En el centro del escritorio, un mapa de la ciudad, fotografías satelitales del Club Nyx, nombres de empresas asociadas a Lucian y una lista de inversores marcados con tinta roja. A un costado, Adrian observaba en silencio, impresionado por la precisión con que su cuñado se movía. Ya no era el joven inseguro que había conocido en el hospital, ni el muchacho tembloroso que había llorado frente a las ruinas de su amor. Era un hombre que planeaba una guerra.
El plan de Álex—Lucian no es solo un manipulador —dijo Álex, girando uno de los mapas— Es un estratega que aprendió a moverse en la oscuridad. Pero yo aprendí a dominarla.
—¿Y cómo pensás enfrentarlo? —preguntó Adrian.
Álex levantó la vista, sus ojos dorados ardiendo como metal fundido.
—Con la verdad, con poder… y con dinero.
Su tono era tan sereno que daba miedo.
—Lucian puede atacar mi nombre, mis empresas, mis cuentas, pero no entiende que no hay entidad financiera que pueda tocar la herencia de Alaric..Lo que me dejó no está bajo ninguna jurisdicción conocida. Nadie puede cerrarme las puertas. Nadie.
Adrian entrecerró los ojos, curioso.
—¿Estás diciendo que tu imperio es intocable?
—Exacto —respondió Álex. — Alaric era más que un empresario. Era un genio paranoico. Ocultó sus activos en una red de fundaciones falsas, compañías offshore y contratos blindados. Ni siquiera el Estado puede acceder a ellos. Lucian puede hacer colapsar los bancos, pero jamás tocará mi base.
Adrian sonrió, comprendiendo por primera vez el alcance del hombre que tenía delante.
—Entonces jugaremos su juego, pero con nuestras reglas.
Álex asintió.
—Y esta vez, no habrá piedad.
Lucian se topa con un muroMientras tanto, en su oficina rodeada de pantallas, Lucian observaba con creciente irritación cómo sus órdenes eran devueltas una tras otra. El rostro de su asistente se tensaba a cada informe que leía.
—Señor, el sistema bancario internacional rechazó la solicitud de bloqueo. Todas las cuentas asociadas a “A.L. Holdings” están protegidas por un fideicomiso imposible de intervenir. Los bancos suizos se niegan a cooperar.
Lucian apretó los puños.
—Entonces congelen las acciones.
—Ya lo intentamos. Pero… —la asistente tragó saliva— los títulos no existen en ninguna bolsa. Están a nombre de una fundación con sede en un microestado europeo, y el presidente de esa fundación es... usted no va a creerlo.
Lucian la miró, exasperado.
—Habla.
—El presidente… es el mismo Álex Lesath.
El silencio se volvió insoportable. Lucian se inclinó hacia atrás en su sillón, sus labios formando una sonrisa forzada.
—El pequeño dorado aprendió demasiado bien.
—¿Qué hacemos ahora, señor?
Lucian bebió un sorbo de vino y sonrió.
—Cuando el dinero no puede destruir, se destruye el alma. Y el alma de ese hombre aún me pertenece.
Entre aliadosAdrian y Álex caminaban por los jardines al amanecer. La lluvia había dejado gotas en las rosas, y el aire olía a tierra mojada. Álex sostenía una taza de café entre las manos, los ojos perdidos en el horizonte.
—¿Cuánto tiempo pensás que aguantará antes de volver a atacar? —preguntó Adrian.
—Lucian no se rinde —respondió Álex—
Atacará desde otro frente. Quizás social, quizás emocional. Pero esta vez no nos encontrará desprevenidos.
Adrian lo observó, con respeto y un dejo de preocupación.
—Te transformaste, ¿sabés? Antes eras un hombre que solo quería amar y ser amado.
Ahora sos un líder. Y eso asusta.
Álex sonrió levemente, sin apartar la mirada del cielo.
—A veces el amor se defiende con fuego.
El hermano menor de Orfeo bajó la vista.
—¿Creés que él volverá?
El silencio que siguió fue largo y pesado.
Finalmente, Álex respondió:
—Sí. Porque el amor de Orfeo no se marchó conmigo, ni con la distancia. Solo se escondió esperando que todo esto termine.
El contraataqueEsa misma noche, Álex activó el primer movimiento de su plan. Las luces del despacho brillaban sobre la mesa repleta de carpetas.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Adrian.
—Registros. Documentos. Cada una de las empresas fachada de Lucian. Gracias a los contactos que Alaric dejó en el extranjero, puedo rastrear sus movimientos. Y cuando se mueve el dinero, se revela el monstruo.
Abrió un expediente grueso y mostró fotografías: políticos, empresarios, rostros conocidos de la alta sociedad.
—Lucian no opera solo —continuó— Tiene una red. Y cuando toque a uno de ellos, caerán todos.
Adrian silbó, impresionado.
—Esto es una bomba mediática.
—Exacto —dijo Álex— Y cuando explote, no habrá club, ni fortuna, ni máscara que lo salve.
El retorno del poderA medianoche, un comunicado anónimo recorrió los principales portales de noticias financieras. Un documento filtrado mostraba las operaciones ilícitas de Lucian Delacroix, el carismático dueño del Club Nyx. Evación fiscal, lavado de activos, manipulación política. El escándalo explotó como una tormenta.
En cuestión de horas, sus socios desaparecieron, sus contactos lo abandonaron y los bancos que antes lo servían comenzaron a investigarlo. La sonrisa de Lucian se borró frente al reflejo del monitor.
—No… —susurró, incrédulo— ¿Cómo… cómo se atrevió?
El vino que sostenía se volcó sobre el escritorio, tiñendo de rojo los documentos.
Por primera vez, el cazador estaba acorralado.
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Editado: 30.10.2025