¿ El Amor Apesta?

13 | Te necesito más que nunca, por favor, no me dejes.

Alexander Gil.

Siempre había pensado que lo tenía todo, que mi vida era "perfecta", hasta cierto punto, que todos estaban para mí y que a mí nunca me faltaba nada. Grave error, no tenía nada, absolutamente nada, tenía todo, pero me sentía vacío, me sentía solo.

Era como si todo lo material no me ayudará en nada, no tenía la felicidad que tanto quería, me sentía triste.

Hasta que la conocí, hasta que la vi jadeando en la entrada del salón y pidiendo perdón por llegar tarde. Sofí hizo y deshizo en mi vida como ninguna otra persona, Sofía ha sido esa persona que llega a tu vida como si nada y lo cambia todo, pisa fuerte, pero por poco tiempo.

Y no tengo las palabras suficientes para decir todo lo que siento en mi interior cuando estoy con ella. Me idiotizo con sus rulos, con sus ojos verdes y con esa sonrisa hermosa que tiene. No es como las demás y eso lo tengo claro.

Hay personas que llegan a tu vida cuando estás en medio de la oscuridad, que te dan un poco de luz y hay personas que te dan más oscuridad de la que ya tienes, ella era la primera, ella era ese tipo de personas que te ayudaría con cualquier cosa, ella era luz, era paz, era calidez, pero también podía ser mi destrucción.

Y me di cuenta demasiado tarde de ello, me di cuenta demasiado tarde que: yo por ella haría cualquier cosa, me di cuenta de que ella era el motor de mi vida desde el momento que cruzo su mirada verde con la mía.

Ambos nos habíamos unido de una manera inexplicable.

Tal vez eternamente no, pero si momentáneamente, en donde ninguno de los dos olvidaría al otro. Y había dos razones para ello:

1. Ella había marcado mi vida para siempre y yo, de una menara u otra, la de ella.

2. Llevamos la mitad del mismo tatuaje con un mismo significado.

Y era grandioso tenerla a ella a mi lado, era grandioso saber que ella estaría para mí y yo para ella.

Me quedó demasiado claro que entre ella y yo no iba a haber algo más que amistad, y me quedó aún más claro cuando la vi riendo a carcajadas con Pau, compartiendo un helado y hablando bajo un árbol, y me quedo aún más, mucho más claro, cuando estábamos en mi habitación hablando de sus libros favoritos, organizándonos para hacer el proyecto del profesor Gregory, que lo había cambiado para el mes de marzo, era un alivio para nosotros. Aunque estuviéramos en vacaciones, él nos daría en el próximo año.

Y creo que ella también le había quedado claro, dolorosamente, pues era una de las tantas personas que preguntaba por mi relación con Alicia, una relación que para mí no existía.

Todo esto era demasiado loco.

Era una mierda.

Desde los sueños de la madre de Sofía — que según ella ya todos los habíamos cumplido—, hasta la noticia que mi madre daba en este momento. Era increíble como todo podía cambiar en un segundo, como la vida daba giros en los cuáles querías ahorcarte con papel higiénico.

— ...Estás en la etapa dos, aún hay tiempo.

La habitación se quedó en completo silencio, ni siquiera sé cómo es que terminé ahí. Sofía negó con la cabeza, sus ojos se cristalizaron y mordió con fuerza su labio inferior, todos la observamos impactados.

— No quiero...— murmura.

— Cari— la llama Carmen mientras trata de tocarla—, tienes que hacerlo.

— No quiero...

— Eres fuerte— sigue insistiendo.

— No quiero volver— se pone de pie—, no quiero, no quiero, no quiero volver a sentir dolor, no quiero más, por favor— observa a Emilio, él solo baja la mirada y juega nervioso con el anillo de bodas que tiene.

— Tienes que volver, Amanda...— la voz de Iker se entrecortó.

Sofía camina hacia él, Iker abre sus brazos para ella y la abraza con fuerzas, él observa hacia el techo blanco y solloza.

Sus sollozos se mezclan con los de Sofía.

Y es ahí cuando me di cuenta de que mi mundo se estaba yendo con ella. Pues caí en cuenta que ella se me estaba yendo como si nada, ¿me dolía? Creo que jamás en mi vida me había sentido así.

— No quiero— volvió a sollozar—, si mamá me quiere con ella, con ella me tendrá, pero ya no quiero, ya no más, por favor, te lo suplico papá— voltea a ver a su padre.

Emilio alza la mirada, lagrimas corrían por sus mejillas y con dificultad hizo una sonrisa, que salió más como una mueca, abre sus brazos y Sofía no duda ni por un segundo en dejar a su hermano por ir a los brazos de su padre.

— Ven mi pequeña— la llama.

La carga entre sus piernas y le acaricia su cabello mientras que ella escondía su rostro entre su cuello y su hombro izquierdo.

Mi madre me observa con melancolía, sus ojos están cristalizados, pues como todos, le había tomado un gran cariño a Sofí. Ahora todo dependía de las decisiones que ella tomaría.

Nos encontrábamos en mi habitación, después de la cita que ella había tenido con mi madre. Sofía se encontraba en mi cama, acostada echa una bolita, tenía las rodillas flexionadas las cuales abrazaba con fuerza.

Definitivamente estaba mal.

Los ojos hinchados y rojos lucían en su hermoso rostro, se veía hermosa, aun así. No quiso irse para su casa, decidió quedarse en la mía y para mamá no había ningún inconveniente, al contrario, se sentía demasiado bien al tenerla cerca, tenerla en mi cama era lo mejor.

Ella tarareaba una canción, una canción que no entendía muy bien.

Las ventanas eran llenadas del calor de sol poco a poco, le coloco un cobertor y ella sonríe, no había sonreído en todo el día, por lo cual su sonrisa, en este momento, se me hacia lo más hermoso, siempre era hermosa su sonrisa. Me acomodo a lado de ella y la abrazo como la abrace aquella noche en su casa, ahí, ya sabíamos que enfermedad tenía, pero jamás supimos en qué etapa se encontraba, hasta el día de hoy.

Ella acurruca su cabeza en mi pecho y yo aspiro su aroma, huele a chocolate.

Pau no ha hablado con ella desde que se ha enterado de toda la situación, no ha dado la cara, y eso, a ella la pone mal, más de lo que ya está, no ha parado de preguntarme que, si él ha hablado, en donde yo le contesto: está ocupado, pronto vendrá. Cuando no sé si vendrá.




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