¿ El Amor Apesta?

24 | La vida es injusta.

Alexander Gil.

11 de abril del 2023.

Arrastro los pies por el pasillo de la escuela mientras observo a mi alrededor, todos me observan de una manera... al mismo tiempo que se apartan cada vez que paso a su lado, no le tomo mucha importancia, solo quiero llegar al salón, tomar la clase e irme a casa.

Después de tres meses de no asistir a clases, estoy aquí, pisando de nuevo los suelos de esta mierda.

La canción de Amanda de Boston suena por mis auriculares, los ojos se empañan de las lágrimas que no permito sacar. No voy a llorar. Me pongo delante de la puerta del salón de Gregory y toco la puerta, observo así mi derecha y... ella no está ahí.

No está jadeando por llegar tarde, no está pidiendo disculpas, sus ojos no me observan y mucho menos la veo sonreír. La herida que creía que ya estaba cerrada vuelve a abrirse, cierro los ojos con fuerza, mientras aprieto la carpeta que tengo en la mano derecha, es el reportaje.

La puerta se abre dejándome ver la gran panza del profesor.

— Llegando tarde, como siempre, señor Gil— me regaña.

Dejo de observar hacia mi lado derecho, para observarlo a él. Me sonríe con nostalgia, sabe lo que he pasado, todos lo saben y eso me jode más.

Quiero irme a casa, de repente no quiero estar con esta gente, pero me propuse superar todo esto, por mí, por ella. Suelto un suspiro y le contesto:

— Hay una reputación que cuidar— le guiño un ojo.

— Pasa —Gregory se hace a un lado, dejándome pasar—, deja la carpeta en el escritorio y toma asiento— me indica.

Paso y tomo asiento en donde me corresponde. Observo hacia un lado, en donde se encuentra Pau junto con Hugo. Al final, después de dos meses supe que Pau se había ido a Francia, en donde, Sofía y él tuvieron una conversación. Les sonrío y ambos fruncen el cejo, sin entender.

No pongo atención en la clase, como es de costumbre, el profesor habla y habla, que hasta cierto punto me marea. Mantengo la mirada en la mesa de mi butaca y dejo que todo siga su curso.

Después de lo que pasó en la casa de los Sanz, después de aquello, mamá y Javier decidieron meterme en una casa-ayuda, al principio no quería, me negaba a estar en algo así metido, pero, después de una larga charla con la señorita Thompson, ella me dio a entender, que sí, si necesitaba estar un poco apartado de todo esto.

No lo voy a negar, la casa-ayuda ha funcionado, me superé, me superé a mí mismo, pero eso ha evitado que no vaya a ver a Sofía. No quiero ir y verla de la manera en la que no quiero, aun no lo he aceptado, pero mi alma me duele tanto para ir a verla por un momento.

Escucho como alguien arrastra una silla y la coloca delante de mí. Alzo la mirada y cuando observo como Gregory se sienta en la silla y coloca los brazos en mi butaca, me deja un poco desconcertado, pues muy raras veces él hace esto. Vuelvo a bajar la mirada y él me vuelve a hablar.

— Alexander — me llama, alzo la cara—, pedí un reporte acerca de los lugares más hermosos del continente europeo, ¿qué paso?

El nudo en la garganta se volvió a formar, la vista se me nubla y muerdo nervioso mi labio inferior. No, no lloraría en la escuela, en medio de gente que no me conoce.

Trago saliva y le contesto en un murmullo, para qué él y yo, seamos los únicos en escucharlo:

— No hay belleza en ningún lado que se pueda comparar a la de ella, la de ella es única. Ella es única.

Reportaje.

Lugares especiales.

Sinceramente no sé por dónde empezar...

Seré lo más sincero posible, porque yo siempre amé la sinceridad.

Solo fui a uno o dos lugares que se podrían considerar los mejores de toda Europa, pero... supongo, que si ahora mismo voy y los visito se me harán los más tristes y feos de todo el mundo.

Ella estuvo en ellos, ella sonrió ahí, ella me tomó de la mano mientras caminábamos, ella era lo único que estaba bien en este mundo, en mi mundo. Me amó. La amé, la amaré y la amo.

En España, ningún lugar se va a comparar a ella, nadie la podrá superar, ella fue luz, en el mundo oscuro en el que estaba yo. España es muy grande, sí, España es gigantesco, pero ni España, ni Rusia, ni China, ni ningún país se va a comparar a lo que yo sentí por ella, lo que yo sentí fue algo grandioso, algo complicado y algo hermoso.

No, no estoy hablando del lugar más lindo que hay, estoy hablando de lo que ella hizo en mí, porque ella hizo más de lo que cualquier otra persona podrá hacer en mí.

Sofía me enseñó que:

1. No necesito de nada material para ser feliz.

2. Que la sonrisa de alguien más podrá ser también la tuya.

3. Que todo tiene un final.

4. No son los lugares, es con la persona que estés.

5. Luchar por lo que realmente amas, así como ella lo hizo.

6. Que hay personas correctas, pero el momento es el equivocado.

No sé si hay vida después de la muerte, tampoco sé si hay un cielo o un infierno, lo que sí sé, es que me hubiera gustado que ella llegará hasta aquí.

Quiero decirle todo lo que realmente me gustaría decirle, quiero tenerla un momento más, pero no todo lo puedo tener en este mundo.

Camino por las calles solo, sujetando la correa de mi mochila con más fuerza de la que debo.

Mi rumbo ya no es mi casa, mi rumbo ya es la casa-ayuda que se encuentra a dos cuadras de la escuela. No vengo acompañado de nadie, porque nadie de los que se encuentran en la casa-ayuda tienen mi edad, son el menor de todos.

Cuando llego y abro la puerta, todos saltan, asustándome, la casa está decorada con globos y listones y yo solo observo a las personas con una mueca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.