El Amor a veces Duele

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Tres años después…

Una vez mas deslice el cepillo por aquellos cabellos color dorado, pero mi mano se detuvo al sentir el pequeño golpe y de repente la sacudida de cabeza provoco que se soltara la colita.

—¡Mami! ¡Quiero dos coletas! —exclamo Olivia para luego cruzarse de brazos.

Le di una rápida mirada a mi reloj de muñeca, se estaba haciendo tarde y todavía no había terminado de arreglar a mis hijos.

—Hija estamos tarde —dije para rápidamente separar el cabello y atarlo.

Al final de cada coleta se había formado un pequeño rulito. Me gire para mirar a mi hijo que estaba de pie a mi lado.

—¿Hoy iremos al parque? —pregunto Owen mientras refregaba uno de sus ojos.

—Si hoy veremos a Chase —dije mirando a mis dos pequeños.

En el rostro de Olivia apareció una gran sonrisa. Arreglar a mi hija siempre llevaba un poco mas de tiempo a diferencia de Owy que era más tranquilo.

Termine de arreglarme y Sali del cuarto de baño directo a la cocina.

—¿Estas bien mama? —pregunte observándola mientras terminaba de cortar la fruta.

—Estoy buscando trabajo aun —ella tomo los platos y los coloco sobre la mesa.

—¡Abuela! ¡No nos diste nuestro abrazo de buenos días! —exclamo Olivia mirando a mi madre.

—¡Oh mi pequeñita! Lo siento tanto saben que los amo demasiado —ella deposito un beso en cada una de sus cabecitas.

Mama jamás le había negado un gesto de cariño a mis bebes y era claro que para mis niños todo era si por su parte.

—Ayer Emma tuvo que quedarse una hora mas porque me demore en el psicólogo y tu no regresabas —dijo mama mirándome a mi.

—Lo siento, pero tuve que quedarme una hora mas por que soy ayudante de catedra te lo dije mama —le di un sorbo a mi cappuccino dejando la taza sobre la isla.

—Eso implica que tuve que pagarle extra a Emma —pasé por el lado de mama para tomar mi bolso— ¡Astrid! ¿Podrías parar un segundo?

Miré a mama a los ojos y volví la mirada a mi reloj.

—¡Estamos llegando tarde hoy inscribiré a los niños al preescolar! —dije para depositar un beso sobre su mejilla— ¡Vámonos niños!

—Pero aun no tienen los cuatro años… Astrid ni siquiera estas aquí en casa —mama se cruzo de brazos— pasas pocas horas con ellos.

Mire a mis hijos y le coloque a cada uno sus mochilitas.

—Hago lo mejor que puedo.

—¿Hija tienes idea de en qué días estamos? Anoche los niños esperaban por ti.

Aparte mi mirada de mama y me dirigí hacia la puerta, mis hijos y yo nos despedimos de ella para salir rumbo al preescolar.

Fue en ese momento que solté un suspiro, mama tenía razón todos mis días actuaba de manera automática que ni siquiera me había percatado de que no había hablado con mis hijos.

—¿Mami por que iremos al preescolar? —pregunto Livy levantando su cabeza.

—Allí aprenderán cosas nuevas y harán amigos —dije mostrándole una sonrisa.

Mi hija miro a su hermano y ambos hicieron la misma mueca de desagrado.

Paso a paso me percate de que mis hijos ya no me hablaban como antes, siempre me contaban historias o hacían preguntas sobre cosas que veían en la tele.

Pero sabía que eso se debía a que en el último mes me había preparado para un examen que era muy importante para mi carrera. Otra vez aparecía esa culpa dentro mío.

A lo lejos se veía la entrada del preescolar, varios papas llegaban de la mano con sus hijitos.

—¡Papi mira su mochila! —exclamo una pequeña niña que paso a nuestro lado.

El padre de la pequeña se giro para ver la mochila que tenia mi hija que tenia un perro de peluche.

La mirada de Olivia se quedo en la pequeña que también llevaba una mochila, en ese momento su papa la levanto entre sus brazos.

—Le gusto tu mochila de peluche —dije inclinándome para quedar a su altura.

Mire a mis dos niños que estaban mas callados que de costumbre, algo que era poco usual, la mirada de Owen se había quedado sobre todos los papas que llegaban con los niños.

Muchos de los pequeños venían acompañados solo de sus madres, otros iban con sus papas o ambos.

Y mis ojos se quedaron esos grisáceos ojos de mi pequeño que me miro fijamente, ese color tan extraño y que se había vuelto tan familiar para mi.

Pocas veces el regresaba a mi mente pero era en esos momentos donde me quedaba viendo detenidamente a mis hijos que podía verlo a el a través de ellos.

—Mama… ¿Por qué nuestro papa no está aquí con nosotros?

Aquella pregunta que salió de la boca de mis hijos me había dejado completamente paralizada.

Como si hubiera sido la palabra mágica que me había desactivado el modo automático por un momento.

—¡Mami! ¡Yo quiero un papa así también me cuente cuentos! —agrego Olivia.

La pregunta me había dejado helada, como si me hubiera perdido de aquella parte donde mis hijos realizaban esa clase de preguntas.

Y fue en ese mismo momento que me percate de dos cosas, que me estaba perdiendo una etapa importante de mis hijos y la segunda era que simplemente había ignorado el hecho de que ellos algún día iban a preguntarme sobre el.

—Yo-yo, ustedes si tienen un papá…

—¡Oh mami! ¿y a donde esta? —pregunto Olivia emocionada.

Aun en mi mente seguía esa pregunta de que como sabían mis hijos lo que era tener un papa.

—Ayer Emma nos leyó el cuento de Nuru la mariposita… —Olivia empezó a hablar con emoción— ella nos contó que Owy y yo fuimos parte de una semillita que diste tu y otra que te dio nuestro papa.

—Como Nuru la mariposita que la cuidaba su mama y su papa —agrego su hermano.

Mi cara intentaba disimular mi sorpresa por todo lo que acababa de escuchar.

—Mami! ¡Quiero conocerlo!

—El… el —mi voz empezó a entrecortarse.

En ese momento no sabia como decirles a mis hijos que su papa no tenia idea de su existencia.




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