seco retumbó en el ventanal del estudio. El sonido quebró la quietud de la madrugada. Orfeo se levantó de inmediato, bajó las escaleras con el corazón acelerado y encontró el cristal agrietado.
Sobre el escritorio, había caído una pequeña piedra envuelta en papel. La desenvolvió con cuidado. Dentro había una fotografía: la caja del diario de Alaric… abierta.
Y una nota escrita con la misma tinta roja de los mensajes anteriores:
El pasado ya no duerme en el sótano. Si quieres salvarlo, deberás elegir entre la verdad y su amor.
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Editado: 28.10.2025