El Amargo Secreto

Sombras Bajo la Luz

El tren se detuvo lentamente en la estación central. Seis años habían pasado desde la última vez que Álex y Orfeo pisaron la ciudad..El aire olía igual: a lluvia, humo y promesas rotas. Pero ahora no eran los mismos hombres que se habían marchado llenos de heridas..Regresaban con un nuevo propósito y con Kai, el pequeño sol que les devolvía la vida.

La multitud los miraba con curiosidad. Algunos susurraban con desprecio, otros con asombro. Los aristócratas nunca olvidaban. Y los nombres De Vries y Moreau aún resonaban con un poder que ni el tiempo había borrado. Orfeo sostuvo con fuerza la mano de Álex, mientras Kai caminaba entre ambos, fascinado por las luces, los coches y los edificios.

—¿Por qué todos nos miran así, papá? —preguntó el niño con inocencia.

—Porque no pueden creer que la felicidad exista fuera de sus fiestas —respondió Orfeo con una media sonrisa.

Álex lo miró de reojo, reprimiendo una risa.

—O tal vez —añadió—, porque no pueden entender cómo alguien que cayó… vuelve de pie.

El regreso a la mansión

La antigua residencia De Vries-Moreau los esperaba al final del boulevard..La restauración había sido discreta, pero elegante: hiedra recubriendo los muros, vitrales limpios, el portón de hierro forjado brillando al sol..Kai corrió hacia la entrada, maravillado.

—¡Es enorme! ¿Vivíamos acá antes?

Álex sonrió con ternura.

—No exactamente… pero este era nuestro hogar espiritual.

Orfeo observó los ventanales altos, recordando los fantasmas que allí habían habitado.

—El hogar donde todo comenzó —murmuró—. Y donde todo terminó.

—Y donde todo vuelve a empezar —corrigió Álex, tomando su mano.

Kai giró sobre sí mismo, extendiendo los brazos.

—¡Yo digo que lo llenemos de flores! ¡Y de luces!

Ambos rieron..La voz del pequeño llenaba el lugar como una melodía. Esa casa que antes había sido símbolo de culpa y tragedia, ahora respiraba otra vez. Pero la paz, como siempre, era un lujo temporal.

Esa misma noche, mientras Kai dormía profundamente entre peluches y mantas, Álex revisaba la antigua biblioteca. Cada libro parecía susurrar secretos..En el fondo de un estante, entre tratados de derecho y filosofía, encontró una carpeta vieja con el sello del Consejo Aristocrático.

La abrió. Dentro, había copias de cartas firmadas por Celeste Durand, fechadas seis meses antes de su muerte.
Su contenido heló la sangre de Álex:

El proyecto De Vries no debe caer en manos de Orfeo Moreau. Si no puedo tenerlo, me aseguraré de que nadie más lo tenga. Incluso después de mi muerte, mi herencia seguirá vigilando. Lo que amé, y lo que odié, no ha terminado.

La letra era inconfundible. Y lo más aterrador era la nota adjunta, escrita a mano por alguien más.

La sucesión está en marcha. El legado será reclamado.

Álex cerró la carpeta con brusquedad..Su respiración se aceleró. ¿Era posible que alguien estuviera retomando los planes de Celeste?.¿O acaso nunca habían dejado de ejecutarse?

—¿Qué encontraste? —preguntó Orfeo desde la puerta, con la voz baja.

—Cartas. De ella. Y una advertencia.

Orfeo se acercó, leyó las hojas y su expresión se endureció.

—Entonces tenían razón… los muertos no siempre descansan.

El hijo de la herencia

Al día siguiente, Kai apareció con un sobre cerrado que había encontrado en el jardín.

—Mirá, papá, esto estaba en el buzón.

Álex lo tomó. El sobre no tenía remitente. Al abrirlo, encontró una invitación con letras doradas:

La Sociedad de Linajes Nobles invita cordialmente a Álex De Vries y Orfeo Moreau a la Gala de Reapertura del Consejo Aristocrático. Asistencia obligatoria.

Orfeo soltó una risa seca.

—Claro… no pueden evitarlo. Nos quieren otra vez bajo sus ojos.

Álex miró el papel con preocupación.

—Después de todo lo que pasó, ¿qué querrán ahora?

Kai, ajeno a las tensiones, tiró de su abrigo.

—¿Podemos ir? ¡Yo quiero ver una gala!

Ambos se miraron..El pasado los llamaba. Y negarse sería tanto como provocar su regreso.

—Iremos —dijo Álex finalmente—. Pero con cuidado.

—Y con el niño —añadió Orfeo—. Quiero que el mundo vea lo que construimos de sus ruinas.

La noche dorada

La gala fue un despliegue de lujo..Lustres de cristal, música de violines, murmullos sofocados. Cuando Álex, Orfeo y Kai cruzaron el umbral, todas las conversaciones se detuvieron..Kai, vestido con un pequeño traje blanco, caminaba entre ambos, deslumbrado por las luces..Un viejo duque se inclinó hacia otro, susurrando:

—El hijo de un Moreau… y de un De Vries. La sangre de dos linajes malditos.

Pero Álex lo escuchó y respondió con serenidad:

—No malditos. Purificados.

Orfeo sonrió, orgulloso..El niño, sin entender del todo, solo tomó la mano de su padre y le susurró:

—Papá, todos parecen tristes.

—Porque no saben lo que es ser feliz, Kai —dijo Orfeo.

De pronto, una figura se acercó. Una mujer de cabello oscuro, ojos verdes y porte aristocrático. Su rostro era desconocido pero su voz no.

—Buenas noches, señores Moreau-De Vries —dijo con una sonrisa glacial— Mi nombre es Clara Durand. Soy la sobrina de Celeste.

Álex sintió que el corazón le caía al suelo. La mujer extendió una mano con una pulsera de rubíes idéntica a la que Celeste solía usar.

—Mi tía me dejó muchas cosas —dijo suavemente—.
Incluyendo asuntos pendientes con ustedes.

Orfeo apretó el brazo de Álex. El salón entero parecía contener la respiración. Y en ese instante, Kai, con la ingenuidad más pura, preguntó:

—¿Vos sos familia de la señora mala que quería lastimar a mis papás?

Un murmullo recorrió el lugar. Clara sonrió, sin responder.
Sus ojos, sin embargo, se clavaron en Álex con una promesa silenciosa: la guerra apenas comenzaba.




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