¿ El Amor Apesta?

Epílogo: Lo he logrado.

Alexander Gil.

Seis años después.

Seis años han pasado desde aquella pesadilla, seis años en los que me he superado y he tratado de cumplir todas mis metas, seis años en los que he tratado de dejar todo botado, pero ver los ojos de mi pequeña hija me dicen que todo lo que he hecho y he superado que lo he logrado, que todo ha valido la pena.

Angie Sofía Gil Rumfallo.

Al principio tenía mis dudas de ponerle Sofía, pero cuando se lo dije a Linda, ella lo aceptó encantada, lo amó y estuvo de acuerdo. Sí, me casé con Linda y formé una pequeña familia con ella, seguí adelante tal y como lo quería Sofía Sanz.

Cada que me quería dar por vencido, cada que creía que ya no podía más, cada que lloraba por ella, me acordaba de lo que decía la Carta Azul, recordaba que ella no quería que la extrañará, recordaba que ella quería que yo siguiera adelante y así lo hice.

Estoy por culminar mis estudios en medicina. Decidí la carrera porque quiero ayudar a la gente, quiero ayudar a los demás, porque yo jamás pude salvarla a ella. Cuando le dije a mi madre acerca de mis planes o el por qué estaba estudiando lo que estaba estudiando, ella no estuvo mucho de acuerdo, ya que, creía que aún no superaba la muerte de Sofí.

No, no la había superado, solo había aprendido a vivir sin ella.

Pero había seguido adelante y creo que eso era lo que más importaba de todo esto.

Seguí yendo con la señorita Thompson, seguí estando en la casa-ayuda y seguí escribiendo todas las historias que tenía en borradores Sofía. Al final, hasta escritor me había convertido como Linda, ella también escribía todo lo que venía en su mente.

Tomo la mano de mi hija y camino con ella hasta llegar a la tumba de Sofía, Angie sabe por qué se llama Sofía, por lo mismo es que me quita las rosas que tengo y las pone delante de Sofía.

— Hola, Sofí— le habla—, papá y yo hemos traído rosas para ti.

Angie habla y habla por toda la tarde con Sofía, ella cree que los que ya no están con nosotros aun nos escuchan, que aún nos aman, por lo que ella cree que Sofía la ama, la escucha y la protege, cree que es su ángel guardián. Y yo dejo que mi hija crea eso, porque para a mí, Sofía siempre será el mejor ángel que la tierra pudo haber tenido.

Hugo viene y se lleva a Angie, diciéndole que la llevará a comprar un helado y ella se despide de Sofía con la mano, diciéndole que pronto vendrá a verla.

Meto mis manos en los bolsillos de mi pantalón y observo su lapida, suspiro. Puede que haya seguido adelante, puede que haya formado una familia y también puede que me haya superado como persona. Pero aún no puedo con el hecho de que no la supero, no supero su ausencia, no supero el hecho de que ella ya no esté. Me enamoré de alguien de más, me entregué a alguien más, pero sigo siendo de Sofía, siempre seré de Sofía.

— Mierda, Sofí, he hecho tantas cosas, cosas que jamás creí que podía hacer— me acuesto en el suelo y extiendo los brazos—. Angie, tiene mis ojos, tiene el cabello castaño de su madre y tiene esa sonrisa que me recuerda a ti, no tenías que haberte ido, yo quería mi final feliz contigo, pero eres la manera más hermosa en la que la vida me dio a entender que no puedo tenerlo todo. Perdón si no he podido venir a verte, la escuela me consume y Angie quiere toda la atención.

Linda aparece en mi campo de visión y me hago a un lado para que ella también pueda acostarse, duda por un momento, pero lo hace. Paso un brazo por su cintura y la atraigo hacia mí, le beso la coronilla y ella suelta una risa algo nerviosa.

Tiene tres años más que yo, pero eso no fue impedimento para seguir, ella me ayudó a sanar y yo la ayudé a ella, tal y como me hubiera gustado hacer con Sofía.

Linda no dice nada y yo tampoco lo hago, solamente nos mantenemos ahí hasta que escuchamos la voz de Angie corriendo hacia nosotros y el cómo Lewis trata de detenerla al igual que Hugo, pero ella no hace caso y cae encima de mí, ensuciándome con el helado de vainilla que trae.

Ella ríe y yo hago lo mismo. Linda se pone de pie y camina hacia la salida con Hugo y Lewis, dejándome solo con Angie.

— Papi, ¿me cantas la canción esa que siempre me cantas?

Sonrío con melancolía, ya que, la canción que siempre le canto a Angie, es la misma que Sofía alguna vez me dedico: te regalo.

Cuando Angie nació, nunca dejaba de llorar, hasta que una noche decidí tocar el violín— después de no haberlo tocado desde hace años—, para que así se calmará, afortunadamente, funcionó, pero después ya no fue suficiente, ahí tenía que cantarle y siempre le cantaba la misma canción una y otra y otra vez.

— Mi amor, no traigo el violín— le digo, mientras se pone de pie y hace un puchero.

— Pero yo quiero que me cantes— chilla—, Sofía también quiere...

Eso se hace que el corazón se me oprima y el nudo en la garganta se me forme.

Vivo con la constante agonía de saber si llegaste a aquel mundo prometido.

— Bien— me siento en forma de indio y empiezo a cantar, mientras observo como es que Angie se sienta y coloca una mano en la lápida Sofía.

Déjame cuidarte
Déjame abrazarte
Déjame enseñarte
Todo lo que tengo pa' hacerte muy feliz.

Te regalo mis piernas
Recuesta tu cabeza en ellas
Te regalo mis fuerzas
Úsalas cada que no tengas
.

No dejo de cantar y Angie no deja de quitar la mano de la lápida de Sofía, ella ha visto sus fotos, sabe lo que hay detrás de todo.

Verla ahí, con su cabello amarrado en dos coletas, con la mano ahí, en la lápida, hace que la voz se me rompa, haciendo que ella me observe y viene hacia mí.

— Papi, ella te ama, ¿verdad? —me limpia las lágrimas que empiezan a salir.

— Así como yo te amo a ti.

— Eso es mucho...

Me pongo de pie y toma su mano para caminar con ella, pero ella alza ambas enviando el mensaje que capto a la primera, la cargo y cuando ambos ya estamos alejados de Sofía miramos para atrás para que ella se despida con la mano y yo, en un susurro le diga:




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