FLORENCIA, ITALIA
ARIEL
No dudo ni un instante en responder al sublime beso de Marena, sus labios son el paraíso y aprovecho un poco para envolverla entre mis brazos y sentirla más cerca. Creo que se va a arrepentir cuando suelta un pequeño gemido, pero es todo lo contrario, se abraza a mi cuello y nos fundimos en un intenso beso que no quiero terminar.
«Marena me gusta. Y mucho».
Enlentezco el beso poco a poco hasta que su dramático suspiro me hace sonreír y es ahí cuando en automático abrimos los ojos casi al mismo tiempo, con las respiraciones agitadas y los latidos frenéticos.
—No tengo palabras. —admite.
—Creo que yo tampoco, Mare. ¿Estás bien? —Acaricio su mejilla y vuelve a cerrar los ojos, frotándose contra mi palma.
—Con todo y lo que está sucediendo, creo que nunca me había sentido mejor. —confiesa, manteniendo los ojos cerrados y el contacto.
—Se siente bien, Mare, se siente muy bien. —murmuro y ella abre los ojos una vez más. ¡Es bellísima!
—Gracias, Ariel.
—¿Por qué?
—Por demostrarme que sigo muy viva. —expresa con un dejo de diversión en su mirada y estoy sonriendo como idiota.
—Soy médico, puedo revivirte las veces que quieras, Mare. —Le doy un guiño que la hace soltar un suspiro.
—¡Dios, eres malo para mis hormonas y mis partes femeninas sensibles! —exclama de tal forma que no puedo evitar reír. Su falta de filtro me parece adorable.
—Conozco muchas formas de hacerte sentir mejor, Mare.
El coqueteo me sale natural con ella y no me había pasado nada así, no desde Dani, pero esto con Mare no se siente mal, se siente bien, se siente correcto y sé que no estoy irrespetando la memoria de quién fue mi prometida y será siempre la madre de mi hija.
—¿Ves? Muy malo para mis hormonas, Ariel. —repite.
—La oferta no tiene fecha de vencimiento, Mare. —Le doy otro guiño.
—Eres demasiado perfecto para ser real. —Ella hunde la punta de su dedo en mi pecho y vuelve a suspirar.
—No voy a desinflarme, soy muy real, Mare. Y esto, —señalo entre nosotros—, también lo es. Y entiendo que estás en tu proceso, tan sólo no me alejes de ti ni de Rafa, puedo acompañarte hasta donde me lo permitas. Te respeto a ti, a Rafa y…
Mis palabras se ven cortadas por otro beso mucho más intenso que el primero, puedo sentir que Mare es una mujer que tiene mucho para dar y con ese imbécil del ex estuvo disminuida durante mucho tiempo. No es justo, ella es grandiosa y merece brillar de todas las formas posibles.
Vuelvo a interrumpir el beso, de la formas más respetuosa posible porque empiezo a sentir los estragos de Mare en mi cuerpo y no quiero pasar una vergüenza pública.
—¿Te arrepientes? —murmura sin abrir los ojos y pego mi frente a la suya.
—Nunca, pero hay una parte de mi anatomía que quiere levantarse y lo menos que deseo es una vergüenza pública frente al corporativo de mis primos. —confieso y ella abre los ojos, da un paso atrás y me repasa con la mirada.
—¿Te causo… eso? —cuestiona.
—Bésame otra vez y no podré parar, Mare. —admito y noto como traga grueso antes de abanicarse.
—Ni en mis sueños más locos, Ariel, digo, parezco una contradicción ambulante porque llegué aquí asustada, luego decepcionada y dolida por lo que me dijeron los abogados y ahora parezco un incendio forestal y se me olvida todo cuando me besas y… ¡Dios, ya tengo que callarme!
—No te calles nunca conmigo, Mare. —acuno su rostro entre mis manos para poder mirarla a los ojos—. Yo quiero escucharte siempre. ¿Me ves juzgándote?
—No.
—Porque no lo hago, Mare, me gusta cuando te expresas así, diciendo lo que se te pasa por la mente, por más loco que sea.
—Me gusta que me digas Mare, en ti suena como bonito.
—Tú puedes llamarme como quieras, menos Ari, así no. —le pido y ella deja escapar una carcajada.
—Así te dice la Pila de… La tía de tu hija, entiendo. —se corrige y es demasiado gracioso su gesto.
Intuyo lo que iba a decir y quisiera no reírme porque siempre he respetado a las mujeres, pero la risa me sale sola.
—Nunca ha pasado nada entre Pilar y yo, ni va a pasar porque ella no me interesa en lo más mínimo. En cambio tú…
—Yo…
—Me gustas, Mare, y por favor no salgas corriendo por mi frontalidad, pero no correspondería esos besos si no me gustaras. Y mucho. —confieso esperando que no huya.
—Es que no lo creo, tú eres tan bello y yo…
—Tan hermosa, espectacular y maravillosa, Mare. —completo la frase por ella antes que se diga algo negativo.
No me gusta cuando las mujeres se menospreciar a ellas mismas. Son seres mágicos y maravillosos, deberían ser veneradas como lo hacen en otras culturas.
—No me veo del todo así, pero también siento que me gustas, por muy loco que parezca. Tal vez digas que ay, esta loca apenas dejó al esposo y ya le gusta alguien más, pero dejé de amarlo hace mucho tiempo, irme de ese infierno no me pesó, Ariel.
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Editado: 07.01.2024