El Amor de Ariel

CAPÍTULO 10

FLORENCIA, ITALIA

MARENA

 

No sé qué acepté, pero ahora no solo veré de nuevo a Ariel dentro de un rato, sino que tendremos otra cita de juegos en el parque con sus primos para que Rafa juegue, a eso no pude negarme, como tampoco pude negarme a la posible salida a una matinée con los niños para ver la ópera, me tragaría el orgullo solo por eso. Bueno, no, tal vez sí, digo, ¿cuántas veces no fantaseé con ir a una ópera? Además, es por el bien de Rafa, ¿cierto? A él también le gusta.

Sacudo la cabeza y termino de recoger las cosas después de la última clase porque ya casi es hora de irme a la consulta con Valentina, apenas y me dará tiempo de ir a la casa a darme un baño y darle uno a Rafa, digo, hemos pasado el día aquí y hay que estar presentables y oler bien para la cita con Valentina.

La verdad es que este lugar es un sueño para trabajar, mi hijo está feliz y bien cuidado en las clases y haciendo amistades, tenemos derecho al almuerzo y una merienda, lo cuál también es un gran ahorro, incluso, Andrés nos ofreció que podíamos desayunar aquí en caso de presentarse cualquier cosa y que no podamos hacerlo en casa. ¡Es increíble! Jamás había estado en un entorno laboral tan positivo y con personas tan cálidas y comprometidas con estos niños; ellos indudablemente han armado al mejor equipo para este lugar.

Bruna me dice que va a quedarse un par de horas más para cubrir a una de sus compañeras que tuvo que salir porque la llamaron de la escuela de su hijo, quedamos en vernos más tarde para contarle sobre mi peculiar conversación con Ariel y cómo verlo en su uniforme me hizo sentir cosas que hace muchos años no sentía y que creo que no debería estar sintiendo, ¿verdad? Ni siquiera puedo recordar hace cuánto tiempo no me siento atractiva o veía algún hombre con deseo, ¿para qué negármelo a mí misma? Podría hincarle el diente a Ariel, pero eso no va a suceder, solo es el pediatra de mi hijo, el padre de la nueva amiguita de Rafa y nada más. No puede ni debe pasar más nada.

Sin contar que yo todavía no me he divorciado, no sé nada de Marco, pero en cuanto pueda enviar la demanda de divorcio, es seguro que su reacción y la de la familia no sea la más agradable. Ya veremos, no quiero pensar en eso ahora.

Voy a buscar a mi hijo al salón de música y lo veo muy animado agitando una pandereta mientras reconozco a una de las primas de Ariel, la que se llama María dirigiendo desde el piano al grupo de niños que tocan diferentes instrumentos. Creo que mi niño nunca había estado tan sonriente y eso alegra mi corazón de formas inimaginables, porque lo único que quiero es que tenga una infancia normal y sea feliz.

—¡Mami, mia lo que hago! —exclama al verme y agita la pandereta con más fuerza, sonrío y contengo mis ganas de llorar porque en este preciso y pequeño momento confirmo que tomé la mejor decisión al venir aquí.

Aplaudo cuando ellos terminan y Rafa deja la pandereta en su lugar antes de correr hacia mí, me agacho para darle un abrazo y un beso.

—¡Lo hiciste muy bien, hijo! Poco a poco aprenderás más cosas, ¿te divertiste?

—¡Mucho, mami! Maia es linda y sabe mucho, toca piano lindo. —me comenta y sonreír es inevitable—. Yo toco pandeta, gusta mucho.

—Pandereta, mi amor. Y sí, tocas muy bien, yo te vi.

—¿Cómo estás, Marena? ¿Qué tal el primer día? —María se acerca a nosotros y es muy linda, digo, ya la había visto en la fiesta, pero de verdad es preciosa, con su larga cabellera castaña y ojos café, una sonrisa dulce y un cuerpo delgado que luce muy bien en sencillos jeans blancos y blusa verde.

—Ha sido un día muy bueno, este es un lugar increíble.

—¿Verdad que sí? Déjame decirte que Rafa tiene un oído y ritmo musical muy bueno, pudo seguir las notas a la perfección luego de que le mostré solo una vez, ¡es muy inteligente! —comenta y sonrío orgullosa mirando a mi hijo.

—Mami dice que Dafa puede si intenta, Dafa intenta. —explica mi hijo y ya quiero llorar otra vez.

—Y Rafa lo hace muy bien, claro que sí. —asegura María acariciándole el cabello y mi hijo le muestra su mejor sonrisa—. Tienes un hijo hermoso, Marena, que Dios lo guarde.

—Gracias y gracias por incluirlo y enseñarle.

—No es nada, amo hacer esto y amo que ya Rafa sea parte de la familia. —expresa dándome un guiño y antes que pueda responder, otro niño reclama su atención y ella se excusa. Eso no fue nada raro, ¿cierto?

Le pido a Rafa que vaya por su bolso para irnos, él corre a buscar sus cosas y se despide de todos con una sonrisa. No me despido de Andrés porque salió hace rato por algunas diligencias, pero si pasamos a despedirnos de Bruna que está de nuevo con el pequeño Yahir en brazos.

—Me avisan de todo, por favor. Nos vemos más tarde, ¿bueno? —Señala entre Rafa y yo.

—Mami te llama, chau, tía Buna, chau Yahi. —dice mi hijo agitando su mano y el pequeño Yahir hace lo mismo, Bruna y yo sonreímos enternecidas.

Salimos del orfanato caminando para tomar el transporte público y en el camino voy escuchando a mi hijo contarme sobre su día lleno de actividades, mi corazón se siente feliz y suplico silenciosamente que nuestras vidas sean buenas.

Al llegar a casa le doy primero su baño a Rafa y lo dejo listo antes de bañarme y alistarme rápido, pero por alguna razón me cuesta decidir qué ponerme y me cambio un par de veces hasta que consigo algo con lo que me siento cómoda, por lo que termino optando por un enterizo de jean azul que se amarra a la cintura y un pañuelo azul con lunares blancos en mi cabeza. Meto en mi bolso la carpeta médica de Rafa y así salimos al hospital.




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