El Amor de Ariel

CAPÍTULO 9

FLORENCIA, ITALIA

ARIEL

 

Creo que Marena se merece una disculpa por lo sucedido anoche, más no esperaba la llamada de papá para que viniera a revisar a un nuevo niño antes de irme al trabajo porque mamá salió muy temprano a dar una clase como profesora invitada.

«Así que las disculpas se adelantaron algunas horas».

El bebé tiene alrededor de trece meses según las mediciones corporales, está un poco bajo de peso y tiene una irritación por el pañal, así que hay que aplicar las cremas con frecuencia y dejarlo un par de veces al día un rato sin pañal, bajo supervisión por si acaso los accidentes, para que se refresque. También le solicité algunos exámenes de rutina para revisar sus valores, por el peso va a tener que tomar algunas vitaminas junto a la fórmula y comida normal. Ya veremos según los resultados de los análisis si hay que hacer algo más. Pero el niño está activo, no hay signos neurológicos o motores de alarma, balbucea y dice algunas sílabas.

—¿Cómo te está yendo en tu primer día de trabajo aquí? —pregunto porque ella parece ensimismada de repente.

—Va todo muy bien y yo iba a buscar a mi bebé y tú me distraes.

—¿Yo te distraigo? —cuestiono deteniendo el paso de repente y provocando que ella choque contra mi pecho. Sus ojos se abren un poco más y apoya las manos en mis brazos para no perder el equilibrio.

—Yo no dije eso, solo que me desviaste del camino a ver a mi hijo. —repone y cuando nota que está apretando mis brazos, da un paso atrás.

—Rafa está bien aquí, solo quería hablar contigo un momento. Por cierto, te ves muy linda, el rosado te luce mucho.

Y no es mentira, creo se ve muy bien. Y ni siquiera sé por qué me estoy fijando tanto en cómo luce hoy, aunque es algo inevitable el mirarla porque es bella y tiene un ángel único.

—¿Te parece? Me atreví a ponerme rosa hoy aunque a mi ex no le gustaba, ¿no hay un abogado en tu enorme familia? Tengo que tramitar mi divorcio. —Alzo mis cejas y ella da otro paso atrás—. Ya estoy hablando de más, eso no fue apropiado y lo siento, a veces me cuesta ponerle filtro a mis pensamientos.

Noto como traga grueso y mira alrededor, tal vez buscando alguna vía de escape, pero no la dejaré correr esta vez.

—Directo en la familia como tal no hay, pero tenemos abogados de confianza que pueden ayudarte, ¿quieres ir por las buenas o dejarlo en la calle?, si es lo segundo, podemos usar a los del esposo de mi hermana Valentina, si es lo primero, a los de mis primos.

Hay algo en mis palabras que la hace reír, pero enseguida se detiene al notar que es en serio. Los abogados de los Esposito dan miedo y dejarían a ese idiota de su ex hasta sin cejas, en cambio, los del corporativo de mis primos son más políticos e intentarían las vías convencionales primero antes de llegar a otros extremos.

—¿Hablas en serio? —cuestiona, aún incrédula.

—Sí, muy en serio, tú solo dime lo que quieres hacer.

—¿Por qué?

—¿Qué cosa, Marena? —cuestiono sin entender su pregunta.

—Es que nunca había conocido personas así, tan dispuestas a ayudar, que escuchan sin prejuicios y se nota que lo hacen de verdad y no por alguna apariencia, me cuesta procesarlo. —admite.

—Culpa de mis padres y previo a eso, culpa de mis abuelos, el tío Gian, la nonna María y la religión. —le explico y parpadea con rapidez.

—Creo que quiero ir por las buenas primero. —dice finalmente al entrelazar sus manos.

—Hablaré con mis primos para empezar pronto con eso.

—¿Crees que sea difícil pedir la custodia de Rafa sin que me acusen de abandono de hogar? —Su pregunta me descoloca.

—¿Nunca dijiste que te irías?

—Sí, pero él nunca lo tomó en serio y un día que se fue a trabajar yo tomé mis cosas y las de Rafa y salimos sin mirar atrás, —exhala pesadamente—, debí hacer algo más, ¿cierto? Ahora eso puede perjudicarme y no quiero que me quiten a Rafa, podrían hacerlo, son una buena familia en Udine y…

Sus palabras se cortan en el instante que apoyo mis manos en sus hombros y la miro a los ojos.

—Créeme que mi familia puede muchas cosas y vamos a ayudarte, Marena. —le aseguro—. Nadie va a quitarte a Rafa, mucho menos una excusa de hombre que no quiere a un niño tan maravilloso como él.

—Mi bebé es el niño más dulce, amoroso y noble del mundo, todo lo que quiero es que crezca en un ambiente sano que no lo límite por su condición. Que nadie lo trate como un inútil y que sepa que su discapacidad no es impedimento para que viva una vida normal y feliz. Mi ex se enojaba mucho cuando estaba enseñando a Rafa a comer porque le costó manejarse con una sola mano, lo regañaba y las veces que quiso pegarle yo no lo permití.

—¡Imbécil! —mascullo, sintiendo una rabia inmensa. Odio que maltraten a los niños, ellos solo necesitan amor, cuidados, no alguien que los golpee y les grite todo el tiempo—. Lo siento, es tu ex, pero…

—Es un imbécil, tienes toda la razón. Yo dejé de amarlo hace mucho, cualquier sentimiento que quedaba murió cuando empezó a menospreciar a Rafa, yo me lo aguanto, pero que nadie se meta con mi hijo. —Marena suspira y sus ojos se cristalizan porque se nota en un tema sensible.




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