Epílogo

Luz y Sombras

El tiempo, ese viejo narrador silencioso, había seguido su curso. La mansión Valcourt respiraba paz, envuelta por jardines eternamente verdes y un aire cálido que olía a hogar.

El sol de primavera iluminaba las amplias galerías donde la risa de un niño resonaba sin descanso. Kai, ahora de siete años, corría con una capa improvisada hecha con una sábana blanca.

—¡Soy el Caballero del Amanecer! ¡Y vengo a salvar a mis papás del dragón de la cocina!

Desde la puerta, Álex fingía asustarse, llevándose una mano al pecho.

—¡Oh, no! ¿El dragón de la cocina otra vez? Seguro que es tu padre, intentando hacer pan otra vez.

Un estruendo de harina y carcajadas provino del interior. Orfeo apareció cubierto de polvo blanco, sujetando una espátula como si fuera una espada.

—¡No hables mal del dragón, rubio insolente!

Kai estalló en risas y corrió a esconderse detrás de Álex, abrazando su pierna.

—¡Papá Álex, protégeme! ¡El dragón se enojó!

Orfeo se acercó lentamente, gruñendo teatralmente, hasta quedar frente a ambos.

—No hay escapatoria los devoraré a los dos —dijo con voz grave.

—Pues tendrás que alcanzarnos —replicó Álex entre risas, tomando de la mano a Kai y echando a correr por el pasillo.

El trío atravesó la mansión, riendo como si el mundo entero no existiera más allá de esas paredes. El dragón nunca los alcanzó, claro, aunque dejó un rastro de harina desde la cocina hasta la escalera principal.

Cuando el juego terminó, el atardecer comenzaba a cubrirlo todo con tonos dorados. Kai, agotado, se acurrucó en el sofá con su peluche favorito, mientras Orfeo y Álex lo observaban en silencio.

—Míralo —susurró Álex— No puedo creer lo rápido que crece.

—Tiene tu luz —dijo Orfeo, rodeándolo por la espalda con los brazos— Cada vez que sonríe, me recuerda por qué vale la pena todo.

El rubio apoyó la cabeza contra su pecho.

—¿Incluso después de todo lo que vivimos?

—Sobre todo por eso —respondió él, besándole el cabello— Las cicatrices también son pruebas de amor.

El silencio que siguió fue dulce, envuelto en calma..Afuera, los grillos comenzaban su canto nocturno. Dentro, la chimenea crepitaba suavemente..Álex giró y lo miró con una sonrisa pícara.

—Sabes, todavía eres un desastre en la cocina.

Orfeo arqueó una ceja.

—Y tú todavía no sabes perdonarme por eso.

Ambos rieron y, sin decir nada más, sus labios se encontraron. Fue un beso lento, lleno de historia..De todas las veces que se perdieron y todas las que se encontraron. Kai, medio dormido, murmuró:

—Papás, los amo.

Y ellos respondieron al unísono, como si el universo se cerrara en un solo instante perfecto:

—Nosotros también, pequeño sol.

La noche los envolvió en un abrazo cálido. La vida, por fin, les sonreía sin reservas. Y entre la risa de un niño y el susurro de dos corazones que aprendieron a sanar, la historia de Álex y Orfeo llegó a su fin. No con un punto final, sino con una promesa eterna: que el amor, cuando es verdadero, no muere nunca.

La Promesa de una Nueva Oscuridad

A miles de kilómetros de allí, en un país extranjero, Adrián Orlov cerraba la puerta de su nuevo apartamento. Había dejado atrás los recuerdos, los miedos, las sombras. O eso creía.

Su vida era tranquila, ordenada..Pero cada noche, mientras el reloj marcaba las doce, una melodía se colaba por las calles: un violín solitario que tocaba en el club más elegante y enigmático de la ciudad, “La Maison Noire”.

Una noche decidió ir..El aire olía a vino, a misterio, a tentación. En el escenario, entre luces rojas y humo, un hombre tocaba el violín con los ojos cerrados. Era hermoso, peligroso, con una elegancia oscura..Cuando la melodía terminó, levantó la mirada. Sus ojos, grises como tormenta, se posaron directamente sobre Adrián.

—Te estaba esperando —dijo con una voz grave, tan suave como una caricia.

Adrián sintió cómo su corazón se detenía un instante. No lo conocía. Y sin embargo algo dentro de él sabía que aquella mirada cambiaría su destino.

La oscuridad volvió a encender su llama. La historia de Álex y Orfeo había llegado a su cierre. Pero la de Adrián apenas comenzaba.

✨ FIN ✨