Sofía Sanz.
Cristine abre la puerta y me abraza con fuerza, solloza y yo solo acaricio su espalda con calma, observo detrás de ella y me doy cuenta de la pequeña niña, su hija.
Clara me observa con curiosidad, se parece a él, se parece a Jack. Me separo un poco de Cristine y camino hacia su hija, ella corre hacia donde está su mamá y se esconde detrás de ella. Siete años, los mismos años en los que Jack se había ido.
— Hola, Clara, me llamo Sofí— me pongo de rodillas y dejo que ella se acerque a mí.
— ¿La misma chica que estuvo con papá? —sonrío con nostalgia.
— La misma.
— Mamá habla mucho de ti, dice que te cuidaba— observo a Cristine y ella me regala una sonrisa algo tímida.
— También tu papá me cuidaba.
— Yo no conocí a papá— niega con la cabeza.
— Algún día lo saludaré por ti— le aseguro, ella me abraza y se aleja de mí, para después perderse por el pasillo de su casa.
Alexander, Mariana e Iker, esperan en la entrada, Cristine se presenta y los hace pasar, papá también está aquí, sale de la cocina para darme un abrazo y preguntar como fue el vuelo.
Cuando Jack falleció, dejó a Cristine embarazada de Clara con apenas tres meses, ese mismo día que él se fue, ella se lo diría, la cena estaba preparada, la casa estaba acomodada, lista para que él llegará.
Pasaron las horas, el reloj marcando las ocho de la noche, hora tras hora y después, cuando el reloj marcó las diez de la noche, llegó un oficial, a dar la noticia.
Había sufrido un accidente automovilístico cuando venía de casa.
Atraparon al responsable de su muerte, pero después lo dejaron libre, sentí tanto coraje cuando supe lo que había pasado, pues ahora mismo, Clara no estaba disfrutando a su padre como debería.
Jack había sido una figura paterna para mí, me había aconsejado y me había ayudado en todo lo que yo me propusiera, él me había ayudado mucho, no fui su hija, pero me cuidó como si lo fuera y yo sé que hubiera sido de la misma manera que con Clara.
Pero lamentablemente y para mi desgracia, él hubiera, ya no existe y eso jode, jode mucho.
Iker pasa una mano por delante de mí cara, parpadeo y lo observo, me ofrece un vaso de agua y papá invita a todos a sentarse en la sala de estar. Sé que hablaran del centro de ayuda, y aunque me niegue millones de veces, sé que papá quiere que esté ahí.
No quiero entrar a un centr0 de ayuda porque me encariño demasiado rápido con las personas y cuando tenga que decirles adiós, me dolerá, me dolerá bastante.
Porque así soy yo, me encariño bastante rápido con todos.
Me dejo caer en el sillón que es de dos piezas y Alexander se sienta a lado mío, le sonrío y él me devuelve la sonrisa, se me ve demasiado tranquilo, pero si no supiera que, cuando está nervioso se rasca la parte trasera de su cabeza, me lo creería por completo.
— No quiero— hablo de inmediato, papá me observa con el ceño fruncido y suspira.
— Sofí...
— No quiero— repito.
— Hay gente que también sufre lo mismo que tú, ellos te entenderán...
— ¿Y tú no puedes entenderme a mí? —susurro.
— Claro que puedo hacerlo.
— Pues no lo parece, solo quiero estar sola, con las personas que en realidad amo y que realmente me apoyan, no quiero encariñarme con más personas que al final también se irán como yo. Todo está saliendo bien...
— Sofí, — interviene Mariana, con esa voz autoritaria que la caracteriza— no estamos teniendo los resultados que queremos...
"No estamos teniendo los resultados que queremos"
No entiendo nada. No observo nada. No hago nada. Es como si hubiera entrado en un estado de shock, en donde no sé qué pasa a mí alrededor. Se escucha como es que me llaman, se escucha como un vaso se rompe.
Parpadeo, esto no puedo estar pasando. No otra vez, no ahora que mi vida va bien.
Observo a papá con los ojos llorosos, él solo me observa, baja la mirada, avergonzado. Observo a Iker, juega nervioso con sus manos. Les he fallado, los he decepcionado.
— Los he decepcionado— musito.
— Oh, no, cariño, — habla Cristine— solo las cosas no han salido como nos gustaría que salieran.
— No puedo...
— Claro que puedes— se pone de pie y camina hacia mí, se coloca de cuclillas delante de mí y toma mi rostro para que la observe—. Mira, puedes quedarte aquí en Estados Unidos, conmigo e ir al centro de ayuda, o puedes ir a Francia e ir con tía Marie, allá hay doctores buenos...
— ¿Por qué no mejor quedarme en España? —Cristine observa Marina y luego me vuelve a observar a mí.
— En Francia hay buenos doctores, mucho mejores que en España, allá te ayudaran, si quieres hacerlo, todos te apoyaremos, pero si no, aun así, te apoyaremos.
Ella da un pequeño apretón a mi rodilla y me regala una sonrisa, observo a Alexander que está parado cerca de donde su madre se encuentra —ni siquiera sentí cuando se puso de pie—, él me observa y asiente con la cabeza, vuelvo a observar a Cristine y ella me regala una sonrisa.
— Voy a hacerlo, pero si voy quiero ir primero a España a despedirme de todos— musito. Cristine parece relajarse aún más, al igual que los demás.
— Trato.
Toda la sala queda en silencio, observo a Alexander y después a Cristine.
— ¿Aun tienes la guitarra de Jack, Cris?
Ella parpadea y asiente.
— Sí, aun la tengo.
— ¿Aun esta mi habitación disponible? — ella sonríe con tristeza—, ¿me puedes permitir la guitarra, por favor?
— Está en mi habitación, tómala.
— ¿Y el vaso?
— Yo lo recojo, tranquila.
Me pongo de pie y camino hacia donde está Alexander, lo tomo de la mano y corro escaleras arriba, él tratando de seguirme el paso.
— ¡Por el amor a dios, Sofí! ¡me han arrastrado por todo el día! — ríe.
— Bueno, a partir de ahora, te llamaras: "arrastrado" —él suelta una carcajada, haciendo que yo también suelte una.