¿ El Amor Apesta?

22 | Un final muy diferente.

 

Sofía Sanz.

13 de Enero del 2023.

Muchas veces me cuestioné el porqué de tantas desgracias en mi vida. Había perdido a mamá, había pasado los primero diez años de mi vida sin papá había perdido a Jack en aquel accidente, pero nunca traté de hacerme la víctima, al contrario, siempre quise ser la guerrera como en todos los libros que leía.

Siempre traté hacer las cosas bien, siempre traté de entender el mundo y siempre traté de no demostrar mis sentimientos o mis emociones hacia las demás personas, no me gustaba que los demás supieran mis problemas, algo que sin duda había aprendido de mi chico, de Alexander.

Hablando de él, siempre traté de entenderlo, y creo que, hasta cierto punto, lo hice, entendí sus silencios, sus movimientos y entendí el por qué muchas veces se callaba las cosas.

Él era muy reservado.

Lo voy a decir así, lo diré así porque así es como me siento:

Me siento una guerrera, me siento una luchadora y aunque no pude soportar esta revancha, di lo mejor de mí, di hasta mi último aliento, soporté todo, soporté quimioterapias, soporté dolor y soporté la angustia que sentía al no saber nada de la persona que realmente llegué a amar.

No quería irme sin saber nada de él, por eso le había insistido tanto a Carmen para que pudiera decirme algo de él, había estado en coma por dos semanas y media. Y no me pude despedir de él.

Le dolerá, le dolerá saber que ya no estoy ahí. Le dolerá saber que me he ido y que no nos hemos despedido. Estoy segura de que le dolerá porque a mí también me duele irme y no decirle adiós.

Había escrito en aquel cuaderno tantas palabras, tantos sentimientos que esperaba que algún día él pudiera leerlos, que él los leyera el día que dejará de dolerle mi partida.

CANCER.

Era la palabra que más sobresalía entre tantas hojas, ahí le había dicho, le había platicado lo que tanto pasaba por mi mente.

Eutanasia.

Era la segunda palabra que más se repetía y ni hablar de la tercera, de la que más veces le había escrito.

Te amo, Alexander Gil.

Eutanasia, era una "salida muy fácil" eso era lo que pensaban los demás, pero para mí, una persona que estaba sufriendo de más, que estaba hasta el borde, era una "salida" mucho más coherente. Sin dolor.

Papá se encontraba a lado mío, tomándome la mano y detallando el tatuaje que tenía en él, el mismo que compartía con Alexander. No dijo nada, solo se mantuvo a mi lado.

Había guardado silencio cuando le dije mi decisión, no la había aceptado, había dicho que, si podía salir de esta, pero la verdad es que yo sentía que ya no podía, me estaba muriendo poco a poco.

No le dijo nada a Iker, ni a Alicia, ni a Carmen, solo a Mariana, ella era la que llevaba mi caso, era más que claro que ella se enteraría primero.

Venia todos los fines de semana a verme, nunca me dejo sola, nunca me apartó y eso se lo agradecí mucho, más de lo que él se pudiera imaginar, porque me dio a entender que sola nunca estuve, que siempre conté con él.

— Papá— susurré, mientras sentía como es que mis ojos se empezaban a cerrar poco a poco, por la pesadez.

— Dime, Sofí— su voz salió en un murmullo, los ojos los tenía rojos al igual que la nariz.

— ¿Puedes cantarme Amanda de Boston? Por favor.

Él asintió con la cabeza, mientras pasaba el dorso de su mano por su nariz y ojos, limpiándose. Empezó a cantar, mientras yo trataba de tararear la canción., pero me sentía cansada.

A Emilio nunca lo había visto mal, nunca lo había visto derramar al menos una lágrima, él siempre fue fuerte, demostrando que la vida jamás lo derrumbaría. No lloró cuando falleció la mamá de Iker, no lloró cuando la abuela falleció y no lloró cuando el abuelo también se fue.

Emilio, Emilio siempre había sido una persona fuerte que en ese mismo momento estaba siendo derrumbada.

Dejó de cantar cuando los sollozos se apoderaron de él. Me observó y siguió llorando. Me estaba yendo de sus manos y hasta a mí me dolía. Era mi papá y esta vez sería la última vez que lo vería.

— Papi— le hablé en voz baja. Alzó la cara y me sonrió con tristeza—. Fui feliz. Fui muy feliz a tu lado, gracias, gracias por estar ahí. Dile a Alexander que fui muy feliz y dile a Iker que me perdone por no regresar.

— Sofí...

— Te amo, papi.

Jamás le dije "te amo", nunca fui de palabras bonitas o de expresar lo que realmente sentía. Pero siempre lo amé, siempre te amé, papá.

— Te amo más, pequeña...

Y odiaba mucho decírselo ahora y no decírselo días antes, meses antes, años antes de mi partida.

— ¡Sofía! — su grito se hizo presente por toda la habitación cuando el sonido que confirmada mi partida hizo eco.

Tranquilo, papá, yo también sufrí.

Yo sé que papá sería mucho más fuerte que yo, que él si lucharía para poder superar está partida.

No me dolía mi ida, me dolía el saber que no le pude cumplir la promesa a Iker.

Me dolía el saber que le estaba causando dolor a todos mis seres queridos, a Alicia, a Carmen, a Noa, pero sobre todo... a él, a la persona que me ayudó bastante.

Perdónenme por todo esto, perdónenme por no ser fuerte como ustedes esperaban, perdónenme por no despedirme de ustedes, perdónenme por hacerlos perder el tiempo.

Perdónenme por todo...

La vida me había dado varios golpes bajos, golpes que al principio creí que podía resistir, golpes que muchas veces si vencí, golpes los cuales me hicieron entender que la vida no era de color de rosa como muchos libros de fantasía me habían hecho creer.

Tenía sueños que cumplir, metas que cumplir y tenía que observar el cómo Alexander crecía poco a poco, como persona y en sus sueños.




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