El amor como un árbol de cerezo

Capítulo 4

Sakura:

Akaida me había defendido y estaba totalmente confundida, su actitud estaba en constante cambio. Aunque agradecía profundamente el que hubiera interferido.

Jamás me había sentido acosada y por eso no supe como actuar.

La rudeza con la que ella había interferido me dejó impresionada, debía admitir que daba un poco de miedo cuando estaba molesta.

Aunque mi primer día no había sido como esperaba, logre hacerme de un pequeño grupo de amigas y estaba feliz de ello.

Ahora podía confirmar el hecho de que Akaida no se relacionaba con nadie. Es una ermitaña, solo se sienta al fondo de la clase a leer, nadie se acerca a ella y viceversa.

El resto de las clases transcurrieron con normalidad, aunque me sentía intimidada por aquella pelinegra que me había estado hostigando.

Esperaba que no tomará personal la amenaza de la rubia, tampoco deseaba que Akaida se metiera en problemas.

Me es extraño pensar que aunque ella se sienta al final de la clase, es demasiado aplicada. ¿Tanto detesta relacionarse? A tal grado que se aparta de todo aquel que pudiese acercarse a ella.

Aunque ambas pasamos por situaciones parecidas, somos totalmente distintas. Ella no desea crear vínculos con nadie y yo muero por encajar.

Las horas pasaron rápidamente y cuando la campana sonó, dando aviso que la última clase había terminado, me dispuse a guardar mis cosas en mi mochila y marcharme con mis amigas.

Llegando a la parada del bus, me despedí de ellas y siguieron su camino.

—¡Sakura!—escucho a alguien gritar mi nombre.

Me giro y observo a la pelinegra acercarse a mi a paso rápido con su grupo de amistades.

Se detiene frente a mí y de su mochila saca una cajetilla de cigarros, toma uno y lo coloca en sus labios, para proceder a encenderlo.

¿Qué chica de instituto fuma cigarrillos?

Jamás en mi vida he consumido ninguna droga, nada que pudiera dañarme.

Inhala el humo y lo exhala justo en mi rostro haciéndome toser.

—¿Alguna vez has fumado, Sakura?—pregunta de manera hostil.

Ella no me agrada, su actitud es mil veces peor que la de Akaida. La rubia al menos es directa, pero ella es hipócrita y parece que disfruta de joder a los demás.

Siento que me hago pequeña en mi lugar.

—Nunca he fumado.—respondo en un murmuro.

—Siempre hay una primera vez para todo, ¿no crees?

No me gusta la manera en la que pronuncia aquellas palabras. Admito que tengo miedo y quiero hacerme bolita.

—No quiero tener una primera vez con un cigarrillo, gracias.—digo intentando que mi voz se escuche segura.

—Vamos, Sakura. No seas aburrida, solo una vez, si no te gusta lo dejas y listo.

Me extiende el cigarrillo que se ha consumido hasta la mitad. Lo observo insegura.

—¿A caso tienes miedo, Sakura? ¿Cuántos años tienes? ¿10?

Ella y sus amigas se ríen de mí, mientras yo sigo observando el cigarrillo.

Lo tomo por presión, mi mano temblorosa me alerta y siento ganas de llorar.

De un momento a otro el cigarrillo ha sido arrebatado de mis manos. Observo a mi alrededor y noto a la rubia con el cigarrillo en mano. Ese ceño fruncido y sus ojos más azules de lo usual me dice que esta más que molesta.

—¿Así es como piensas encajar?—la manera despectiva en la que pronuncia aquellas palabras me hiere.—¿Así es como piensas arruinar tu vida, Sakura?

—Yo no quería...—mi voz salió en hilo, casi inaudible.—Solo lo tomé por presión, pero no lo probé.

La observo dar una calada al cigarrillo, para después tirarlo al suelo y pisarlo con la suela de su zapato escolar. El humo es expulsado en el rostro de la pelinegra.

—¿Qué parte de que la dejes tranquila no entendiste?—Akaida enfrenta a la pelinegra.

—Solo le invite un cigarrillo.—dice aquella chica encogiéndose de hombros.

—Ella no fuma.—responde la rubia entredientes.

—Eres una molestia, joder. Solo arruinas la diversión.

—Molestar a las personas no es divertido, solo muestra tu necesidad de atención.—espeta Akaida sin titubear.

—Te recuerdo que en estos momentos estás en desventaja, así que no me provoques.

No quiero que haya una pelea innecesaria y mucho menos por mi culpa. No sé de qué manera intervenir, quisiera tener la fuerza y voluntad de Akaida para no temer a los demás, pero soy demasiado débil en ese aspecto.

—No te tengo miedo, Zully.—primera vez que la llama por su nombre.

Las amigas de la pelinegra rodean a Akaida. Dos la toman por los brazos y Zully se acerca otorgando una fuerte bofetada en la mejilla.

¡Oh, carajo!

—¡Ayuda! ¡¿Algún maestro por aquí?!

Los alumnos que estaban presentes empezaron a acercarse para presenciar lo que estaba ocurriendo.

Akaida logró liberarse del agarre de las dos tipas, después de unos cuantos golpes que recibió. Cuando estuvo libre, se abalanzó sobre la pelinegra y a puño cerrado se cobró lo que le había hecho.

Las amigas de Zully intervinieron, la hicieron caer al suelo y comenzaron a golpearla sin piedad.

Estaba horrorizada, no sabía que hacer, que decir, estaba paralizada, observando como la rubia simplemente estaba echa bolita y cubriéndose lo que podía de los golpes.

Justo en ese momento llegó el bus y todo se detuvo. La dejaron tirada en el suelo y la multitud se disolvió.

—No te vuelvas a meter en lo que no te importa.—fue lo último que dijo Zully antes de marcharse.

Por fin pude reaccionar, me acerco a Akaida rápidamente, su nariz está sangrando, su labio inferior y las comisuras también, sus mejillas tienen algunos raspones.

La ayudo a ponerse de pie y me estremece escuchar como se queja.

—Lo lamento tanto, todo esto es mi culpa.—digo mientras la ayudo hasta el bus.

Al subir el chófer solo la observa sin decir nada, la guío hasta los asientos del final y se sienta del lado de la ventana.

—Joder, en serio lo lamento, realmente fue todo mi culpa.—me vuelvo a disculpar.




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