El Amor a veces Duele

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Mis ojos estaban en Owen y Olivia que comían sus helados, sus remeras ya estaban embarradas con chocolates al igual que sus rostros.

Tome un papel para poder limpiarlos pero sin interrumpir aquel momento donde solo sonreían de felicidad.

—¡Come mami! —mi hijo extendió la cucharita hacia mi.

—No me gusta el chocolate pequeño —dije haciendo una mueca de poco agrado.

—¡Es chocorate mamá! —mire a mi hija que tenía otra vez chocolate alrededor de su boca.

Sin darme cuenta otra vez me había quedado observándolos como muchas de las veces que los miraba mientras dormían, su belleza que acompañaba su forma tan dulce de ser.

Y mi mente volvió a aquella mañana y como el destino se encargaba de ser tan perfecto.

Espere unos minutos a que mis hijos terminaran sus helados para luego regresar a casa. Mis problemas me habían sobrepasado a tal punto que había pasado por alto las llamadas insistentes de mamá.

Al cruzar la puerta del departamento mi mirada fue así la mesa donde mamá se encontraba en frente de la computadora.

—¡Abuelita! —exclamaron mis niños para acercarse hacia ella.

—Mis pequeños —saludo mamá envolviéndolos entre sus brazos.

—Ya iré a arroparlos —dije mirando a mis mellizos que salieron corriendo hasta el cuarto.

Volví la mirada a mi madre que lucia con un semblante bastante extraño.

—Lo siento por no responder —deje mi bolso sobre el sofá y me percate de las cajas de cartón que habían en un rincón de la sala— ¿Esta todo bien?

—Quería contarte que encontré un trabajo finalmente —dijo ella mostrando una débil sonrisa.

En ese instante mire a mama sonriente y me acerque hacia ella para sentarme en una de las sillas.

—¡Eso es genial mamá! Al fin estarás haciendo lo que más te gusta.

A pesar de la emoción que estaba sintiendo por ella algo parecía que no estaba del todo bien.

—El pago es mejor de lo que pensaba —comento ella sin mirarme a los ojos— y quieren que me presente mañana para conocer la familia y demás.

No dije nada y solo observé las expresiones de mamá.

<< Había un, pero…>>

—¿Y entonces mamá? ¿Cuál es el problema? Es una gran noticia sabes que te apoyare —hice una pausa para posar una de mis manos sobre la suya— tu haces demasiado por mi y mis hijos.

—Es en Cibercity —soltó.

En ese instante sentí ese incomodo malestar en el pecho, ese mismo que me había acompañado durante todo ese día.

—Lo pensé demasiado y es muy buen pago… no puedo dejarte sola aquí con mis nietos.

Mis ojos seguían sobre mama mientras intentaba procesar la información o al menos lo que faltaba por enterarme.

—He hablado con tu trabajo para que pudieran permitirte trabajar en el centro de allá —ella hizo una pausa— necesito que me ayudes a guardar mañana por la mañana nos vamos.

Me puse de pie sintiéndome aturdida por todo lo que había escuchado. Los latidos de mi corazon eran acelerados y esa opresión en el pecho empezaba a intensificarse.

—¿Por qué? ¿Por qué no lo hablaste conmigo mamá?

—¡Intente contactarme contigo todo el día! —respondió ella con enojo.

—¿Entiendes que tengo una vida aquí? ¡Yo deje atrás ese sitio!

—Ya tomé la decisión Astrid —esa fue su última palabra.

Tomé mi bolso y me dirigí hacia mi habitación, donde mis hijos se encontraban desplomados sobre la cama.

Quería llorar pero no podía porque mi deber como madre estaba primero. Los dos se habían quedado dormidos, les cambie la ropa y los acobije.

Sali del cuarto para ir al baño y sentarme sobre el suelo para dejar salir las lágrimas.

Si nunca terminas una historia siempre volverás al principio…

Ni siquiera podía valerme de mi misma y ni siquiera podía hacerme cargo de mis hijos sola porque siempre había estado mama, Chase, incluso papa.

Dolía porque mis errores pesaban y la culpa iba creciendo cada vez más.

Tampoco sabía si Brick seguía viviendo en Cibercity. ¿Y si volvía a encontrarlo? ¿y si me encontraba con gente que me conocía y veía a mis hijos? ¿Qué iban a decir de mi?

¿Qué iba a ser de mi vida?

Solo preguntas y preguntas que no me llevaban a ninguna respuesta certera.

Mamá y yo a penas habíamos descansado ya que toda aquella noche estuvimos empacando todas nuestras pertenencias.

—Mami, ¿Cuándo veremos al abuelo? —pregunto Olivia que tenia un peluchito con forma de león en una de sus manos.

—Pronto cariño —respondí para luego depositar un beso sobre su cabeza.

Nuestro apartamento quedo finalmente vacío, vagos recuerdos se venían a mi mente de todo lo que había vivido allí.

Nos subimos al taxi y fue cuando la culpa me invadió.

—Quiero despedirme de Chase —dije mirando a mamá que solo asintió.

El taxi cambio de dirección y se detuvo justo en la puerta del edificio donde vivía Chase, mis hijos bajaron del auto y de la nada salieron corriendo.

Sali detrás de ellos al ver que Chase venia caminando junto con Boss por la acera.

—¡Mis pequeñitos! —él se sorprendió al verlos pero inmediatamente les sonrió.

Todos mis sentimientos se revolvieron dentro de mi, ya no podía seguir fingiendo esa dureza y solo corrí hasta Chase para abrazarlo. Pase mis brazos alrededor de su cintura y escondí mi rostro en su pecho.

—Astrid lamento mucho lo de anoche fui un tonto —y las lagrimas empezaron a salir— no pude dormir dije cosas porque me sentía enojado…

—Chase… —dije entre sollozos.

El me separo un poquito para poder observarme, con esa simple mirada el semblante de Chase cambio.

—Nos vamos de la ciudad Chase.

—¡Mami! ¿Chase y Boss, vendrán con nosotros? —preguntó Owen que abrazaba a Chase.

Chase seguía observándome y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No mi vida —dije sintiendo ese dolor en mi pecho otra vez.




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